La alienación de la sociedad con respecto al incesto The alienation of society regarding incest

José Miguel De Angulo 
y Luz Stella Losada 

https://doi.org/10.25965/trahs.6264

La sociedad y los gobiernos continúan minimizando el grave problema de salud pública de las agresiones sexuales contra niños, niñas y adolescentes, así las investigaciones evidencian su alta prevalencia y grave impacto en la vida de las víctimas y sus familias que quedan resquebrajadas y enfrentando grandes dificultades para reorganizar sus proyectos de vida. Las necesidades de los niños y niñas de contar con un apego los lleva a adaptase para sobrevivir a cualquier costo en familias con padres violentos así les destrocen su vida. Esta es una de las razones por las que la cultura del incesto se ha venido reproduciendo de generación en generación. La cultura del incesto es el conjunto de imaginarios, normas, regulaciones, roles y prácticas en la familia y sociedad que buscan normalizar el supuesto derecho de un varón adulto sobre los pensamientos, sentimientos, decisiones, el cuerpo e incluso las partes más íntimas de la vida emocional (su sexualidad) de otra persona, dejándola degradada y humillada viviendo con una falsa vergüenza, culpabilidad y sentido de impotencia durante su vida. Esta ha sido una estrategia muy efectiva para reproducir las relaciones de dominancia-subyugación entre hombres y mujeres en todos los aspectos de la sociedad. Dos factores descomponen a una sociedad: el silencio ante la comisión de delitos y la complicidad para que queden impunes, arropados en redes de corrupción social y gubernamental. En ningún otro delito estos dos factores están tan presentes como en los cometidos encubiertamente en las familias impregnadas por la cultura del incesto.

La société et les gouvernements continuent de minimiser le grave problème de santé publique que représentent les agressions sexuelles contre des enfants et des adolescents, car les enquêtes ont été évidentes à un niveau élevé et ont de graves conséquences sur la vie des victimes et des familles qui subissent des délits graves et graves. Réorganisez vos projets de vie. Les besoins des garçons et des filles doivent tenir compte du fait qu’ils doivent s’adapter pour survivre à tout prix à leurs familles avec des parents violents qui détruisent leur vie. C’est l’une des régions où la culture de l’inceste s’est reproduite de génération en génération. La culture de l’inceste est l’ensemble des imaginaires, des normes, des réglementations, des rôles et des pratiques au sein de la famille et de la société qui peuvent normaliser le droit supposé d’un adulte sur les pensées, les sentiments, les décisions, le cœur et même les parties les plus intimes de l’être humain. système émotionnel. la vie (vie sexuelle) d’une autre personne, la laissant dégradée et humiliée vivant avec une fausse honte, une culpabilité et un sentiment d’impuissance tout au long de sa vie. Il s’agit d’une stratégie très efficace pour reproduire les relations de domination et d’assujettissement entre hommes et femmes dans tous les aspects de la société. Deux facteurs constitutifs d’une société : le silence face à la commission de crimes et la complicité pour qu’il ne reste que l’impunité, pris dans les réseaux de corruption sociale et gouvernementale. Quoi qu’il en soit, ces facteurs sont présents au contact de familles imprégnées de la culture de l’inceste.

A sociedade e os governos continuam a minimizar o grave problema de saúde pública da agressão sexual contra crianças e adolescentes, enquanto pesquisas demonstram sua alta prevalência e grave impacto na vida das vítimas e de suas famílias, que ficam dilaceradas e enfrentam grandes dificuldades para reorganizar suas vidas. planos de vida. A necessidade de as crianças dependerem de um apego leva-as a adaptar-se para sobreviver a qualquer custo em famílias com pais violentos, ao mesmo tempo que destroem as suas vidas. Esta é uma das razões pelas quais a cultura do incesto tem sido reproduzida de geração em geração. A cultura do incesto é o conjunto de imaginários, normas, regulamentos, papéis e práticas na família e na sociedade que buscam normalizar a assunção do direito do homem adulto aos pensamentos, sentimentos, decisões, ao corpo e até mesmo ao mais partes íntimas disso. vida emocional (sua sexualidade) de outra pessoa, deixando-a degradada e humilhada, convivendo com falsa vergonha, culpa e sentimento de desamparo ao longo da vida. Esta tem sido uma estratégia muito eficaz para reproduzir as relações de dominação-subjugação entre homens e mulheres em todos os aspectos da sociedade. Dos fatores que destroem uma sociedade: o silêncio diante da prática de crimes e a cumplicidade para que permaneçam impunes, presos em redes de corrupção social e governamental. Em nenhum outro crime estes factores estão tão presentes como naqueles cometidos secretamente em famílias mergulhadas na cultura do incesto.

