Ella
Erase que era una… ¡no!, ¡así no se puede empezar! Marbella no pertenece a los cuentos de hadas. Es un ser real, que la vida y los seres han dolido y cuyos sufrimientos, desesperanzas, desilusiones no se pueden esfumar con una sola varita mágica. La memoria de lo que le sucedió dejó en ella una huella imperecedera, aunque invisible para uno. Pero, no experimenta resentimientos en contra de los seres que la han discriminado, enjuiciado, relegado; ¡tan grandes son su generosidad y altruismo!
Con el pasado a cuestas, feliz de ser viva y poder seguir saboreando los pequeños placeres que le proporciona el quehacer diario, camina por la vida, sin amarguras ni rencores.
Desde su Michoacán nativo, ya de cierta edad, sin recursos, como muchas otras, vino a buscar en la capital mexicana, lo que pensaba ser su salvación y un destino que no fuera tan cruel. Pero, cuando menos lo pensaba y que parecía que, por fin, su existencia iba a tomar un rumbo otro, un grave percance arruina su quietud y derrumba sus expectativas:
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Metro de la capital mexicana.
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Del nahuatl itzcuintli (perro). Aquí, se emplea para designar, en modo peyorativo y familiar a unos jóvenes de la calle.
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Entrevista de la autora con Marbella. Ciudad de México, 2012.
Yo estaba trabajando en el metro Garibaldi1 haciendo limpieza, y había unos escluinques2, unos jóvenes; bajaron y corriendo, me empujan. Me caigo; me fracturo la muñeca, me fracturé mi pierna, y entonces la señora donde yo estaba, le había prestado yo 18 mil pesos a la señora para que sacara a su hijo de la cárcel. Entonces le digo: ‘señora sabe que no voy a poder volver a trabajar, porque la empresa con la que estoy trabajando - son de esas empresas que no dan razón social con tal de no dar antigüedad y de esas empresas patito -, no me van a pagar incapacidad’. Entonces le digo: ‘lo que usted me debe se va descontando la mensualidad de mi renta’. Me dice: ‘¿qué te debo?, házmelo ver’. Le dije: ‘está bien y me desocupa mi cuarto de una vez por favor’. Yo, con yeso en la mano izquierda y férula en el pie izquierdo. A ella se lo presté, así de palabra y de buena fe; yo la veía llorar y que esto y que lo otro y se los preste; entonces le hablo a una amiga y le digo: ‘¿sabes qué? ven por mí por favor, para que me ayudes a llevarme mis cositas’. Me dice: ‘¿qué pasó?, ahí le platico’, y le digo: ‘¡ya mira, déjala, que todo lo que hacemos en esta vida se nos regresa el doble! No sabemos cómo lo va a pagar ella’. ‘Sí, está bien Marbella, te ayudo’. ‘No pues ayúdame a llevarme estas cosas’ ‘y ¿a dónde?’ ‘Pues, mira no más las voy a dejar guardadas en tu departamento, si me das permiso.’ Me dice: ‘sí, Marbella ya nada más quédate tú ahí conmigo.’ Le digo: ‘no’. Ella tiene un departamento de dos cuartos, dos recámaras, la cocinita, siendo ella sola con cinco hijos. ‘No, mamita, hasta que te compongas estate conmigo, con calma’. Le digo: ‘no, no más te dejo encargadas mis cosas, yo voy a buscar ahora a dónde irme’. Me dice: ‘bueno’3.
De nuevo en la calle, sin trabajo, perdido todo el dinero que había ahorrado a cuesta de sacrificios que no quería recordar, por su desmesurada confianza en el otro y en la palabra recibida, cojeando, llega al barrio de la Merced, centro neurálgico de la capital mexicana:
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Ver nota 3.
