Muniz la posmodernidad: pandemia, territorio y democracia en el siglo XXI Postmodernity: pandemic, territory and democracy in the 21st Century
El presente documento, abreva la combinación de un análisis teórico-metodológico de la posmodernidad y el rol que desempeña el hombre del Siglo XXI, en una sociedad caracterizada por la virtualidad y el híper-individualismo, que obliga a replantear las pautas para hacer política y habitar bajo un contrato social en el que el otro sea tan importante como el sujeto que observa las transformaciones de la realidad en pandemia. Este ensayo científico consiste en analizar tres variables: 1) posmodernidad, 2) hombre digital y 3) pandemia, por medio de una revisión sistemática de literatura científica-política. Se analizaron planteamientos teóricos escritos por varios pensadores que poseen un común denominador al estudiar los retos de las sociedades del Siglo XXI, los territorios y los nuevos escenarios post-pandémicos. Los principales hallazgos confirman que existe una nueva realidad en la que la expectativa de tener prácticas solidarias dista de los rituales sociales, que se erigen en un individualismo exacerbado y con ello, un reblandecimiento del tejido social a causa de tender al otro como una potencial amenaza para la sobrevivencia de uno mismo. El mundo pos-democrático deberá obedecer al nuevo zoon politikon que, desde el autoaislamiento recurre a exigencias de ser tomado en cuenta para vivir en la ficción de una comunidad-mundo al interior de cuatro paredes, por tanto, estos elementos interconectados obligan a replantear las tesis sobre el presente y los procesos de pensamiento concomitante en relación con una tolerancia en el edificio de la sociedad humana.
Cet article est la combinaison d'une analyse théorique-méthodologique de la postmodernité et du rôle joué par l'homme du XXIe siècle dans une société caractérisée par la virtualité et l'hyper-individualisme, ce qui nous oblige à repenser les lignes directrices pour faire de la politique et vivre sous un contrat social dans lequel l'autre est aussi important que le sujet qui observe les transformations de la réalité en pandémie. Cet essai scientifique consiste à analyser trois variables : 1) la postmodernité, 2) l'homme numérique et 3) la pandémie, au moyen d'une revue systématique de la littérature scientifico-politique. Les approches théoriques écrites par différents penseurs qui ont comme dénominateur commun l'étude des défis des sociétés du XXI° siècle, des territoires et des nouveaux scénarios post-pandémiques ont été analysées. Les principaux résultats confirment l'existence d'une nouvelle réalité dans laquelle l'attente de pratiques solidaires est éloignée des rituels sociaux, qui reposent sur un individualisme exacerbé et, avec lui, un ramollissement du tissu social dû à la tendance à considérer l'autre comme une menace potentielle pour sa propre survie. Le monde post-démocratique doit obéir au nouveau zoon politikon qui, à partir de l'auto-isolement, exige qu’on le prenne en compte pour vivre dans la fiction d'une communauté-monde, entre quatre murs. Ces éléments interconnectés obligent donc à repenser les thèses sur le présent et les processus de pensée concomitants par rapport à une tolérance dans la construction de la société humaine.
Este artigo é uma combinação de uma análise teórico-metodológica da pós-modernidade e do papel desempenhado pelo homem do século XXI numa sociedade caracterizada pela virtualidade e pelo hiper-individualismo, o que nos obriga a repensar as orientações para fazer política e viver sob um contrato social em que o outro é tão importante como o sujeito que observa as transformações da realidade na pandemia. Este ensaio científico consiste na análise de três variáveis: 1) pós-modernidade, 2) homem digital e 3) pandemia, através de uma revisão sistemática da literatura científico-política. Foram analisadas abordagens teóricas escritas por vários pensadores que têm um denominador comum no estudo dos desafios das sociedades do século XXI, territórios e novos cenários pós-pandémicos. As principais conclusões confirmam que existe uma nova realidade em que a expectativa de práticas de solidariedade está longe dos rituais sociais, que se baseiam num individualismo exacerbado e, com ele, num amolecimento do tecido social devido à tendência de ver o outro como uma potencial ameaça à própria sobrevivência. O mundo pós-democrático deve obedecer à nova zoon politikon que, a partir do auto-isolamento, faz exigências a serem tidas em conta para viver na ficção de um mundo comunitário dentro de quatro paredes. Estes elementos interligados forçam, portanto, a repensar as teses sobre o presente e os processos de pensamento concomitantes em relação a uma tolerância na construção da sociedade humana.