Society and governments continue to minimize the serious public health problem of sexual violence against children and adolescents, even though research shows its high prevalence and serious impact on the lives of victims and their families, who are left broken and facing great difficulties in reorganizing their life projects. The needs of children to have an attachment leads them to adapt to survive at any cost in families with violent parents even if they may be destroying their lives. This is one of the reasons why incest culture has been reproduced from generation to generation. Incest culture is the set of imaginaries, norms, regulations, roles, and practices in the family and society that seek to normalize the supposed right of an adult male over another person’s thoughts, feelings, decisions, body, and even the most intimate parts of the emotional life (his sexuality), leaving her degraded and humiliated living with a false shame, guilt and sense of helplessness during her lives. This has been a very effective strategy to reproduce dominance-subjugation relations between men and women in all aspects of society. Two factors decompose a society: silence in the face of the commission of crimes and complicity so that they go unpunished, wrapped in networks of social and governmental corruption. In no other crime are these two factors as present as in those committed covertly in families permeated by the culture of incest.

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Introducción

Es incomprensible cómo un problema tan grave en todo el planeta como la violencia sexual contra niños, niñas y adolescentes (NNA), continúa invisibilizándose y muchas veces encubriéndose a través de una gran variedad de mecanismos y mitos que la sociedad ha desarrollado precisamente para no enfrentar esta dura realidad. Unos ejemplos de estos mitos es la “Alienación Parental”: hay que evitar los escándalos y los traumas sanan con el tiempo, los trapos sucios se lavan en casa, el incesto debe ser un secreto que se guarda hasta la tumba, etc.

Podemos comenzar a tener la respuesta a estos interrogantes de las razones de la invisibilización de la violencia sexual contra NNA cuando la vemos como parte de un encubrimiento mayor que es la sistemática y multiforme manifestación de la violencia de género y generacional.

En este artículo veremos cómo la cultura del incesto en las familias ha sido una de las herramientas más efectivas para el encubrimiento de lo que es el androcentrismo y el adultocentrismo que genera un profundo impacto en el desarrollo de la arquitectura cerebral de los infantes y que continuará afectándoles en la niñez y adolescencia. Las experiencias adversas en la niñez (ACE por su sigla en inglés) han sido reconocidas como el problema de salud más grande que sufre la humanidad, pero que desafortunadamente se continúa minimizando a un costo altísimo en toda la sociedad.

Para entender un poco el grado de negación en que se encuentran los gobiernos y la sociedad veamos lo que dice uno de los mayores expertos en el mundo en salud metal y trauma,

Abuso Infantil: El mayor problema de salud pública en Estados Unidos

La primera vez que escuché a Robert Anda presentar los resultados del estudio ACE, no pude contener las lágrimas. En su carrera en el centro CDC, ya había trabajado anteriormente en varias áreas de riesgos mayores, realizando por ejemplo un estudio sobre tabaco y riesgos cardiovasculares. Pero cuando los datos del estudio ACE empezaron a aparecer en su ordenador, y se dio cuenta de que habían dado con el problema de salud pública más grave y más caro de Estados Unidos: el abuso infantil. Calculó que su coste total superaba el coste del cáncer o de la enfermedad cardiaca, y que erradicar el abuso infantil en Estados Unidos reduciría la tasa global de depresión en más de la mitad, la del alcoholismo en dos tercios y la de los suicidios, el consumo de drogas intravenosas y la violencia doméstica en tres cuartos. También tendría un efecto drástico en el rendimiento laboral y en la necesidad de encarcelar a gente. Cuando se publicó el informe de las autoridades sanitarias sobre tabaquismo y salud en 1964, se desencadenó una campaña legal y médica que ha durado décadas y que ha cambiado la vida y el pronóstico de salud a largo plazo para millones de personas. El número de fumadores estadounidenses cayó del 42 % de adultos en 1965 a un 19 % en 2010, y se calcula que entre 1975 y 2000 se evitaron aproximadamente 800.000 muertes por cáncer de pulmón. El estudio ACE, sin embargo, no ha tenido este efecto. En todo el mundo se siguen publicando estudios de seguimiento y artículos, pero la realidad diaria de niños como Marilyn y los de las clínicas ambulatorias y centros de tratamiento residuales de todo el país sigue prácticamente igual. Simplemente, ahora se les administran grandes dosis de agentes psicotrópicos, que los vuelven más manejables, pero que también reducen su capacidad de experimentar placer y curiosidad, de crecer y desarrollarse emocional e intelectualmente, y de convertirse en personas productivas para la sociedad (Van der Kolk BA, 2015: 188-189.

La especie humana cuenta con un cerebro que es profundamente relacional y muy sensible a las interacciones significativas y placenteras como a las interacciones violentas con un grave impacto en el cerebro para toda la vida.

Para entender el gran impacto que la violencia tiene en el ámbito de la familia con repercusiones para toda la vida de la persona y el resto de la sociedad, es importante comprender primero cómo el cerebro de la especie humana es un cerebro cuya estructura, funcionamiento y razón de existir es profundamente sensible y adaptativo a tipo de relaciones que experimente.

