El conflicto colombiano: el peligro de conocer solo una versión de la historia
A la pregunta sobre las razones por las que el pueblo colombiano no se ha dejado seducir por el actual proceso de paz con las guerrillas de las Farc y el Eln, habría que cuestionarse ¿qué intereses hay detrás? y ¿quién ha contado las versiones de la historia de esa dramática realidad social que ha pervivido en Colombia por más de 50 años?
El conocer y tratar de entender los diferentes prismas de la realidad social, puede empezar por decodificar dispositivos de discriminación e indolencia que, en suma, son obstáculos para comprender que lo que en apariencia consideramos “otras” realidades sociales, son también nuestras. Si se logra ver esas conexiones sociales, existe la posibilidad de reescribir esa historia única que se ha difundido bajo el agravante de inducir a pensar como “única verdad”, y abrir una oportunidad de conexión responsable como ciudadanos de un mismo país en aras de fortalecer la opinión pública ante los discursos maniqueístas que dificultan la comprensión real de los hechos.
To the question about the reasons why the Colombian people have not allowed themselves to be seduced by the current peace process with the guerrillas of the FARC and the ELN, we should ask ourselves ¿what interests are behind? and ¿who has told the versions of the history of that dramatic social reality that has survived in Colombia for more than 50 years?
Knowing and trying to understand the different prisms of social reality can begin by decoding devices of discrimination and indolence that, in short, are obstacles to understanding that what we apparently consider "other" social realities, are also ours. If you can see those social connections, there is the possibility of rewriting that unique story that has spread under the aggravation of inducing thinking as "only truth", and opening an opportunity for responsible connection as citizens of the same country in order to strengthen public opinion before the Manicheist discourses that hinder the real understanding of the facts.
¡Cuán difícil puede ser comprender los acontecimientos que se presentan en los conflictos sociales y armados de cualquier índole y, al tiempo, mantener una impermeabilidad a las perspectivas esencialistas - como oposición al constructivismo - que tienden a desdibujar o invisibilizar las realidades sociales que acomete! Pero, resulta aun más difícil abordar el conflicto colombiano por su misma complejidad histórica hasta las circunstancias actuales, con sus actores sociales, que entre otros agravantes, intervienen inmersos en una situación de polarización ideológica y política, hasta crear un caldo de cultivo para la distorsión y/o manipulación de información cuyo efecto dificulta aún más obtener una visión histórica, real e integral del drama colombiano; drama en el que pervive una amnesia selectiva hacia su doloroso pasado de injusticia social.
Por lo anterior, ese desequilibrio ensombrece de sangre, corrupción, inequidad social e indolencia el presente, cerrando así toda posibilidad de un futuro digno para la sociedad colombiana; pero, pareciera que se tuviera una letal memoria vitalicia por quienes decidieron hace muchos años - se podría decir desde momentos independentistas de la corona española- identificar, desacreditar y, en muchos casos, eliminar a los contendores o detractores políticos que se han atrevido a cuestionar, o que no han aceptado el statu quo impuesto por aquellos actores sociales que usaron su papel de privilegio para instaurar un matrimonio perversamente corrupto, entre la justicia y el control político, con la intención de asegurar su poder hegemónico.
En parábola
Para comprender el peligro de conocer solo una versión de la historia en el conflicto colombiano, resulta pertinente narrar de manera breve dos relatos que pueden ayudar no solo a entender mejor la fotografía de la compleja realidad actual colombiana, sino además mostrar como problema universal, la fragilidad del ser humano frente a las versiones de las historias que se cuentan y la vulnerabilidad de la sociedad respecto al poder de agentes sociales que tienen estatus de poder o privilegio, frente al resto de sociedad. La situación se puede tornar aún mas crítica si se desconoce la verdad histórica de los hechos acontecidos y el poder de quién cuenta esa historia o por el contrario, cuando se usa ese poder para ocultar otra parte de historia; la de los “otros”: aquellas historias que no son contadas y que quedan relegadas al olvido.
La primera historia parte de una parábola popular que se le atribuye al poeta persa del siglo XIII Yalāl ad-Dīn Muhammad Balkhi (Rumi) que describe la experiencia de Los seis ciegos y el elefante. El poeta, a través de su relato quiere llamar la atención sobre cómo “nuestra verdad es solo la porción de realidad que percibimos”.