This paper is a combination of a theoretical-methodological analysis of postmodernity and the role played by the man of the XXI Century, in a society characterized by virtuality and hyper-individualism, which forces to rethink the guidelines to make politics and live under a social contract in which the other is as important as the subject who observes the transformations of reality in pandemic. This scientific essay consists of analyzing three variables: 1) postmodernity, 2) digital man and 3) pandemic, by means of a systematic review of scientific-political literature. Theoretical approaches written by several thinkers who have a common denominator in studying the challenges of 21st century societies, territories and new post-pandemic scenarios were analyzed. The main findings confirm that there is a new reality in which the expectation of solidarity practices is far from the social rituals, which are based on an exacerbated individualism and with it, a softening of the social fabric as a result of tending to the other as a potential threat to one's own survival. The post-democratic world must obey the new zoon politikon that, from self-isolation, resorts to demands to be taken into account in order to live in the fiction of a community-world within four walls, therefore, these interconnected elements force to rethink the thesis about the present and the concomitant thought processes in relation to a tolerance in the building of human society.
Introducción
En principio, el coronavirus ha puesto de nuevo sobre el tapete la fragilidad y la vulnerabilidad de las personas y de los países, la constatación de que no somos autosuficientes, sino interdependientes, en el nivel local y el global.
Adela Cortina
Se nace biológicamente vinculado a las crías, parejas, comunidades y esa vinculación produce seres encomendados a cuidar de todos aquellos vulnerables ante los fenómenos sociales en el espacio público. Por tanto, se puede señalar que desde la perspectiva de Miguel Eduardo Morales:
La avaricia y el egoísmo del ser humano es una muy mala concepción que se tiene de éste. Incluso, en la opinión de Sahlins, pareciera un desprecio por el hombre mismo. Por el contrario, gracias, a sus estudios de antropología tiene una visión de ser humano más amable, como un ser que nace en la solidaridad, es producto de la conjunción, de la suma en la cooperación; no concibe al ser humano aislado sino rodeado de otros seres humanos, resaltando las relaciones recíprocas entre los hombres que, por supuesto, no son motivadas por el egoísmo o por la avaricia. (2019: 106).
Señalado lo anterior, se puede afirmar que la posmodernidad dista mucho del ideal “humano comunitario”, que, desde la perspectiva moderna del ente colectivo, se transforma en un ente individualista, egoísta y consumidor, donde la prioridad y sus rasgos principales son los siguientes:
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El individuo prometeico se vuelve hombre-terreno, narciso donde solo importa el “yo”.
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La razón deja de ser el foco de excelencia y comienza la búsqueda única del placer.
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El hombre se vuelve un hiperconsumidor.
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El pasado y el futuro se olvidan y solo se focaliza el presente, el hoy, el ahora.
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La sociedad se vislumbra fragmentada y comienza la individualización en la persona.
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La realidad no puede explicarse desde un solo punto de vista, no hay ningún fundamento definitivo de realidad.
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El conflicto evoluciona al consenso, donde prevalece la positividad y se llega a los acuerdos sin acuerdos.
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La transparencia es indispensable, en el comercio, en las personas, en la política.
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La libertad y la autonomía se vuelve fundamental en el hombre.
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El Smartphone es la entrada al mundo de la vanidad en donde el like es el rey del territorio humano.
En consecuencia, el ente individualizado de la posmodernidad, muestra rasgos patológicos de, no solo individualismo, sino que, Según Bleichmar y Bleichmar (2017), en términos de Sigmund Freud y dentro del inconsciente colectivo, una permanente búsqueda del Ello (placer), Yo (realidad) y Superyó (norma) (Bleichmar y Bleichmar, 2017: 47), lo que desemboca en rutinas actitudinales de signos y síntomas de trastornos psicológicos como la ansiedad, la algofobia y comportamientos obseso-compulsivos que nada abonan en el fortalecimiento del tejido social.