La complejidad del cerebro está dada por su desarrollo en las interacciones sociales y establecimiento de vínculos. Un excelente psicólogo, investigador y autor de innumerables artículos, Richard Hanson, frecuentemente habla de nuestra evolución del cerebro relacional. En múltiples artículos explica lo que ha sido el efecto de las relaciones en la evolución del cerebro humano. Nos explica cómo nuestro cerebro ha tenido un proceso de desarrollo de alrededor de 3.500 millones de años incluyendo 2,7 millones de años como homínidos que utilizan herramientas y más de 100.000 años como homo sapiens. El ADN humano es aproximadamente 98-99% idéntico al ADN de los chimpancés. Pero, esa diferencia crucial del 1-2% son principalmente los factores genéticos que afectan al cerebro, especialmente por sus funciones de cerebro relacional. Hoy, la ciencia sugiere que el desarrollo del cerebro fue impulsado en dos pasos cruciales que tienen que ver con los beneficios de supervivencia en base a su gran capacidad para establecer relaciones.

En primer lugar, entre los vertebrados, muchas especies de aves y mamíferos desarrollaron la capacidad de establecer unión de parejas como una forma de criar a su progenie para que pudieran sobrevivir. La gran cantidad de tareas para la crianza se hacían más viables para resolver las cosas juntos y tener más probabilidad de que las crías sobrevivieran y llegaran a la adultez. Ardillas, gorriones, topillos, primates requerían de cerebros más grandes y complejos que los de reptiles o peces que lidiaban con desafíos ambientales similares pero que se desarrollaban en la vida por sí solos. Pareciera también que la monogamia fuese fruto de redes neuronales más complejas mientras que especies polígamas suelen tener cerebros más pequeños.

En segundo lugar, la construcción de este salto inicial en el tamaño del cerebro, entre las especies de primates, se ve que cuanto más grande sea el grupo social y su capacidad de interactuar socialmente, más grande será su cerebro. Más que aprender a usar herramientas, más que tener éxito en la violencia, más que adaptarse a mudarse del bosque a los pastizales de África, ¡fue aprender a amarse y vivir entre sí lo que impulsó la evolución humana!

Nacemos para conectarnos

Ninguna otra especie en el planeta necesita tanto de los apegos seguros como la especie humana porque ninguna otra especie en el planeta tiene un proceso de desarrollo tan largo como la especie humana, hasta la adolescencia.

¿Por qué puede producir tanto daño cuando se experimenta el trauma interaccional por las conductas de un adulto en la familia que debería estarle protegiendo, guiando, cuidando y expresando seguridad y amor?

La neurociencia claramente plantea que el sistema nervioso del ser humano, al igual que los otros mamíferos es profundamente relacional y que precisamente el tipo de cerebro que tenemos los seres humanos nos da una especial capacidad mucho mayor para entretejernos con otros seres humanos y establecer vínculos muy sensibles y poderosos. Desde que nacemos buscamos conectarnos y desarrollar relaciones significativas. Solo podremos sobrevivir y contar con los cuidados que necesitamos si logramos establecer vínculos y apegos con los padres. Los apegos seguros nos permiten desarrollar confianza, autoestima y seguridad para observar lo que nos rodea y comenzar a curiosear y explorar. Los apegos seguros son la plataforma para el desarrollo de aprendizajes cognitivos y sociales y la mejor plataforma para enfrentar adversidades.

Dependiendo del tipo del sistema familiar al que hayamos llegado, se dará el nivel de intimidad y calidad del tipo de vinculación que desarrollemos y al igual que la calidad de relaciones para entretejernos emocionalmente a través de la vida con otras personas. Esto permite las satisfacciones más profundas en la vida, o los sufrimientos más grandes cuando estos vínculos o apegos no existen o son disfuncionales.

Datos sólidos en la investigación del apego muestran que los seres humanos prosperan y florecen en conexión con otras personas. La comunicación contingente es el corazón del apego seguro, lo que significa que una persona se siente sentida por otra. Para aclarar este concepto podríamos decir: Experimento que buscas sintonizarte conmigo y me envías mensajes que estás conmigo. Podemos sintonizarnos verbalmente, no verbalmente o ambos. La comunicación empática como ésta cablea y reconecta el cerebro (Herbine-Blank, Kerpelman y Sweezy, 2016: 50).

El sistema nervioso está diseñado para buscar intensamente entretejerse con otros seres humanos y establecer vínculos de apegos seguros. Esto, solo es posible en contextos de seguridad, sensibilidad, empatía y una cultura de cuidado. La conexión empática y la acción empática son elementos fundamentales para establecer estos vínculos y para desarrollar la capacidad en las personas para construir a través de la vida esta clase de vínculos.

Nacemos para conectarnos y establecer vínculos y apegos seguros como precisamente lo describen los investigadores Klaus y Karin Grossmann en una entrevista hecha en “Apego” por Germánico el 30 de enero de 2012:

La exploración del cosmos comenzó en el regazo de una madre protectora. En el principio fue el apego. Luego, desde ese centro, durante el ciclo vital, todos, poco a poco, nos fuimos alejando en diferentes direcciones. Y recorrimos el mundo, colonizándolo. Y miramos al cielo, buscando en él, nuevos territorios que explorar, algunos tan trascendentes e inalcanzables como el Paraíso y otros tan prosaicos pero tentadores, por alcanzables, como esa enorme piedra fría y muerta que es la luna.