La parábola de los seis hindúes sabios ciegos narra un acontecimiento inédito, que se produce cuando un elefante irrumpe en un pueblo de ciegos. Nadie sabía qué era un elefante, por lo que deciden enviar a sus seis sabios -también ciegos- para que describieran al animal y, luego, transmitieran a sus ciudadanos su conocimiento.
El primer sabio en palpar al elefante, se estrelló contra su lomo y expresó: “¡ah! El elefante es como un gran muro”. El segundo sabio se tropezó con una de las extremidades del paquidermo, palpó en torno a su pata y dijo: “es evidente que el elefante es tal como una fuerte columna” y, así, sucesivamente uno a uno los sabios describían al animal, de acuerdo con lo que lograban percibir a través del tacto. Así, quien tomó el colmillo pensó que el elefante era como una lanza; el que tocó su trompa declaró que el animal era como una serpiente; el sabio que palpó su cola aseguraba que el elefante era como una soga; el que atinó con su oreja insistía en que el elefante era como un abanico… de esta manera entre los sabios debatían cada uno desde su experiencia personal y defendían su propia opinión como única verdad, sin aceptar que quizá cada uno podría tener un conocimiento parcial, lo que llevaba a todos al error.
Gráfica1. Interpretación ilustrada de “Los seis ciegos y el elefante” fuente: http://cuentosdekimo.blogspot.nl/2015/10/a-que-se-parece-un-elefante.html
Esta parábola de los seis ciegos y el elefante, lejos de caer en el anacronismo, al contrario se puede considerar como un mensaje constructivista, dado que escapa a los límites temáticos, históricos y geográficos. Muestra, a manera de reflexión, lo nocivo que es divulgar una verdad a partir de una percepción personal, como verdad absoluta y se evidencia la vulnerabilidad de las percepciones sensoriales y las propias experiencias de vida que pueden conducir a un acceso limitado y a interpretaciones erróneas o ambiguas.
¿Cómo puede una persona con un toque limitado de verdad convertir eso en la única versión de toda la realidad, cuando nuestra “verdad” es tan solo un pedazo, una cara de la realidad que podemos percibir?
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Por sus siglas en inglés: Technology, Entertainment, Design. Serie anual de eventos a los que se invitan a los más importantes pensadores para que compartan su conocimiento.
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https://www.ted.com/talks/chimamanda_adichie_the_danger_of_a_single_story/transcript?language=es#t-46807
La otra reflexión que sirve como referente para entender la complejidad del conflicto colombiano es un relato de la novelista nigeriana Chimamana Ngozi Adichie, en las conferencias TED1, quien en su charla se vale de los imaginarios sociales que se crean cuando el relato se produce desde el prejuicio social, hacia lo que realmente se desconoce, hasta los casos en que la narración de la historia se produce desde una perspectiva de “el poder”.2
Chimamama Ngozi, a partir de su entorno familiar y social, narra la manera como se desarrolla su infancia y adolescencia y la percepción muy personal que tenía del mundo debido a la influencia de la literatura norteamericana e inglesa, hasta llegar a la madurez en calidad de escritora, donde describe la forma de crear su propia manera de ver el mundo africano y el imaginario de ese otro mundo desarrollado respecto a lo que pensaba que era Norteamérica. Ella expresa a través de su pensamiento aquellos cuestionamientos identitarios que se generan como escritora africana, confrontándolos con la realidad social que percibió en la sociedad estadounidense y cómo esta sociedad a la vez desdibujaba a África, tanto geográfica como conceptualmente, en cuanto a lo social y, a partir de prejuicios que se habían trasmitido por generaciones, donde se crean mecanismos de discriminación y subestimación hacia otras culturas.
Su reflexión la lleva a expresar que no se puede hablar de la historia única sin evitar abordar el poder, “La historia única crea estereotipos y el problema con los estereotipos no es que sean falsos sino que son incompletos…hacen de una historia, la historia única”. La escritora africana trasciende hasta las posibles consecuencias que produce este tipo de historia reduccionista al “robar la dignidad, dificultar el reconocimiento de nuestra igualdad humana, enfatiza nuestras diferencias, en vez de nuestras similitudes”.