Accidentalmente, no sé cómo, llegué al jardín que está al frente de la casa. Yo, ya tenía un día que no había probado bocado y no traía ni un cinco, ni un dinero traía. Entonces le digo a una señora: “señora le ayudo a lavar los trastos, por una gordita.’ ‘No doy limosnas’. ‘No le estaba pidiendo limosnas. ‘Le pago con la lavada de los trastecitos’. Entonces le digo: ‘está bien, señora, gracias, y estaba yo ‘¿por qué pediste Marbella, por qué pediste? a ti no te gusta nunca pedir nada ¿por qué pediste ahora?’ El hambre me hizo pedir pues, claro. Entonces agarro, me siento y va una señora a sentarse conmigo: ‘Señora, ¿no tiene dónde quedarse?’ Le digo: ‘no, no tengo’, y ‘¿en dónde se va a quedar?’, ‘pues, yo creo que aquí en el jardín a dormir’. ‘¡Cómo crees! Aquí, la van a violar; aquí, pasan muchas cosas; mire, vaya, toque en esa puerta; es una casa hogar para mujeres; nada más que es para puras prostitutas’. ‘¡Nada más!’ me reía; ‘¡si tú supieras no!’ Entonces dice: ‘es para prostitutas’. Le digo: ‘sí ya está bien; voy a ir a tocar’. Sale la portera, y le digo: ‘mire es que esto, esto.’ ‘¿Usted ha estado en la prostitución?’ Le digo: ‘sí’; me dice: ‘pero, venga mañana porque ahorita la directora ya se fue, la trabajadora social ya se fue y la secretaria; venga mañana entre las once y las doce del día,’ dice la señora. Me agarra de la mano y me lleva a un hotel que está cerca, ‘¿cuánto cobra por una sola persona? 70 pesos. Se va a quedar usted’, me dice. Pagó; me dice: ‘aquí tienes, y ya mañana va allá, y tenga para que vaya a cenar algo, y ya vi que no le quisieron dar la gorrita, vaya a cenar algo, y lo que sobre se compra algo de desayunar lo que se va allá a esa casa’; ‘Sí, señora, gracias.” Me dice: ‘no se preocupe; una vez hicieron lo mismo por mí; ahora, yo lo hago por usted’; le digo de nuevo ‘muchas gracias señora.’ Pagó el cuarto, me dio el cambio que eran 30 pesos y me dio 100 pesos más. Entonces, me dice: ‘tenga, para que vaya a cenar; total, no piense en nada.’ Al otro día, me salí; me comí un platico de pancita que costaba 30 pesos - así lo daban en ese entonces -, y ya agarro y vengo acá para la casa; todavía no llegaban. La portera: ‘sí pásese, espere aquí’, porque me vio con la férula y eso; entonces él que estaba en la cocina, me dice: ‘vienes a comer con las compañeras yo te voy a dar un taco’. Le digo: ‘¡ay! muchas gracias;’ en ese entonces estaba Lupita que ya murió, estaba Mariluz, estaba Gloria, estaba Paola que también ya murió, estaba… bueno había varias, todas habían trabajado4.
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Ver al respecto el artículo de mi autoría (2015) « La Casa Xochiquetzal » en el barrio de la Merced en el D.F. (México). Una experiencia piloto”. In Serendipia, Revista electrónica del PCI – UCV, Vol 4, N°7 (4), octubre, Caracas, Venezuela, 31-43.
(2019). “Norma, pensionista en la Casa Xochiquetzal del barrio de la Merced, en la Ciudad de México”. In Falar de Mulheres: Movimentos sociais, Acção e reacção nos séculos XX e XXI. Lisboa, Portugal (por publicar). - Note de bas de page 6 :
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Capital del estado de Michoacán en México.
En su naufragio y sin saberlo aún, Marbella acaba de encontrar el lugar que, de ahora en adelante se convertiría en su nueva morada. La casa Xochiquetzal5, hogar que acoge a mujeres que ejercieron, como ella, poco o mucho tiempo, el trabajo sexual, aunque ella solo lo ejerció en Morelia6, es el lugar idóneo para mujeres desamparadas que buscan un refugio y un término a la soledad. Cuenta Marbella:
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Co-directora de la Casa Xochiquetzal en aquel momento; ahora ejerce el cargo de directora.
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Marbella. “El gato negro”.
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Ver nota 3.