El apego es un fenómeno que, en su grado más alto, el verdaderamente significativo, sólo podía darse, paradójicamente, en la especie más curiosa, desafiante, arrogante, intrépida, inteligente y estúpida de todas: la nuestra.

Note de bas de page 1 :

https://desdeelexilio.com/2012/01/30/apego-entrevista-a-klaus-y-karin-grossmann/

Dado que al nacer estamos tan débiles e indefensos, el cordón umbilical que nos une a quien nos da la vida, de carne, es sustituido por otro psicológico: el apego. El bebé escrutador de rostros y gestos, que se agarra y succiona, fija su atención preferente en aquel otro miembro de su especie del que es objeto de una misma atención preferente: normalmente la madre. El contacto físico es fundamental, la presencia de la figura materna da seguridad para comenzar a explorar el entorno más inmediato, al que alcanzan las primeras tentativas de movimiento coordinado. El barco navega pegado a la madre tierra, sin alejarse de la costa. Según se desarrolla, el lactante humano va progresivamente independizándose de la figura de apego, curioseando a su alrededor, en un proceso cuyo fin es circunnavegar su propio mundo. Pero esto requiere un largo período de sucesivos alejamientos y aproximaciones, con un recorrido cada vez más amplio en un área cada vez más vasta. Al final uno regresa a la tierra que le vio nacer con nostalgia, pero nada queda de aquel primer sentimiento de absoluta dependencia. Los más agradecidos rinden tributo eterno a sus padres, les honran. Los que menos les reprochan incluso, el haberles dado la vida1.

Una gran variedad de investigaciones y artículos publicados por “Harvard Center on the Developing Child” concluye cómo la arquitectura del cerebro está construida para un proceso continuo que comienza antes del nacimiento, continúa hasta la edad adulta y establece una base sólida o frágil para toda la salud, el aprendizaje y los comportamientos que siguen. Las experiencias y vivencias que tenga la madre desde el embarazo generan improntas en la arquitectura cerebral del infante que serán reforzadas con sus propias experiencias en los primeros años de su desarrollo. Las interacciones de los genes y las experiencias literalmente esculpen o dan forma a los circuitos del cerebro en desarrollo y qué tipos de intensidad de neurotransmisores, estarán en mayor o menor cantidad presentes a través de la vida. Todo esto depende del entorno temprano y está críticamente influenciado por la capacidad de respuesta mutua de las relaciones entre adultos y niños/as. El tipo de sistema familiar en que nos desarrollamos determina en gran parte la direccionalidad que tendremos a través de la vida.

Es por ello que cuando los traumas en la niñez son generados por lo que se llaman “las figuras de apego” generan condiciones muy altas de “entrampamiento” de la víctima llevándola a someterse a las condiciones que le imponga el agresor y así encontrar la forma de adaptarse para sobrevivir ya que le es muy difícil escapar así esté recibiendo grandes daños. El artículo “Enfoque del desarrollo para el TEPT complejo: Trauma acumulativo en la infancia y en el adulto como predictores de la complejidad de los síntomas” muestra las repercusiones graves en la vida adulta a consecuencia de traumas en la niñez.

La exposición a múltiples traumas, particularmente en la infancia, da lugar a un complejo de síntomas que incluye el trastorno de estrés postraumático (TEPT), así como un grupo restringido pero variable de síntomas que resaltan los trastornos autorreguladores. La relación entre la exposición acumulada a diferentes tipos de eventos traumáticos y el número total de diferentes tipos de síntomas (complejidad de los síntomas) se evaluó en una muestra clínica adulta (N = 582) y una muestra clínica infantil (N = 152). El trauma acumulativo infantil, pero no el trauma en la edad adulta predijo un aumento de la complejidad de los síntomas en los adultos. El trauma acumulativo predijo un aumento de la complejidad de los síntomas en la muestra de niños. Los resultados sugieren que los síntomas complejos de TEPT ocurren en muestras de adultos y niños de una manera basada en principios y gobernada por reglas y que las experiencias de la infancia influyeron significativamente en los síntomas de los adultos (Cloire y otros, 2009: 399).

Los principios de la intervención de tratamiento para el TEPT complejo y el trastorno de trauma del desarrollo están impulsados por la naturaleza interpersonal de la mayoría de los traumas asociados con estos trastornos propuestos. Los traumas infantiles asociados con el trastorno de trauma del desarrollo ocurren con mayor frecuencia a manos de figuras de apego (Briere et al., 2008; Roth, Newman, Pelcovitz, van der Kolk, & Mandel, 1997) y los traumas asociados con el TEPT complejo a menudo surgen de una historia de traumas relacionales o interpersonales sostenidos que comienzan con los apegos de la vida temprana (ver Charuvastra y Cloitre, 2008). En consecuencia, los tratamientos para estos trastornos buscarían curar las lesiones relacionadas con el apego, rehabilitar las competencias del desarrollo y revisar la reactividad emocional en curso, los patrones interpersonales desadaptativos y las percepciones sociales negativas. En resumen, este estudio demuestra que, tanto en niños como en adultos, una mayor exposición al trauma se asocia con una presentación de síntomas más compleja (Cloire y otros, 2009:406).