Durante la posmodernidad, todos los elementos formales de la modernidad adquieren complejidad de un periodo pos y se maximizan algunas características aplicables a niveles propios del pasado pre-moderno respondiendo de manera prioritaria a escenarios que no tienen retorno a lo “mejor” de cada época, debido a las ambigüedades en la tendencia de una nueva realidad de quienes buscan reinterpretar el Estado y su peculiar forma de querer homogeneizar territorios y comprobar lo relativo a las semejanzas de un lenguaje democráctico, elementos que se vuelven imposibles ya que el zoon politikon en la modernidad es solidario y en la posmodernidad se transforma en el hombre lobo del hombre.
En la modernidad se encumbra un binomio compuesto por la inteligencia y la razón, que parte de un acuerdo común dialéctico que permite fortalecer agendas con una dosis de economía y estructura social dinamizada; en el transito a la posmodernidad, se puede apreciar que se rige por la inteligencia y la creatividad, dando paso a un estatus de clase con potencial de modificar la relevancia de los patrones producidos por la democracia y su impacto se maximiza al gestarse un ente individualizado en franca oposición con el hombre colectivo de la modernidad. Fácilmente pueden contrastar las diferencias existentes entre las generaciones del Siglo XIX al Siglo XX. Más notable es el hecho que la apertura posdemocrática lleva como resultado una recomposición basada en redes locales y familiares a una suerte de replantear la función de las instituciones del Estado y el Estado mismo.
El concepto de «pos» con frecuencia aparece en los debates contemporáneos: posindustrial, posmoderno, posverdad, etc. No obstante, se complejiza definir algo preciso. Los factores de significación muestran, en cierto sentido los cambios que van más allá de lo moderno, así como sus compromisos asociados a los nuevos equilibrios donde la ciudadanía precedente abandona las actitudes que permiten hacer atractivo el análisis y distinguir con facilidad cuáles son las condiciones asociadas al rol de participantes activos en contextos determinados; se debe entender que lo «pos» es representativo de cambios de paradigmas, a medida que el concepto de posmodernidad reformula situaciones cuya responsabilidad es atribuible a la globalización y la nueva forma de hacer política en un mundo sin fronteras. Quizá para muchos el construir al ciudadano posmoderno es algo que solo puede entenderse en relación con un nuevo contexto de democracia en el que las ambigüedades (tendencia de la desconfianza) se cristalicen en diversas modalidades de discusión política en las sociedades del consumo, hiper cansancio, paliativas y agonizantes de un eros del padecimiento de la vida y no del gozo de estar en el aquí y ahora diseñando agendas públicas al alcance del escrutinio de todos aquellos que participan en el gobierno y los institutos derivados de un proceso posdemocrático medianamente consolidado.
Si se examina más de cerca la posmodernidad y desde una perspectiva histórica, se pueden evocar importantes filósofos con una visión estrechamente vinculada sobre la metamorfosis social y la fuerza con la que gravitan patrones de conducta, creencias políticas y actitudes demostradas en el tránsito de décadas, así como los lazos y reformas que se desprenden en la consecución de nuevas leyes y estructuras autoimpuestas por los miembros de una comunidad. A manera de mención:
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Cornelius Castoriadis (1922-1997)
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Jean-François Lyotard (1924-1998)
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Jean Baudrillard (1929-2007)
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Gilles Lipovestky (1944)
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Byung-Chul Han (1959)
El presente escrito se compone de tres núcleos interconectados por la posmodernidad y las características de un individuo que recompone pandemia, territorios, y democracia en el Siglo XXI, en aras de alcanzar una filosofía que permita permanecer en la automedición pos sobrevivir despojado de narrativa que le otorgue sentido. Lo posmoderno no es narrable en lo colectivo, sino medible y numerable en lo individual.
Para lograr lo anterior, esta disquisición se erige bajo la metodología de análisis, de carácter teórico y descriptivo apoyado en el documento, con el abordaje de aspectos históricos y disciplinares para reconstruir el contexto en el que la posmodernidad se convierte en parte fundamental del sistema político de un territorio. Bajo esta lógica, se abordan sus características normativas, organizacionales y políticas así como sus implicaciones relacionadas con la identificación de características comunes y relevantes en la sistematización e interpretación de la información con métodos cualitativos.