Una reflexión que obliga a adentrarse en el campo de la epistemología pues resulta fundamental pasar a generar cuestionamientos que vayan más allá de lo evidente y que comprueben si esa “verdad” que se cuenta corresponde a la realidad:
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¿Cómo se cuenta?
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¿Quién cuenta la historia?
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¿A quien se le cuenta?
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¿Para qué se cuenta? ¿qué intención hay?
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¿Cuándo se cuenta? ¿en qué momento?
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¿Cuántas historias son contadas?
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¿Desde qué momento de los hechos se cuenta esa historia?
Orígenes del conflicto
Para todos, es un reto definir la naturaleza de la guerra en Colombia y se refleja en las diferentes interpretaciones a pesar de que en el imaginario social latinoamericano, la época de la violencia en Colombia se diera tan solo a partir de mediados del siglo XX y que este periodo se registrara en obras como por ejemplo, “Bandoleros gamonales y campesinos” de Gonzalo Sánchez y Donny Meertins; autores que anotan ese surgimiento del conflicto social y armado como “resultado de la crisis en las relaciones, Estado, partidos, movimientos sociales y actores armados (Sánchez G, Merrtens D, 2006: 9).
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Stephen Ferry (Cambridge, Massachusetts). Reconocido periodista, maestro en reportería gráfica en la Fundación Nuevo Periodismo Iberoamericano. Experto en movimientos políticos y sociales. Su remarcable trabajo de investigación lo presenta en “Violentología, un manual del conflicto colombiano” es el resultado de su experticia en documentar la realidad social colombiana en especial en sus periodos de conflicto social y armado. Su web oficial: http://stephenferry.com/
Pero, los inicios del conflicto colombiano no escapan a la controversia. Stephen Ferry3hacía referencia respecto a que el conflicto colombiano no existía per se y planteaba que se trataba más de “muchos conflictos violentos –sociales económicos y políticos que, a través del tiempo, se han exacerbado y mezclado de forma inextricable” (Ferry, 2012:11), una visión bastante acertada si se hace un examen exhaustivo, desde la misma independencia de Colombia de la corona española.
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Este informe es el resultado de 960 misiones en terreno en 500 centros poblados, como parte del monitoreo y acompañamiento permanente que la MAPP-OEA adelanta, desde 2004, en las zonas más afectadas por el conflicto armado y la criminalidad en Colombia. https://www.mapp-oea.org/
La visión gradualista de la confrontación armada en Colombia que predomina hasta finales del siglo XX en la que se asume que el conflicto pasa por una escala cualitativa en la confrontación que iría de las luchas revolucionarias hasta lograr, en apariencia, un estado de insurrección que era la situación que se creía atravesar en ese momento, motivó a que expertos como Ferry en el caso colombiano se identificaran acorde a esa teoría. No obstante, al extenderse el conflicto por años, esos mismos estudiosos que apoyaban esa hipótesis se enfrentan, luego, a que la problemática social en Colombia es aun más complicada y que, al contrario, el conflicto había entrado en una degradación de la confrontación política y social de esta pugna interna a escalas inimaginables, y en retrospectiva se evidencia en los periodos del conflicto social y armado que parten de las guerras civiles del siglo XIX, pasando por la época conocida como “la violencia” hasta llegar al conflicto actual, que a pesar de haberse firmado un tratado de paz con la principal guerrilla de las Farc, aun la tensión permanece con el otro grupo, Eln y ya se evidencia el resurgimiento de cuerpos paramilitares, que están reocupando territorio antes controlado por las Farc y, de acuerdo con el último informe oficial de La Misión de Apoyo al Proceso de Paz en Colombia de la Organización de los Estados Americanos (MAPP-OEA)4 resurge el terror, en especial hacia los defensores de derechos humanos y activistas cívicos. En general las victimas eran simpatizantes de movimientos con ideologías de izquierda.