La llegada de un ser humano a este mundo implica un sistema familiar dispuesto a cuidarle amorosamente en los aspectos físicos y nutricionales, en la vinculación con otros seres humanos a través de los apegos seguros, en la introducción a las cosas y situaciones que enfrenta para que pueda darle significados, y en el desarrollo de su capacidad para la autoagencia. Las lesiones experimentadas por carencia de apegos seguros afectan las personas como las heridas por experiencias de traición y abandono de quienes deberían proveer esos apegos seguros. Las carencias del cuidado de estas necesidades afectan el desarrollo de su arquitectura cerebral generando serias limitaciones en su desarrollo y capacidad para interactuar con el mundo y la sociedad de forma significativa y placentera.

En familias afectadas por la cultura del incesto se manejan una serie de mitos que impiden no solo la posibilidad de una necesaria nutrición socioemocional, sino que se dan también una serie de condiciones para entrampar a los miembros de la familia en el secreto para que las conductas violentas no salgan a la luz, y en caso de que alguien se atreva a denunciarlas, se activen una serie de resortes para invalidar las acusaciones y mantener una conspiración de silencio y conspiración de complicidad con los violentos.

Desafortunadamente la posibilidad de escoger “Con quiénes nos apegamos y con qué clase de apegos” no es una opción del infante, ni tampoco el tipo e intensidad de las diferentes formas de violencia que se den en esa familia. Este contexto pone profundas huellas o improntas en la arquitectura cerebral que se hacen peor cuando son fenómenos repetitivos, haciendo que las víctimas ante ese estado de entrampamiento en el que no puedan escapar, desarrollaran mecanismo de afrontamientos como el de la indefensión aprendida para poder adaptase y sobrevivir en esa familia. En la presentación de la Dra. Karin Grossmann “El valor agregado de la teoría de apegos para el trabajo clínico con familia” (The Added Value of Attachment Theory for Clinical Work with Families, 19th International Conference for Bonding Psychotherapy in Belgium) muestra cómo niños y niñas tienen que adaptarse a cualquier costo al tipo de apegos y relaciones que los padres manifiestan:

En la infancia, las(los) niñas(os) no tienen opción. Las personas adultas se pueden separar; las(os) niñas(os) no pueden separarse de mamá o papá. Como niñas y niños necesitan y buscan preservar su apego, se adaptan; deberán adaptarse (aún en casos de agresión sexual) y esto afecta gravemente su desarrollo (Grossman 2013).

Los niños no pueden elegir su madre, padre o cuidador, quienes ya han desarrollado su propia personalidad, salud mental y experimentado sus propias relaciones de apego. Como infantes sin conocimientos de lo que es el mundo, vulnerables y débiles, necesitan y están “programados” para conservar sus relaciones de apego.

Debido a que los niños están motivados para preservar las relaciones de apego, se adaptarán a la mente de sus cuidadores primarios (deseos, anhelos, proyecciones, etc.) como un medio para garantizar una fuente continua de comodidad y proximidad, por muy distorsionado que pueda ser este cuidado. Estas adaptaciones se manifiestan en el desarrollo de patrones organizados o desorganizados de defensa y regulación del afecto, conocidos como representaciones de apego, que protegen y mantienen relaciones primarias críticas y, en situaciones patológicas, aseguran la distorsión continua de la capacidad del niño para expresar directamente las necesidades de apego cuando se activa el sistema de apego. A un nivel más profundo, tales distorsiones también perturban profundamente el desarrollo de las estructuras mentales que son esenciales para la regulación del afecto y la autoexperiencia, y comprometen las capacidades básicas para el conocimiento y la comprensión interpersonal (Slade, 2004: 271).

La cultura del incesto

Esto nos provee el fundamento de la gran capacidad de daño que tiene una de las mayores plagas que han resquebrajado a la humanidad en múltiples culturas: la cultura del incesto. Ésta ha sido la herramienta más eficaz en las familias es para reproducir el androcentrismo y el adultocentrismo que se asocian cruelmente para normalizar el supuesto derecho de apropiación de un ser humano (el adulto masculino) sobre otro (mujeres y niñas que están en un estado de dependencia y vulnerabilidad). Esta cultura del incesto normaliza los derechos de un varón adulto a poseer pensamientos, sentimientos, decisiones, el cuerpo e incluso el espacio más íntimo de una niña vulnerable: las partes más íntimas de su cuerpo y su vida emocional (su sexualidad), dejándola degradada y humillada viviendo con una falsa vergüenza, culpa y fuerte sentido de impotencia que será arrastrado a través de su vida.