Es preciso señalar que, se puede identificar una ambigüedad que obliga a que, en algunos casos, el fenómeno de la posmodernidad podría interpretarse en que la investigación escasa hasta este momento, arroje conclusiones acertadas en la medida que los hallazgos se puedan traducir en aportaciones que incidan directamente en un enfoque epistemológico y de sobrecarga ideológica que caracteriza la filosofía posmoderna en América Latina y, en lo particular en México. Cabe reafirmar que el método elegido exige una postura crítica sobre la teoría de la posmodernidad y las disciplinas que soportan la postura de entender los territorios en una época de pandemia y en irrefutables incertidumbres espacio-temporales en relación con los imaginarios que se derivan de las amenazas de un virus que todavía no se puede controlar.
Posmodernidad y pandemia
Al percatarse del grave problema que trajo la pandemia y las principales complejidades surgidas en América Latina a raíz de las improvisaciones políticas; obligó a que el confinamiento fuera una estrategia para romper la cadena de contagios (sin duda funcionó), pero, esto fue un placebo ante las embestidas de un virus totalmente desconocido y que, golpeaba a todos sin importar posición económica, credo o filial partidista. El primer sector más desprotegido resultó ser el de salud (médicos, enfermeras, sistema hospitalario) por las endebles condiciones en infraestructura y presupuesto destinado para impulsar un óptimo dinamismo en esa función de Estado. Cabe hacer mención que las cuatro principales funciones que tutela el Estado son: a) Salud; b) Seguridad; c) Educación, y; d) Trabajo.
Lo cierto es que, prácticamente trasciende que ningún gobierno logra una perfecta secuencia armónica entre cada función que le corresponde realizar para reciprocar su labor en beneficio de la comunidad. Justamente es una de las condiciones que erosiona la consolidación democrática y la efectividad de sus instituciones; se debe fomentar un sistema de pesos y contrapesos donde prive la mayor prudencia para proteger a los más vulnerables y alejar los privilegios con una ética de responsabilidad que pueda dar respuesta ante situaciones de emergencia sanitaria como lo es en este momento la pandemia y su cuarta ola.
Es sabido que cuando aparece el peligro de contagio (así lo señala la historia) por lo general se intenta no verlo, minimizando el rostro de quien sufre y se intenta paliar el dolor con ocurrencias azarosas a manera de dignificar la función del gobierno en turno y ganar tiempo ante lo que podría ser el inicio de una ingobernabilidad en los territorios afectados, por ejemplo, en las crónicas relacionadas con las pestes, que ponen de manifiesto la negligencia de aquellos que tienen por responsabilidad y mandato constitucional garantizar como imperativo la seguridad ontológica de los que habitan el espacio público: Plaga de Galeno (165-180), Peste de Justiniano (541-542), Muerte Negra (1346-1353), Pandemia de Cólera Origen: India (1852-1860), Gripe Rusa (1889-1890), Cólera (1910-1911), Gripe Española (1918-1920), Gripe Asiática (1957-1958), Gripe de Hong-Kong (1968), VIH-Sida (pico en 2005-2012), COVID-19 (2019) (Hughet G, 2020, en: Castañeda y Ramos, 2020).
Queda de manifiesto que el 2020 desnudó rutinas gubernamentales precarias; así como, de grandes fallos derivados de protocolos para hacer frente a los retos derivados de la COVID-19 y la muy alta probabilidad de contagios de grupos vulnerables que quedaron a su suerte cuando dio inicio el confinamiento. Se puede evocar al tres veces grande Ludovico Antonio Muratori (1801) que señalaba que:
… se arrimase el contagio superando las barreras de las otras ciudades más expuestas, entonces la nuestra debe redoblar las diligencias y defensas, como si efectivamente el ejército enemigo viniese a sitiarla y a sujetarla. Consisten estas diligencias en exigir de toda la fe de Sanidad, cuidando de que no haya fraude en ella, y que, por las personas del distrito, en falta de la Justicia, la dé y firme el cura. En los grandes peligros será prudente que la fe de sanidad a más de la firma tenga una marca, el sello y número que le corresponda, usando otras precauciones. Sucede muchas veces que se concede mucha fe sin mucho examen, faltando a la verdad con daño de los vecinos. Otras veces se falsifica; y otras se da para sacar dinero de las personas que no saben leer. Cuando hay graves sospechas, no se admite a ningún extranjero ni a ningún ancional, sino se sabe de positivo que haya estado por mucho tiempo en paraje sano. Del mismo modo es menester suspender el comercio con los pueblos sospechosos, no admitiendo sin cuarentena las personas o los géneros y efectos que vienen de allí; y quitarle enteramente con los pueblos infectos de la peste, arreglando únicamente alguna comunicación para los víveres y comestibles si la necesidad lo pidiese. Es menester también, según costumbre, situar Guardias muy inmediatas en todo el confín, para que ninguno pueda entrar sin ser visto y sin la permisión de los Diputados; conviene hacer recorrer los confines por patrullas de Caballería; cortar los caminos que tengan comunicación con el país apestado, de modo que quede prohibido a cualesquiera sea extranjero, sea nacional el venir de allí, si no es por el camino que los Magistrados, por necesidad, hubiesen destinado y reservado, debiéndose presentar al diputado que tiene la custodia de los pasos; custodiar las puertas y murallas de la ciudad o lugar; y usar en fin otras semejantes precauciones y diligencias… (Muratori, 1801: 18-19).