Le digo (a la cocinera): ‘aquí estaba yo rentando un cuarto, pero me accidenté y ahora no puedo valerme por mi misma.’ ‘No te preocupes, si te quedas aquí te vamos a ver, entonces agarra’. Llegó Jesica7 y la trabajadora social; entonces me entrevista Jesica, luego entra la trabajadora social, entonces ya me hicieron firmar un papel. ‘Hoy no está la directora’, me dice Jesica, ‘pero por hoy te vas a quedar aquí; te vas a quedar en ese cuarto. Hay que subir escaleras porque abajo no hay cuartos vacíos’; me subí como pude las escaleras y me dice: ‘aquí te estás’. Total, la cocinera no me permitía bajar; me subía la comida al cuarto. Al otro día, llegó la directora y, como pude, bajé las escaleras; me ve y me dice: ‘¿qué te pasó? ¿Cómo llegaste así? Traes una depresión muy fuerte mujer’8. ‘La verdad sí le digo, he querido quitarme la vida’. ‘No, aquí te vas a quedar, tú no te preocupes aquí te vas a quedar.’ Le digo: ‘muchas gracias señorita’. ‘Me vas a firmar un papel y cuando estés bien de tu brazo, vas a participar en las labores de la casa, lavar baños, lavar el patio, cocinar, cualquier cosa; aquí las mantenemos activas.’ ‘Pues me parece perfecto, señorita.’ Ya firmé el papel; me dieron una toalla, porque yo no traía mi ropa. Le digo: ‘señorita ¿puedo ir por mi ropa?’ ‘Sí, ¿te puede acompañar una compañera?’, ‘pues mi compañera de cuarto.’ Entonces yo llego donde mi amiga. ‘Ya encontré en donde quedarme.’ ‘Ay, si estaba preocupada por ti’ me dice mi amiga’; ‘sí, ya vengo por mis cosas’; ‘ten me dice para que te vayas en un taxi, porque yo tenía muchas cosas’. Le dije: ‘mira la pantalla no me la llevo’, porque tenía una pantalla grande, un mes que la había comprado en Electra; ‘te la dejo, mírala tú con tus hijos’, porque ellos no tenían televisión. ‘¿De veras? Te la voy a ir pagando poco a poco,’como la iba pagando yo en Electra. ‘Te puedo dar 500 pesos cada vez.’ Así fue haciendo. Yo iba y me daba plata. Ya pues tomamos el taxi; echo mi ropa atrás del taxi y yo me fui adelante con el chofer y mi compañera detrás9.
Así es como toma un rumbo inesperado la vida de Marbella. Los 500 pesos que le paga la amiga para el televisor, sus únicos ingresos, le permiten solventar sus necesidades más básicas. Para ella, la casa hogar Xochiquetzal, es un verdadero “paraíso” pues en ella todo es gratuito: “las tres comidas son gratuitas, tenemos agua caliente, tenemos luz, tenemos pues, todo”.
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Marbella y yo nos conocemos desde hace muchos años y, con el tiempo, nos hemos hecho muy amigas. Cuando la vi, por primera vez, a finales del año 2012, en la Casa Xochiquetzal, ella estaba en su cuarto, sentada en la cama, leyendo uno de los tantos libros que le llevan sus compañeras de la casa o la gente que la viene a visitar pues es conocida su afición a la lectura: “Los libros te cultivan, te ayudan a no pensar en los problemas”. Ha leído a Proust, Ruben Darío, … y a un sinnúmero de otros autores y es capaz de recitar, de memoria, a algunos de los poetas más conocidos de la literatura hispanoamericana.
El cuarto, amplio, solo tiene lo estricto mínimo: una cama con una pequeña alfombra, un closet, una mesa y una silla. Me siento en la cama, a su lado y no basta mucho tiempo para que Marbella empiece a contarme su vida. En aquel momento, lo que le preocupa es la respuesta a un certamen poético a la que participó y cuyo premio le permitiría viajar a… ¡Italia! Sin más, empieza a declamarme unos de sus poemas preferidos, los que mejor hablan de ella: “La tercera edad”, “En la otra esquina”. Con los ojos llenos de lágrimas (confieso que también estoy muy trastornada), pues la siguen golpeando los recuerdos, evoca la actitud de sus hijos, de rechazo rotundo por parte de uno, y de total indiferencia por parte de la otra (otra hija falleció, de joven) que destrozan su corazón de madre.
Pero, alzando la cabeza le brillan de nuevo los ojos al pensar que las elecciones que las circunstancias y la vida la obligaron a adoptar, convirtieron a sus hijos en personas hechas y derechas. Cuenta:
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La niña tenía dos meses en aquel entonces y dormía en el cuarto de los padres (nota de la autora).