Esto normaliza las relaciones de dominancia – subyugación entre hombres y mujeres en todos los demás aspectos de la sociedad. La cultura del incesto es una de las fuerzas más grandes para generar lo que se llama el trauma interaccional como resultado, es las relaciones tóxicas del sistema familiar en las que se da la negación de otro ser humano o se le objetiviza para sacarle ventaja ejerciendo relaciones de ‘poder sobre’ esa persona ignorando sus necesidades, experiencias, puntos de vista y preferencias. Es en estas familias en donde se “normaliza” la objetivación del otro ser humano invirtiendo una relación que deberá ser de cuidado, de protección y de solidaridad por relaciones de dominancia – subordinación y dueñaje. Esto permitirá que fácilmente se vayan extrapolando este tipo de relaciones en otros espacios consolidando así el androcentrismo y el adultocentrismo en instituciones y en la sociedad lo cual lleva a incorporar una variedad de prácticas en la violencia cultural y la violencia estructural ampliamente “normalizada” por la sociedad y el Estado.

La gravedad del impacto del incesto sufrido por NNAs repercute con problemas graves de salud mental a través de la vida. En la publicación del “Estudio Retrospectivo Evaluación de Casos de Incesto” realizado por Osman Celbi y otros en el 2020, se hizo una cuidadosa revisión de casos de incesto del 2012 al 2015. Luego de haber estudiado esos casos tratando de evaluar la gravedad del acto del incesto en base si se había dado penetración o no penetración se llegó a una sorprendente conclusión:

Los trastornos de salud mental se determinaron en el 77,5% de los casos de incesto en este estudio, a una tasa mayor del 80% en los casos de "abuso sexual sin penetración" que en los casos de "abuso sexual con penetración" 74,33%. Por lo tanto, todos los casos de incesto deben ser seguidos cuidadosamente sin diferenciación de sin o con abuso de penetración (Celbi y otros, 2020: 1).

El incesto está claramente relacionado con profundos traumas y repercusiones muy graves en las victimas a través de la vida, como lo muestra esta investigación de Lawson y Akay-Sullivan:

El abuso sexual infantil cometido por un padre (incesto) está relacionado con síntomas físicos y psicológicos particularmente graves a lo largo de la vida. El incesto se asocia con baja autoestima, autodesprecio, sentimientos de contaminación, inutilidad e impotencia, así como somatización y baja autoeficacia. Las construcciones negativas de un niño a menudo son intentos de derivar algún significado que justifique el incesto, como ‘es por mi maldad que me sucede’.

La supervivencia a menudo implica la desconexión voluntaria o involuntaria de uno mismo, de los demás y del medio ambiente, o la compartimentalización de las experiencias traumáticas. La disociación con sobrevivientes de abuso infantil, especialmente cuando los perpetradores son del sistema de cuidadores del niño, puede explicarse por el concepto de trauma por traición. Sin embargo, con pocas excepciones, poco aparece en la literatura que integra la disociación, el trauma por traición, el trauma complejo y el incesto con el propósito de tratamiento. El propósito de esta revisión es examinar la relación entre la disociación relacionada con el trauma, el trauma por traición y el trauma complejo, y cómo la comprensión de estos conceptos y su relación pueden informar el tratamiento del incesto (Lawson y Akay-Sullivan, 2020: 1).

El mito del incesto

El tema del incesto es un asunto que ha cautivado la curiosidad, los rechazos y los tabús a través de la historia. Parte de esta atracción es precisamente por las múltiples normas y mecanismos sociales que lo han prohibido a través de la historia de la humanidad. Desde cuando los homínidos comenzaron a organizarse en familias nucleares, por múltiples razones biológicas y socioculturales, se crearon diferentes normas y mecanismos socioculturales y punitivos para proteger que las niñas fueran apareadas por los adultos varones. La violación de estas normas traía un profundo impacto en la vida no solamente de las niñas, sino de esa estructura familiar y de los grupos comunitarios de que eran parte.

En los núcleos familiares era implícito que era inapropiado aparearse la madre con los hijos, el padre con los hijos o el aparearse entre hermanos. Esto era reforzado con enseñanzas y en algunos casos, mitos haciendo que la temática de la sexualidad no pudiera tratarse abiertamente. Esta concepción que era implícita y general frecuentemente no requería algún tipo de instrucción o enseñanza, ya que se consideraba que era obvio que cualquier miembro de la familia no considerara la posibilidad de aparearse con otro, excepto la pareja del padre y la madre que social y naturalmente se aparean para su disfrute y para procrear.

Es en este contexto que se reconoce que posiblemente el mito más antiguo que han cargado las diferentes culturas es el mito del incesto, ya que era un mecanismo para evitar la posibilidad de roles conflictivos dentro del grupo familiar, particularmente con respecto a su sexualidad. Este mito se ha ido acompañando con diferentes normas sociales que permitían no solamente proteger a las/os niñas/os sino contribuir a las diferentes alianzas sociales que se hacían en sus familias con los matrimonios de sus hijas e hijos con las/os de otras familias para fortalecer la cohesión y capacidades de sobrevivencia de la comunidad. Este mito permitía proteger a las niñas de posibles embarazos tempranos y evitar la apropiación del padre sobre las hembras del grupo familiar obligándolas a concebir infantes y quedar atrapadas en la misma familia cuidando de ellos.