Lejos de las relaciones y el desarrollo social dentro del contexto-ecosistema, se aprecian cuatro sistemas sociales según Urie Bronfenbrenner: 1) Macrosistema: Gobierno, religión, valores, cultura, costumbres, sistema educativo; 2) Exosistema: Gobierno local, familia extendida, medios de comunicación, comunidad, programas educativos; 3) Mesosistema: Familia, compañeros, centros escolares, vecindario, y; 4) Individuo, aula, hogar. (Herrero, 2004: 68-73).
La estructura anidada de los sistemas sociales de Bronfenbrenner, muestran un patrón de relaciones que, en la actualidad, dejan de operar en cada uno de sus niveles y la desconexión determina un nuevo sujeto social (un hombre posmoderno), que adopta un distanciamiento no solo por salud, sino también en el contexto social. El sentimiento de pertenecer a un grupo o a la sociedad se ve obstruido debido a la pandemia, la cual fractura el proceso de interacción microsociológico con sus derivadas culturales de ejercer rutinas cotidianas como: ir a la escuela, visitar familia, asistir a reuniones, etc. Que, anteriormente vinculaba los imaginarios sociales y el magma de significación dando un sentido y valor a la vida.
Los territorios pos-pandémicos se caracterizan por la ausencia de empoderamiento comunitario y los grupos que surgen enarbolan posiciones ideológicas antagónicas, por ejemplo: los anti-vacunas “conspiracionistas” que afirman que el virus no existe y con una narrativa opositora los pro-vacunas que determinan: “vacunarse salva vidas”. La cohabitación en el espacio público tiene nuevas cláusulas, con desventajas que incentivan las divisiones, las diferencias desigualdades y discriminaciones. De forma gradual los movimientos sociales se enfrascan en un penduleo que se convierte en pesadilla porque vulneran la libertad en función del estatus pro-homine.
Se puede constatar que la posverdad-posmoderna y los pronunciamientos de “nuevas normalidades” desencadenan placebos que precisan liderazgos para evitar improvisaciones en ciudades sitiadas por la enfermedad, puestas en cuarentena y sumidas bajo la angustia cotidiana de quedar abolidos por la presencia de un virus y las perturbaciones de un futuro incierto con destinos igualmente azarosos.
La consigna es que en la posmodernidad, la calma lúgubre se convierta en un grato murmullo de políticas públicas congruentes y en donde se difumine la desconfianza para desmitificar que el prójimo es peligroso y que la cura se encuentre cerca de un proceso solidario donde los rituales de las agendas públicas obliguen a un desarrollo armónico sin la decadencia del otro.
La posmodernidad en los territorios aniquilan por completo la filosofía de la causa común y el veredicto final conlleva un tufo de siniestra individualidad con carencia de entusiasmo y un gran sesgo de indiferencia, donde se libran batallas por la vida y, el individualismo se corona en el discurso de hermandad cero.
En este espectáculo del COVID-19 no hay cirios alrededor de féretros, ni actos rituales en las tumbas, la muerte se reviste de maquillajes posdemocráticos sabiendo que las crónicas referidas a la pandemia coronan el triunfo de la muerte y la fragilidad del hombre de ciudad. Salvo algunas divergencias
En efecto, el denominador común relativo a los vacíos de poder que se generan por la proliferación del virus exigen asambleas que faciliten movilidades colectivas y trabajen desde crónicas de la memoria para constituir comportamientos asertivos de cara a hacer frente a rumores de miedo, que puedan emerger del subsuelo inconsciente y de los procesos histéricos derivados de desequilibrios emocionales de mandatarios que apelan a estampillas de santos y desdeñan, entre otros, el uso del cubreboca para mostrar con el ejemplo la necesidad de un frente unificador ante la expectativa de un mejor mañana.