Las versiones del conflicto y el proceso de paz
Desde la comunidad internacional y la opinión pública en general, se ha derivado una serie de cuestionamientos y prejuicios acerca de la negación o rechazo al proceso de paz, por parte de la sociedad colombiana. Sin embargo, pocos se detienen en escudriñar las razones por las que gran parte del pueblo colombiano no se ha dejado seducir por el proceso de paz con las guerrillas de las Farc y el Eln.
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Medios de noticias como RCN, columnistas como Salud Hernández, revista Semana, las 2 orillas, El País, entre otros.
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https://www.las2orillas.co/la-gente-firma-la-paz/, http://www.elpais.com.co/opinion/columnistas/diego-martinez-lloreda/la-paz-de-santos.html
De hecho, en medios de comunicación, editorialistas, columnistas y blogueros, portales de noticias internacionales5, se detienen bajo una exclamación que llega a tener tonos de reproche: ¿qué les pasa a los colombianos? ¿por qué no aceptan la paz? ¿por qué firman contra la paz?6, ¿es que no la quieren? lo que obliga a preguntar ¿quién ha descrito y narrado las versiones de la historia de esa triste realidad social que ha pervivido en Colombia por más de 50 años?
Las diferentes fuentes además pueden mostrar rastros de cómo se puede desdibujar la realidad social, bien como resultado de la ignorancia, de la desinformación, o de la manipulación como estrategia al servicio de intereses que pueden ir desde los más aparentemente inofensivos por ideales políticos para superar a sus contendores en elecciones pero que, además, pueden llegar a esconder otros fines corruptos y perversos que buscan crear indolencia y justificación para la muerte de contradictores políticos, que pueden representar a agentes sociales “incómodos” o amenazantes de acuerdo con el logro buscado.
El escritor y pensador uruguayo Eduardo Galeano expresa en una de sus reflexiones sobre civilización política que “Las guerras mienten, ninguna guerra tiene la honestidad de confesar…” “[…] ellas invocan nobles motivos, matan en nombre de la paz, en nombre de la democracia”. Pensamiento que se sustenta en la misma teoría del conflicto, que demuestra que el potencial para que se produzcan conflictos siempre ha estado y estará presente (Giddens, 2015:306).
Parten de una búsqueda del poder o privilegios, de riqueza económica; o tener un motivante de búsqueda de ganarse un estatus o no aceptación de condiciones de inequidad social. En el caso colombiano, convergen todas las motivaciones y circunstancias mencionadas y es quizá uno de los factores que hacen aún más compleja la situación pues el conflicto nace en la obsesión de poder de unas familias que intentan convertir al país en un Estado patrimonial para lo que se crea un complejo sistema de corrupción que permea a todas las esferas de la sociedad y termina por establecer una gran brecha de inequidad entre clases sociales, como también desigualdades de género y etnicidad, pero que se complica aun más con la llegada del narcotráfico que aumenta la perversidad de los conflictos en Colombia a escalas nunca antes vistas, al tiempo que degradan de manera perversa la confrontación social. Cabe anotar que, a mediados del siglo XX, las guerrillas no nacen con un proyecto político como tal; surgen en esencia como una defensa contra el nepotismo del Estado y el terror que representaba las estrategias del gobierno para permanecer y obtener mayor poder.
En la misma línea de pensamiento, puede advertirse en la remarcable obra de reportaje gráfico Violentología, un manual del conflicto colombiano, donde Stephen Ferry expresa en su trabajo de investigación directamente en el terreno del conflicto social y armado de Colombia, que es “una dolorosa realidad ocultada tanto por la retórica oficial como por la propaganda insurgente” (Ferry, 2012).
Dichos referentes alertan sobre el peligro que representa el solo conocer una versión de esa historia, cuando la realidad nos puede mostrar varias caras que dependen desde qué ángulo se esté ubicado para observar ese conflicto; o, desde donde se vive o se hace parte de esa realidad. Un campesino que ha sufrido en carne propia o en la de sus familiares los rigores de esa violencia y que se ha visto atrapado entre los fuegos de guerrilla, paramilitares, gobierno y delincuencia común y grupos elites de E.E.UU, tendrá de seguro una visión muy diferente del conflicto, frente a los citadinos que residen en ciudades como Medellín y Bogotá quienes en su gran mayoría se han limitado a observar el conflicto desde los televisores o redes sociales.