Hoy el mito del incesto es precisamente lo opuesto del mito inicial hace miles de años. La sociedad androcéntrica y adultocéntrica estableció un nuevo poderoso mito del incesto para darle al varón el derecho de apropiarse de sus hijas en una cultura de sacrificio y silencio de las víctimas. Con la emergencia de los derechos humanos con la revolución francesa, comenzaron a visibilizarse los derechos de mujeres y de niñas/os poniendo en riesgo a quienes cometían incestos.

El mito del incesto se fue transformando de un mecanismo de protección a las niñas, a convertirse en un instrumento poderoso para lograr el silencio ante una cultura del incesto que permita reproducir la sociedad patriarcal a través del uso de la sexualidad como instrumento de poder para apropiarse de las hijas /os y crear los fundamentos de la violencia de género. Es el medio más efectivo que se utiliza dentro del seno familiar para establecer claramente esta relación de dominancia-subordinación para legitimar el supuesto derecho del adulto poderoso para apropiarse de las emociones, decisiones, sueños, cuerpo y aun la genitalidad de quienes son altamente vulnerables en la familia.

El mito de incesto está altamente entretejido con el antiguo mito androcéntrico donde quienes ostentaban el poder, “ennoblecían” el sacrificio de sus subordinados si estaban dispuestas a entregar aún a sus familiares para sacrificarse en la defensa de la dignidad y poder de quien les gobernaba.

Hoy, la familia es ese criadero de estas víctimas que se sacrifican para que el patriarca u hombres adultos puedan satisfacer sus intereses no tanto de placer sexual, pero sí de ostentar enfermizamente su supuesto derecho al dueñaje de la niña El sacrificio que antiguamente se realizaba a las deidades, hoy la cultura del incesto normaliza de diferentes formas el sacrificio de las víctimas de los delitos de violencia, especialmente de violencia sexual, para reafirmar el poder del patriarca de la familia y la disponibilidad a protegerle, servirle y encubrirle ante cualquier situación. En el capítulo “El sacrificio humano en Mesoamérica. Ayer, hoy y mañana” de la publicación “El sacrificio humano en la tradición religiosa mesoamericana“ encontramos como los pueblos “normalizan” el sacrificio de víctimas para mantener las creencias y cultura de los pueblos. Una de sus frases dice:

…el sacrificio humano tenía por propósito impedir el envejecimiento y debilitamiento de las deidades a las cuales representaban las víctimas, así como de las entidades - astros y vegetación, etc. – asociadas a las deidades (López Lujan, 2010:21).

Hoy la cultura del incesto en las familias, demanda a las víctimas como a su madre a que entiendan, que es normal ver el sacrificio de la niña como un tributo para regenerar al patriarca, para mantener su posición jerárquica de supuesto protector, proveedor, dueño y representante de la familia ante el resto de la sociedad. Hoy, “la cultura del incesto” es un concepto utilizado para describir una cultura en la que hay un amplio rango de creencias, actitudes, normas, mandatos, comportamientos y hasta mecanismos legislativos que tratan de silenciosamente legitimar un supuesto derecho de apropiación o dueñaje del varón adulto sobre otros miembros de su propia familia.

Esto genera una serie de prácticas ‘aceptables’ en las interacciones familiares que normalizan, excusan, toleran o incluso aprueban que un varón adulto en una familia pueda desarrollar diferentes mecanismos para controlar (y apropiarse) de los aspectos más personales de la vida de los otros miembros de la familia, y en muchos casos, incluyendo las partes íntimas y la sexogenitalidad. Se produce una apropiación de los sueños, emociones y la voluntad de las otras personas, usando justificativos ideológicos, religiosos, psicológicos, y sociales para normalizar este supuesto poder para el dueñaje y que en bastantes casos puede llegar en aspectos físicos y hasta los coitos o violaciones sexuales incestuosas.

Una serie de normas, mandatos e imaginarios de la cultura del incesto hace que las víctimas de estos delitos queden atrapadas en el secreto. Si algunas de ellas intentan romper sus silencios, sus narrativas serán ignoradas; y si se logran corroborar los hechos, el impacto de ellos será minimizado invitando a la persona y familia en no hacer problema con lo sucedido, dejarlo todo atrás y “seguir adelante como familia” encubriendo lo sucedido.

La cultura del incesto incluye otros mitos y normas como el concepto de lealtad a la familia por encima de todo y la incuestionabilidad de la autoridad permitiendo que los depredadores y quienes los encubren busquen primero negar que el incesto es un problema o encubrir las violaciones incestuosas. Si por alguna razón estos hechos salen a la luz, hay múltiples mecanismos para transferir la culpabilidad a la víctima o minimizar el hecho y los daños que causa. Se le exige el silencio a la víctima para que se sacrifique por la imagen del varón y la familia y que deje todo atrás (o perdonar) para poder seguir adelante con la vida. Se busca tapar los hechos para que las cosas sigan como antes y así mantener las condiciones para que los depredadores puedan continuar teniendo oportunidades de seguir asaltando a otras niñas.