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Ver nota 3.
yo cuando llegué a la casa, cuando todavía vivía con él [su esposo], para darle de comer a mis niños y él, porque él se había quedado haciendo unos aretes porque teníamos un pedido. Entonces, le dije a mis hijos: ¿qué están haciendo aquí hijos? Me dicen: ‘estamos jugando, es que mi papá está con Rosa y con mi hermanita chiquita10’. ¿Con Rosa? y ¿qué está haciendo?’ Me dicen: ‘pues, se vino Rosa a buscarte y ahí se quedó platicando con mi papá’.
Yo todavía no sospechaba nada, porque Rosa para mí era como mi hermana. Pero llego y los encuentro en plena acción, teniendo sexo; no les hice pleito, agarré mis maletas, la ropa de mis hijos y la mía y ya, todo lo que tenía de material, todo, todo lo agarré y ahí se quedan. ‘Yo no te voy a pelear, no vale la pena; cuando hagas esto no lo hagas en tu casa ni con tus hijos, ni en mi cama’. Yo sé que el hombre no es fiel, yo sé que todos los hombres tienen su desliz. Le dije: ‘¿sabes qué?, hay que respetar la casa, por lo menos hay que respetar la casa, no que yo te quiero, no, desde el momento que hiciste eso, aquí en tu propia casa, no; además, para mí, ya no vales nada, eres un cero a la izquierda, y yo no te voy a dar la disputa.’ Así se quedó en la casa y yo agarré y me fui con mis tres hijos a Morelia. Ahí ya desesperada porque mis hijos necesitaban ropa, calzado, ir a la escuela los grandes, me voy a sentar a un café, a un café de un hotel que está ahí en los portales, en Morelia…11
De lo más anodino, al parecer. Pero, nada lo es en algunos lugares, y por muy ingenua que sea Marbella, sabe que una mujer sola y solitaria atrae la mirada y puede representar una invitación para encuentros fortuitos, tanto más que en aquel momento, ella se encuentra en serios aprietos económicos. Sigue contando:
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Ver nota 3.
entonces voy y pido un capuchino, cuando se me acerca un mesero, y me dice:’ señora, señorita perdón’. ‘Sí dígame’. Dice: ‘mire el señor aquel dice que si no le acepta una invitación a comer’. Yo dije: ‘señor yo necesito tu ayuda, ¡que se haga tu voluntad!’ ‘¿Qué le digo?, que sí, le acepta una copa? Levantó la copa y se acerca él a mi mesa como si me conociera de toda la vida. Le digo: ‘bien y tu esposa ¿cómo está?’ y me dice: ‘bien’. Ahí, yo sí dije: será o no será. Total, pagó la cuenta y me da el mesero un papelito que si podía subir a la habitación que no más pidiera yo las llaves de la habitación. El señor ya se había ido a la habitación, y le digo: ‘bueno’, porque así eran las cosas en ese tiempo, entonces le digo bueno, y ya. ¿Me da las llaves de la habitación fulana por favor?’ Entonces, ya llego y me dice [el cliente de la habitación]: ‘hoy es mi cumpleaños quiero que me acompañes, no quiero sexo, quiero que me acompañes a comer, a tomar, para festejar mi cumpleaños.’ ‘Pero, nada más hasta determinada hora, porque tengo tres hijos, le digo y esos tres hijos me necesitan también; entonces nada más tengo hasta las tres de la tarde’. Me dice: ‘ah, bueno’. Agarra y nos fuimos a comer, a bailar, yo no me gusta tomar, ni vino así. Me mezcló un coctel y yo dije: bueno ya aquí ¿qué quiere? Ya cuando dieron las cuatro, le dije bueno: ‘yo, ya me voy, me retiro, ahí te quedas’, y me dice: ‘no, te llevo a tu casa’; le digo: ‘no me gusta’. Entonces me dice: ‘toma, agarra’. Te estoy hablando de hace aproximadamente 45 años. Agarro y me dio 3000 pesos. En aquel entonces, una fortuna no, yo me sentí millonaria, pues claro, buena persona, muy buena persona; son pocos así, entonces dije: ni modo, otro día vuelvo a ir al café a ver qué me sale. La verdad, ya iba, y a ese señor después lo volví a ver en el café y siempre me estaba esperando, después sí hubo sexo.