Como se expuso en las dos historias de la primera parte del artículo, los diferentes modos de aproximarse a una realidad social afectan y condicionan la percepción de cada individuo y la forma de asumir esa realidad.
¿Se puede hablar de un escenario Posconflicto?
Un hecho concreto en el que se demuestra la vulnerabilidad de la sociedad ante una versión de la historia se produce el 2 de octubre de 2017, remarcable para el grupo de oposición política al proceso de paz. El gobierno pierde el plebiscito para que la sociedad colombiana aprobara lo pactado en el Tratado de Paz de La Habana, con la guerrilla de las FARC y por unos pocos miles de votos pierde la consulta popular.
El opositor al proceso de paz, el caudillo de extrema derecha Álvaro Uribe Vélez demuestra su fuerza populista y capacidad reaccionaria en los medios de comunicación, lo que crea un clima de incertidumbre para el momento decisivo en que el presidente Santos necesitaba el apoyo de sus ciudadanos.
Para comprender este resultado hay que ir atrás, a la campaña para el plebiscito que muestra otra cara de la degradación del conflicto, la polarización política donde la sociedad civil es el campo de batalla; las armas serán las versiónes de cada historia que se crean para inclinar la balanza en beneficio propio, tanto desde el gobierno como de los contendores políticos
Por una parte, el gobierno manipuló la información para que la sociedad pensara que estaba eligiendo entre la Paz o la Guerra y, de manera temeraria, el mandatario colombiano creó una historia donde aseguraba que “tenía información confidencial que las FARC estaban listas para atacar a las ciudades, si no se ganaba el plebiscito”. Por su parte, los opositores al tratado, recurrieron a lo que Pierre Bourdieu llama los vicios del pensamiento nacional. Uno de ellos “el moralismo” (Bourdieu, 2000) fue la estrategia para que no se aprobara la consulta popular, al tergiversar los contenidos referentes a la problemática de derechos y protección de las mujeres que se incluyeron dentro del tratado de paz. De esta manera, el Centro Democrático (partido de oposición) logró que la sociedad pensara que el tema era de ideología de género, lo que produjo un rechazo contundente por parte de importantes sectores moralistas y religiosos, tanto católicos como protestantes; ambos bandos emplearon argucias, crearon noticias falsas, sembraron un clima de pánico y aumentaron la polarización entre ciudadanos. El resultado de la pérdida del plebiscito deja ver el menoscabo de confianza del país sobre su presidente y muestra la instrumentalización de la religión como arma política con suficiente poder para que esa versión de la historia fuera la que decidiera los votos.
No obstante, solo una semana después, desde Oslo (Noruega), el comité del Premio Nobel de paz lanza un salvavidas al proceso de paz al anunciar como ganador al presidente de Colombia Juan Manuel Santos. Se podría pensar que recibió el Nobel justo por haber perdido el plebiscito; después de esta derrota popular se requería de un hecho excepcional para devolverle la legitimidad política al gobierno y salvar el proceso, dado que era cuestión de días para que se desestimara lo hecho hasta el momento en la mesa de negociaciones en La Habana, con el riesgo de terminar los diálogos de paz.
El Comité del Premio Nobel podría haber tomado esa elección como un acto de responsabilidad política con Colombia; de este modo, el mandatario colombiano recuperaba su liderazgo y lo comprometía a tomar las medidas necesarias para no volver a la guerra. Por ejemplo, no establecer plazos imposibles de cumplir; lo desarma prácticamente, lo obliga a escuchar, pero de igual manera obliga a hacer lo mismo a sus detractores y a conciliar. Unos meses después el tratado de paz es aprobado por el Congreso.
No obstante, a pesar de esa presionada aprobación, aun resulta temerario hablar de un posconflicto total en Colombia; si bien es cierto que los combates con las FARC quedaron en el pasado, aun quedan grupos disidentes de este grupo armado que aterrorizan las zonas rurales. Por su parte el ELN, la segunda guerrilla más antigua sigue aun en pie de lucha, atentando contra la infraestructura petrolera y por ende afectando de manera grave los ecosistemas de las regiones en donde tiene influencia. Además solo basta con detenerse en la cifras de asesinatos de dirigentes cívicos, y de atropellos a la población indígena y rural campesina de Colombia. Un doble discurso en donde la falta de responsabilidad política, la corrupción, aún siguen permeando las más altas esferas del Estado colombiano y aunque se puede hablar de un tratado de paz por poner en funcionamiento se está todavía lejos de la paz nacional.
