No podemos negar que los medios de comunicación, la violencia y la alteridad están profundamente entrelazados. En los últimos años, hemos vivido una explosión de discursos de odio dirigidos a los más diversos grupos y minorías. El surgimiento de los nuevos medios electrónicos y, en particular, de las llamadas redes sociales, ha dado un espacio a los individuos, principalmente como resultado de la estructura autoritaria de algunas sociedades, que no ha fortalecido la democratización de la información (aunque la posibilita) sino que ha llevado a la tendencia de sustituir el espacio público de la opinión por el espacio privado, en este caso, por la difusión pública de gustos, disgustos, insultos, calumnias y difamaciones. La violencia a la que se ven sometidos diariamente diversos grupos y minorías, como la población femenina, los negros, los indígenas, los inmigrantes y las personas LGBTQIA+, expone así a sociedades crueles que encuentran en las voces, los cuerpos y las armas un camino libre de restricciones.
Por lo tanto, debemos preguntarnos cómo pueden los medios dar visibilidad, de forma responsable y objetiva, a la violencia doméstica en nuestros países, a fin de que estas sociedades puedan empezar a responder al desafío de erradicar dicha violencia.