Pero, la primera vez cuando tuve sexo, no con él, yo me sentí asqueada, me sentía mal, que no merecía el abrazo y el beso de mis hijos; así me sentí, pero ni modo; ustedes tienen que comer. Le comenté al señor que era la primera vez. Dijo: ‘está bien, yo nunca te había visto la verdad, me gustaste desde el principio.’ Fue muy duro.
Era en el hotel nada más; llegaba yo a la cafetería y me sentaba. Iba el mesero, me entregaba un papelito, porque todo tenía que ser con discreción, claro, era un hotel de 5 estrellas allí en Morelia y entonces pues la gente era adinerada. Yo llegaba, pedía un capuchino y te conocían. Nada más éramos tres las que trabajamos ahí, nada más; siempre las mismas, siempre las mismas, todos los días. El gerente nos conocía.
Yo, nada más trabajaba desde las 8 de la mañana; sacaba a mis hijos a la escuela hasta las 3 de la tarde. Cada encuentro duraba, unos 10 o 15 minutos. Había veces que yo salía por ahí; cobrábamos nosotras juntas, para pagar, para estarse ahí sentada; a la semana nos daba un porcentaje por los clientes que metíamos. El gerente decía: ‘el huésped ya nos pagó a nosotros, ya nos dio nuestra propina, ya lo que sale es de ustedes, y si ustedes saquen, dice, es su dinero; a mí ustedes no me van a dar nada, al contrario, nosotros sí les cobramos a ellos la renta de lo del cuarto, le aumentamos un 10 % más’, porque como era el encuentro entre trabajadores del sexo y su cliente, era por parte del hotel, sí, pero entonces eran habitaciones del hotel, sí, pero no eran las habitaciones de los clientes, eran otras habitaciones, no eran sus propias habitaciones. Entonces, en la renta de las otras habitaciones nos daban a nosotras un porcentaje en un tiempo. Algunos clientes, si querían, nos daban propinas, y algunos no, nada más lo que se cobraba. Yo, había veces en que yo salía con cinco mil, seis mil pesos diarios. La verdad con 5 o 6 clientes, pero yo nunca, como te digo, yo nunca tuve un con ellos como decir yo un deseo como te dijera, de estar con ellos; ahí, yo, al contrario, estaba asqueada yo hasta marearme, no, no, no, y eran limpios, gracias a Dios sí, un hotel de 5 estrellas pues tenía que ser limpios, sobre todo y aparte yo, mi limpieza vaginal muy importante. En ese entonces, no había preservativos no había, nada. No quedé embarazada porque yo nunca permitía que terminaran en mí. Siempre cuando yo sentía que ya el tiempo se iba a terminar, así como que me jalaba y salía, nunca lo permití. Muchas compañeras mías se quedaron embarazadas. Abortaban; tenían el bebé, algunas, y otras abortaban, incluso yo me enojé con más de tres porque regalaron el niño.
Pero, pues, la verdad fue poco tiempo. Cuando yo empecé a trabajar en eso, mi hijo tenía 9 años y él se recibió a la edad de 17, un año después se recibe la muchachita de contadora; para ese entonces, ya había muerto mi otra hija - se me murió a los 18 años le dio leucemia. Yo dije hasta aquí. Casi 10 años, más o menos. Pues yo me vine de Michoacán, acá, para México, precisamente para olvidar muchas cosas de ésas.
He hecho los trabajos más humildes, para pagar mi renta y todo lo que necesitara en ese entonces, yo he trabajo de limpieza en el metro, he trabajado en limpieza en la Gustavo Madero, trabajé con una empresa que se llama Lavacar, trabajé en diferentes empresas; he trabajado toda la vida, en los trabajos más humildes, pero lo otro, no he vuelto ¡ah!, ni pienso hacerlo.
Las compañeras [de la casa] a mí por eso me tenían mucho coraje; decían que yo estaba muy joven, que yo todavía podía ejercer, que podía salir a practicar, trabajar, salir a ganarme algún dinero, que yo no todo lo podía conseguir de la casa. Yo no la tengo gratis, porque en la casa yo cumplo con mis labores, aunque algunas han dicho que yo no debo tener el movimiento de trapear, que yo no debo tener el movimiento de barrer, porque tengo la columna movible. Entonces, yo lo hago de todas maneras12.