- Note de bas de page 7 :
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Colombia cuenta con una de las Constituciones más completas de Latinoamérica, que promulga una institucionalidad que proteja a sus ciudadanos, con respeto, equidad y justicia social, pero de manera paradójica según el coeficiente Gini, Colombia es uno de los países con mayores índices de inequidad social en el continente. En el ámbito de niveles de impunidad y corrupción la historia no es muy diferente.
Esa paz estructural no llegará mientras que los colombianos no tengan claro que la lucha es contra la indolencia social y contra la corrupción; ambas patologías sociales, en grado endémico en varios países de Latinoamérica, que se amparan en la falta de asumir una responsabilidad social compartida. Colombia vive un Estado patrimonial que se alimenta de el poder por el poder que lo justifica todo; en esa dinámica se generan oscuras alianzas “estratégicas” entre lo público y/o lo privado que destruyen cualquier asomo de desarrollo sustentado en una fuerte institucionalidad, en la ética, justicia y equidad social…de futuros deseados. Colombia puede tener infinidad de leyes7 –en el papel- que garanticen el bienestar y los derechos de cada ciudadano colombiano, pero que realmente se quedan en declaraciones de buenas intenciones si no se asume un Modelo de Conexión Social (Young, 2011) centrado más en esa responsabilidad que le compete a cada ciudadano y no en argumentos de culpa que además de desgastar el discurso hacia la justicia social, tienden a crear una desafección democrática, violencia, polarización y resentimiento.
Conclusiones
Es fundamental conocer los diferentes prismas con los que se puede observar la realidad social, como es el caso de la situación del conflicto colombiano. Si se hace uso de diferentes perspectivas de observación e investigación, entre ellas se va a producir un conocimiento más completo y comprometido en la búsqueda de hallar caminos que promuevan cambios sostenibles hacia la paz en esa compleja realidad social de la civilización política en Colombia. Además, porque facilita iniciar procesos que busquen decodificar aquellos dispositivos de discriminación en la sociedad a los que hace referencia Chimamana Ngozi Adichie, que afectan a cualquier cultura y que promueven atmósferas de incomprensión y, por ende, indolencia social. En suma, son obstáculos que impiden comprender lo que, en apariencia consideramos “otras” realidades sociales, cuando en verdad son también nuestras esas “realidades ajenas”.
Si se logra ver esas conexiones sociales, reescribimos esa historia única frente a la que se ha inducido a pensar que son problemáticas de “los otros” o que el conflicto social y armado es dicotómico entre buenos y malos, lo que es un caldo de cultivo para la polarización ideológica en la que está sumergida la sociedad colombiana. Además, niega la posibilidad de una conexión como ciudadanos de un mismo país y genera los discursos maniqueistas que dificultan la comprensión de la historia y, por ende, de la verdad.
Antes de aceptar una historia como verdadera es fundamental someterla a unos criterios epistemológicos que servirán para responder a cuestiones tales como ¿quién cuenta la historia?, ¿cómo se cuenta?, ¿desde dónde se cuenta?, ¿desde cuándo se narra?, ¿en qué momento histórico se toma como punto de partida esa historia? Como lo narra la escritora africana Chimamana Adicie es evidente la gran vulnerabilidad del ser humano ante una historia y la verdad depende del poder: poder de no solo contar esa historia y asegurarse que se conozca, sino hacer que esa historia sea la historia definitiva.
Para acercarse a una realidad social, bien sea en situación de conflicto o no, es necesario valorar los diferentes criterios posibles y, desde perspectivas pluridimensionales y multidisciplinarias para que se permita el acceso a un conocimiento más amplio y, por ende, representado en un aumento de la tolerancia, dado que los niveles de incertidumbre se van a ver reducidos de manera significativa, al comprender tanto mejor el pasado, la historia actual a manera de prospectiva, sobre varios escenarios posibles.