I. Posmodernidad y territorios
La creencia en que el mañana será mejor que hoy es ingenua, así como sostener que la composición de los nuevos territorios conducirán hacia formas de equilibrio cada vez más armónicas con franjas de desigualdad minimizadas; esta representación obliga a repensar la cohesión entre los grupos sociales con postulados de mejoramiento progresivo de la condición de todos, para que los beneficios del tejido social se finquen en la constelación de un Estado asertivo con trayectorias ascendentes que posibiliten el implementar políticas públicas bajo el interés de la co-creación de agendas del crecimiento. En suma, se puede sostener que dominar el futuro a partir de la composición geopolítica, permiten que los nuevos parámetros de expresión social se exterioricen también en la protección de un frente común versus las amenazas del COVID-19.
Se debe señalar que las calamidades provocadas por la pandemia han engendrado que los territorios encarezcan el precio de la vida y de los elementos básicos para subsistir, de modo que la vulnerabilidad del individuo posmoderno se resuma en una gran fisura solidaria de proximidad.
Por otro lado, es posible que la dificultad de fondo sea el debilitamiento del Estado posmoderno debido a que lleva implícitos liderazgos pírricos con “tartufos” descontextualizados del fenómeno de la realpolitik y los procesos básicos en la toma de decisiones para realizar un trabajo, burocrático-administrativo, que permita completar con precisión matemática el paradigma de la homogeneidad y la estabilidad en las representaciones sociales.
Leer la posmodernidad desde territorios desiguales es la antesala de un fracaso en la función integradora del Estado y su imperativo democrático para minimizar los problemas que se puedan presentar en un futuro no lejano. Es imposible exigir una acción social comunitaria y una adhesión extrema a las exigencias de rentabilidad a largo plazo en una famélica integración compatibles con el discurso de la Nueva Agenda Urbana y los retos de la implementación de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) que apuestan al 2030 una innovadora realidad global esquemáticamente establecida bajo coyunturas hiper calificadas de desarrollo integral.
Quizá valdría la pena preguntar sobre ¿Qué es lo que trae la pandemia a los territorios del Siglo XXI?, y la respuesta sería en voz de Byung-Chul Han:
En tiempos de pandemia el campo de trabajo neoliberal se llama teletrabajo. Lo único que lo diferencia del campo de trabajo del régimen despótico es la ideología de la salud y la paradójica libertad de la autoexplotación.
Todo el mundo está pendiente de lo que dicen los virólogos, que de este modo pasan a ser quienes tienen la última palabra. La narrativa de la resurrección queda totalmente desbancada por la ideología de la salud y de la supervivencia. En vista del virus, la fe degenera en farsa. (Han, 2021: 30).
Suele aducirse, de forma crítica, que la nueva sociedad lleva un “injerto” mucho más complejo que el mar de vacunas promovidas por los laboratorios y es, el injerto de una psicosis neuronal que transforma al zoon politikon (individuos) en pretorianos necropolíticos con las consecuencias sabidas de un sistema político tutelado por una precarización de estructuras axiológicas donde la antipolítica y sus manifestaciones de indignación son sacadas a la luz como parte de una administración pública normalizada en la náusea e inutilidad de la participación ciudadana.
La pandemia actúa como el terrorismo, que también ataca a la pura supervivencia trayéndole la pura muerte, provocando con ello una enérgica reacción inmunológica. En los aeropuertos se trata a todo el mundo como si fuera un terrorista potencial. Nos sometemos sin rechistar a unas humillantes medidas de seguridad. Permitimos que cacheen nuestro cuerpo en busca de armas escondidas. El virus es un terror que viene del aire. Cada uno de nosotros es sospechoso de ser un potencial portador del virus, lo cual genera una sociedad en cuarentena y acabará trayendo un régimen policial biopolítica. La pandemia no pone en perspectiva ninguna otra forma de vida. En la guerra contra el virus la vida es más que nunca mera supervivencia. La histeria por sobrevivir se recrudece viralmente (Han, 2021: 34).