Nuestra conversación ha durado más de lo pensado. Es tiempo de despedirme pues ya ha anochecido y la colonia donde está ubicada la Casa Xochiquetzal no es muy segura. Al salir, me entrega Marbella, unos de sus poemas para que no la olvide. ¿Cómo podría? Al contrario, queda grabado en mi memoria nuestro encuentro, pero pasarán unos cuantos años antes de que podamos reunirnos de nuevo.
En 2015, estoy de paso en la Ciudad de México, y quiero aprovechar los pocos días de mi estancia en la capital, para visitar a Marbella, pero ésta acaba de viajar a Morelia. Me entero, sin embargo, de que no ha ganado el premio que tanto la hacía soñar. ¡No me es muy difícil imaginar la desilusión que tuvo que sufrir! En aquel momento es cuando surge en mi mente – no sé aún cómo – el que es preciso hacer algo para demostrarle que el mundo de los ensueños no siempre es perseguir fantasmas, que la vida es una perpetua sorpresa y que el tiempo permite todos los posibles insospechados.
Transcurre el tiempo; siempre pienso en ella cuando viajo a México, pero a pesar de mis múltiples estancias no me es dado permanecer en la capital. Por si fuera poco, Marbella no tiene internet y yo ignoro su número de teléfono. He intentado localizarla en varias oportunidades, llamando por teléfono a la Casa Xochiquetzal, en vano, y los responsables del Hogar no han contestado mis emails. La solución surge, inesperada, merced a Jesús Petlacalo, entrañable amigo, famoso cronista del barrio de la Merced, que resulta ser también amigo de Marbella y que acepta ayudarme y visitar a Marbella para que yo pueda reanudar el contacto con ella y verla en mi futura estancia en México.
Siete años después de nuestro primer encuentro, en marzo de 2019, ella pisa el hotel donde me alojo en la capital. No ha cambiado, aunque camina ahora con un bastón. Su sonrisa, resplandeciente, sigue igual de calurosa. Después de abrazarnos, ella se “mete”, gustosa, a la tarea de contarme todo lo que ha pasado a lo largo de los años. ¡Es incansable y hay tanto que narrar! Sin muchos recursos – aún no ha recibido la ayuda gubernamental a favor de la gente discapacitada – ella encuentra de vez en cuando a gente que le propone trabajo – aunque la mayoría de las veces la explotan o defraudan. Pero, cuenta: “Yo lo hago más para sentirme activa, sentirme viva, pues la verdad, necesidad de trabajar no tengo”.
A diferencia de muchas de sus compañeras de la Casa Xochiquetzal que, ocasionalmente, se prostituyen, ella ha dejado este pasado muy atrás:
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Entrevista de la autora con Marbella. Ciudad de México, 2019.
yo lo hice, le digo, porque necesitaba sacar a mis hijos adelante y me quedé con mis hijos chiquitos; el mayor tenía 7 años, el del medio 5 y la otra chiquita dos meses. Yo tenía que salir adelante; mis hijos tenían que tener un techo, tenían que esto, tenían que lo otro. Pero salí adelante y doy gracias a Dios13.
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Ver nota 13.
Su esposo, del que nunca se divorció, falleció, abandonado por todos sus hermanos. Solo se enteró ella de su muerte porque en el momento de sepultarlo en la fosa común, las autoridades encontraron su nombre y empezaron a buscarla… Su verdadera familia ahora es otra “ahora, aquí, en esta casa, nosotros somos una familia, no de sangre, pero es la familia que elegimos, es la familia con la que estamos”14. Sí, tienen hermanos, hijos, pero el trato es otro y por lo general, ellos las descuidan o ignoran.