La decadencia del Estado posmoderno prevalecerá, al menos en la próxima década (2030) con la figura de un líder endeble, difuminado, con pocos aspectos formales en el ecosistema democrático y, que producirá desarrollos en apariencia sin la garantía de una libertad plena; bajo esta lógica, la pérdida de la libertad en los territorios enfermos producirán una población más pobre como circunstancia del nuevo ciudadano con criterios de rendimiento económico en la filosofía de la hiperexplotación con rutinas del burnout. Recuperarse de un territorio perdido en la posmodernidad y enfermo por el Sars-Cov-2 formaliza la inestabilidad de las modalidades conocidas y necesarias del contrato social; el fracaso de la democracia, la desigualdad y la posibilidad de hablar de bienestar seguirá siendo un difícil ejercicio de equilibrios y, por tanto, los territorios y la geopolítica pasarán súbitamente a feudalizar comunidades con debilitamiento del otro y por divisa tendrá mínimas condiciones para crecer y consolidarse. Cabría decir que el mundo pospandemia será el resultado del apogeo del selfie y de sujetos que consagrarán su flexibilidad en el mercado desde el autoexilio y con poca posibilidad de sacrificar sus tiempos para atender al otro. El otro ya no existe porque perturba el ecosistema y se vuelve en una condena de ofuscación por la grave crisis licuada en el cóctel de inequidad, enfermedad, violencia estructural y ausencia de valores. Ya lo señalaba las Sagradas Escrituras en el Apocalipsis:
Cuando abrió el cuarto sello, oí la voz del cuarto ser viviente, que decía: ven y mira.
Miré, y he aquí un caballo amarillo y el que lo montaba tenía por nombre Muerte, y el Hades le seguía; y le fue dada potestad sobre la cuarta parte de la tierra para matar con espada, con hambre, con mortandad, y con las fieras de la tierra. (Biblia de Jerusalén, 1967, Apocalipsis. 6:7).
Apostar por vínculos más estables en Latino América deberá ser el proyecto que permita la solidaridad y que facilite los vínculos existentes bajo la filosofía de la globalización y sus aldeas.
II. Posmodernidad y democracia
Existe un fenómeno político que exige repensar la forma en que las democracias se consolidan ante las demandas de un individuo posmoderno en territorios heterogéneos, quizá, los elementos a debatir en un régimen que, ontológicamente se mueve en la búsqueda de consensos, serán aquellos que propicien equilibrios a partir de comprender las paradojas de la desigualdad. Es válido sostener que la lucha por el sufragio seguirá en los reflectores de cada una de las comunidades que exigen ser representadas, pero sin duda esta quinta ola democratizadora deberá entenderse con la posibilidad de sortear las realidades pospandémicas; habrá que incorporar a la narrativa política la variable estrategia para no morir con mutaciones virales y quizá, quien apueste en sus propuestas de campaña la innovación en los sistemas hospitalarios.
El Latinobarómetro 2021, deja en claro que los regímenes democráticos pierden vitalidad en la procuración de bienestar colectivo y que, aquellos países que ostentaban una pujante efectividad democratizada, hoy retroceden varios peldaños en la consolidación de estos regímenes. El ocaso de la democracia se fragua en la extinción del hombre algofóbico. Según Han:
A raíz de la pandemia nos encaminamos a un régimen biopolítico de control policial. Está claro que el liberalismo occidental está fracasando con el virus. Se acabará imponiendo la evidencia de que, para combatir la pandemia, conviene centrar la mirada en el individuo particular. Pero, esta vigilancia biopolítica del individuo. (Han, 2021:86).
Los paradigmas de paz y orden en regímenes desiguales, subrayan la necesidad de un sistema que facilite alternativas para escalar en óptimos espacios con menores desafíos, por tanto, la posdemocracia tendrá el zenit cuando la brecha de desigualdad entre ricos y pobres se reduzca y obligue a escribir una vitalidad futura posdemocrática, mediante acuerdos que se tomen en el argot de la tolerancia del otro. La democracia posmoderna será aquella que se acerque en mayor medida a la poliarquía con la que, alguna vez soñó el ideólogo Robert Dahl.
Si bien es cierto que se requieren elecciones periódicas, medios de comunicación autónomos, libertad de formular preferencias políticas, elecciones periódicas, un sistema de partidos con posibilidades de circulación de élites, también se hace necesario, casi indispensable, contar con liderazgos que poseen sobrada capacidad para afrontar las nuevas realidades en territorios pospandémicos, quizá un perfil ecléctico, transdisciplinar y axiológicamente bien cimentado, será el nuevo animal político que unifique las preferencias de dos comunidades que se deben debatir en el nuevo escenario político; estas comunidades están compuestas por: nativos digitales e, indignados funcionales, que entienden desde la posmodernidad que la forma de hacer política gravita alrededor de políticos multitasking en el sentido práctico y con estrategias definidas por la unidad comunitaria. Cabe señalar como aproximación final el teórico Charles Jencks, dice: “La postmodernidad es fundamentalmente la mezcla ecléctica de la tradición, con lo que es su pasado inmediato: es la continuación de la modernidad y su trascendencia” (Jenks: 1986: 27, en: Estrada, 2014: 1).
En otras palabras, el término de posmodernidad permanece sin una definición precisa, sin embargo, unos de sus rasgos se enuncian en el decálogo a continuación señalados:
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El individuo prometeico se vuelve hombre-terreno, narciso donde solo importa el “yo”.
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La razón deja de ser el foco de excelencia y comienza la búsqueda del placer.
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El hombre se vuelve un hiperconsumidor.
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El pasado y el futuro se olvidan y solo se focaliza el presente, el hoy, el ahora.
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La sociedad se vislumbra fragmentada y comienza la individualización en la persona.
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La realidad no puede explicarse desde un solo punto de vista, no hay ningún fundamento definitivo de realidad.
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El conflicto evoluciona al consenso, donde prevalece la positividad y se llega a los acuerdos sin acuerdos.
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La transparencia es indispensable, en el comercio, en las personas, en la política.
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La libertad y la autonomía se vuelve fundamental en el hombre.
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El Smartphone es la entrada al mundo de la vanidad en donde el like es el rey del territorio humano.
La pandemia no ha generado solidaridad comunitaria, así como tampoco condiciones para asumir los retos de un ecosistema totalmente modificado, entre otras cosas, por los virus y el cambio climático.
Además de que la pospandemia ha evidenciado que se sigue actuando bajo premisas azarosas en cuanto a los protocolos y políticas públicas de intervención sanitaria. Dicho de otra manera, la hoja de ruta para superar los problemas planteados por la crisis sanitaria tendrá su punto de apoyo con los procesos solidarios y un atinado juego de decisiones colectivas, en donde se apueste a una sociedad post-covid si es que llega a materializarse. Nada se habla de los avances y retrocesos en los sistemas políticos y del ethos democrático para planificar y gestionar los nuevos territorios e incluir el componente de inclusión donde permita una protección holística de las personas especialmente en la creación de escenarios propicios para una seguridad ontológica y una justicia social que permita la reducción de las desigualdades sin sacrificar la actividad económica.
Reflexiones finales
La posmodernidad arroja a individuos con rostros e identidad en el espacio público, el otro pierde importancia y solo concierne el “yo”, la prioridad soy yo, por tanto se habita en un narcisismo, el personalismo es una forma “híper” del individualismo típico de la modernidad, además se debe recalcar que el otro desaparece y la razón deja de ser el foco de la excelencia, este cambia al deseo, que no es más que buscar la satisfacción inmediata en la posmodernidad. Es importante rescatar que la vida posmoderna se convierte en una vida de placeres y deseos, se desencadenan sin pausa; el tiempo de hoy es el presente, se vive como si fuera el último, lo instantáneo es un valor y lo permanente es el hoy, la vida se define en un presente tras presente. Así pues, el pasado se olvida y el futuro desaparece del horizonte, importa lo de ahora, el progreso no se persigue como fin último.
En la era posmoderna-pandémica, la política deja paso a la gestión, donde se busca el hiperpersonalismo y se fragmenta la sociedad democrática y el régimen de mayoría se desmorona. El estado se ve asaltado por el mercado, no está hecho, ordena a la sociedad, donde establece competencias, buscando ganadores y corriendo perdedores. En definitiva se impone el sistema neoliberal, la mutación del capitalismo a escala global, genera más desigualdad. Entonces, la posmodernidad da paso al modelo económico, el neoliberalismo.