Marbella es feliz a su manera. No pide nada, no exige nada; se contenta con lo que tiene, con lo que se le presenta cada día. Lee, teje, fabrica aretes, de vez en cuando visita a su hija y a sus nietos cuando se le permiten. Pero, más que todo, ha aprendido a disfrutar cada momento, sin quejarse, jamás; ha aprendido que, si
queremos a los hijos, tenemos que querernos más nosotros; nosotras debemos querernos más; yo me levanto en la mañana y me doy mi abrazo, y me digo ya amaneció, y digo gracias Dios porque aquí estoy; me duele mi pie para caminar, se me hincha mi pie, y digo gracias señor por este dolor por que me haces saber que estoy viva, y que tengo que luchar para seguir viva; tengo que continuar, y no dejarme vencer…
No sé, es mi forma de pensar, no, pero muy positivo. Por ejemplo, mañana, mañana me voy a salir todo el día; me voy a un museo, que son gratis los museos porque no hay dinero, me voy a los museos que son gratuitos a ver cualquier exposición; cualquier cosa que haya; a mí me encanta andar de museo, aunque no compre nada, aunque no haga nada. Todas tenemos esta mentalidad, yo pienso que toda mujer lo debe de tener. Pero no todas las tienen, porque no nos valoramos. Estamos acostumbradas que, desde niñas nos dicen, tú no vales nada; tú, porque no eres como tu hermana, como tu prima, como este. No, yo soy yo, yo tengo mi propia esencia; tengo que brillar por mí; no me voy a parecer a mi hermana, porque mi hermana es un molde y yo soy otro molde.
Enojo no tiene. La vida y las experiencias que la han instruido sobre la naturaleza humana le han procurado una increíble sabiduría:
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Ver nota 13.
el hombre piensa que es feliz cuando toma; el hombre piensa que es feliz cuando tiene muchas mujeres…. si el hombre les pega [a las mujeres] es porque las quiere; no es cierto, ese es un error muy grande. El hombre te pega porque es cabrón, no es porque le quieras, el hombre que le quiere a la mujer la riega con amor, la riega con detalles, la riega con muchas cosas y ese amor va creciendo; es como una flor a la que tú estás cuidando; le hechas agua, le hechas abono, le quitas la mala hierba, le hablas a la plantita, y aquella plantita va creciendo hermosa, porque está sintiendo el cariño de la persona que la cuida; así es la mujer.
Si el hombre que se casa con ella la cuida, la protege, la procura y no solamente con dinero, no, con comprensión, con cuidado y con ternura, con cuidados de apoyo, apoyarse uno en el otro…, si yo había veces que veía llegar a mi esposo enojado y agarraba a mis hijos pues vámonos, me iba con mis hijos a caminar, lo dejaba él solito en la casa; llegaba yo, ¿ya te sientes más tranquilo? ¿quieres un café?, sí hazme un café, agarraba y le daba un café, ahora sí platícame ¿qué tenías? No es que esto, que esto, le digo: mi vida te estás enojando otra vez; para pelearse se necesita dos pendejos. El pendejo que agrede y el pendejo que contesta, y como yo no quiero ser ninguno de los dos pendejos ahí te quedas tú solo otra vez. Mira, tus problemas en el trabajo son tus problemas; aquí, de la puerta para adentro en tu casa, es tu casa, y tienes que estar tranquilo, y procurar la tranquilidad de los de tu casa; a mí ¿cuándo me has visto que yo llegue enojada gritando esto y lo otro? ¿tú crees que no me enojo en la calle? Sí, me enojo, pero mi familia no tiene la culpa de mis problemas en la calle, y de la puerta para afuera puedo yo maldecir, decir lo que yo quiera, pero de la puerta para adentro es mi casa; es mi hogar y tengo que procurar la felicidad de los que están conmigo15.
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Solo lo menciona porque lo extrae del poema. La realidad es otra por supuesto. Nota de la autora.
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Marbella. “Yo soy.”
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Marbella. « Tercera edad. »
Sabes, Dominique, ¿por qué te cuento todo esto? Simplemente porque “Yo soy tu amiga incondicional y aunque tú me ignores16, ahí estaré siempre para ti, y ¿sabes por qué?, porque simplemente yo soy yo”17. Yo/Ella, que “solo pid[e] que [le] den [su] lugar, que [la] dejen seguir siendo lo que es. Un ser que siente, que ama, que ríe, y que aún ama el seguir viva.”18
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En el año 2017, nacía la revista Trayectorias Humanas Trascontinentales (TRAHS) pero aún no había llegado el tiempo para que Marbella pudiera expresar sus talentos de poetisa, fuera de su pequeño círculo de amigos y conocidos de la Ciudad de México.
En octubre de 2019, la varita mágica de la amistad cumpliría uno de sus sueños.