La gran dependencia de algunas mujeres para mantener una imagen social totalmente artificial por la dependencia en el estatus del patriarca o varón poderoso en la familia y la dependencia en la estabilidad económica o protección que solo puede encontrar en ese patriarca, lleva a que sean las mismas mujeres las que se encarguen de reproducir el mito del incesto y a “sacrificar” a las niñas de la familia o de otras familias en el altar de ganar la aprobación y protección del varón poderoso.

Los silencios y los secretos son garantizados para proteger al varón poderoso y si estas mujeres no logran contener que las violaciones incestuosas salgan a la luz, asumirán un rol nuevo de dedicarse a intimidar y a desprestigiar a la víctima. Como la niña o la adolescente han crecido cercanamente, conocen muy bien todos los puntos vulnerables para buscar obligarla a que desista de sus esfuerzos de denunciar el delito y poner en riesgo la imagen de los varones en la familia.

No es difícil construir una variedad de narrativas paralelas del agresor que “exploten” puntos débiles de la víctima y su madre para desbaratar cualquier intento de acceso a la justicia. Pueden utilizarse gran cantidad de argumentos para trasferir la culpa a la víctima y a quienes le den apoyo para eximir de culpabilidad al que ha cometido los actos de violencia. Un triste ejemplo de estos mecanismos es la alienación parental, argumentos para “demostrar” que la víctima consentía en las interacciones sexuales, o que ella estaba supuestamente enamorada, o llegar también a graves difamaciones sobre conductas previas supuestamente “inmorales” de la víctima o de su madre.

La pseudo ciencia de la “Alienación Parental”

Las niñas víctimas de delitos de violencia sexual y especialmente de violaciones incestuosas, enfrentan complejos duelos con respecto al periodo de su historia, sus sueños, su filosofía de la vida, sus formas de ser, de sentir y de verse a sí mismas a lo que es “familia” y al mundo debido a profundas desregularizaciones de su sistema nervioso. Encima de estas profundas pérdidas de sí misma tendrán que lidiar con múltiples pérdidas de un grupo de personas de su familia que siempre habían estado como sus vínculos más cercanos, pero que súbitamente ante la ruptura del silencio del incesto optaron por aliarse con el agresor y hacer cualquier cosa para intimidar a las víctimas para que desistan de su búsqueda de justicia. La crueldad ante las víctimas y sus madres que buscan protegerlas se hace indescriptible a través de los múltiples resortes que se activan (sociales y legales) para intimidar a las víctimas y a sus madres para que se retracten.

Uno de estos horribles mecanismos es la pseudociencia usada por la sociedad y el sistema legal de la “alienación parental” y encontrar un atajo para negar delitos sucedidos e impedir que el sistema judicial trate de proteger a las víctimas.

Los duelos complejos de múltiples aspectos de su vida se hacen ahora más complejos, al ver personas que parecían que siempre estarían ahí hasta el día de la muerte por los vínculos familiares que les unían, ahora están dispuestas a cerrarle completamente la puerta y peor, convertirse en personas que le van a hacer muchísimos daños con amenazas, difamaciones, y calumnias para invalidar en lo posible la narrativa de ella ante la búsqueda de justicia. Esto hace que sea muy difícil llegar a un sentido de resolución y todo el proceso se vuelve muy difícil porque hay componentes adicionales de falsa culpa y falsa vergüenza que complican la experiencia.

Si bien algunas familias pueden encontrar apoyo apropiado para hacer una pronta ruptura con quien usa la violencia en el sistema familiar (que también se hace menos difícil la ruptura con el violento y quienes le descubren en la familia extensiva por ser personas altamente tóxicas en sus propias familias y en la sociedad), desafortunadamente muchas familias no cuentan con este apoyo y aún peor, recurriendo al sistema judicial para encontrar apoyo, encuentran funcionarios con poca o ninguna sensibilidad ni capacidad para entender lo horrible que es el mundo subterráneo de la violencia en la familia.

Para muchas niñas víctimas y sus madres en casos de violaciones incestuosas es muy difícil encontrar protección y seguridad pues las acciones de encubrimiento del violador son bien elaboradas y sutiles construyendo narrativas paralelas que destrozan a la víctima y a su madre convirtiéndolas en supuestas “delincuentes”, y a sí mismo como si fuera “víctima” de ellas y sus planes macabros de supuestamente “intentar destruirle”. Esto hace muy difícil identificar la maldad que tienen de posicionarse del lado del delincuente, lo cual hace que el proceso de separación sea mucho más complicado y laborioso.

Los delitos del uso de diferentes formas de violencia dentro del espacio familiar generan serios daños en la arquitectura cerebral de las personas que conllevan a una seria desregularización de su sistema nervioso llevando a una variedad de problemas de salud física y mental. La experiencia de la violencia causada por quien debería estar al lado para protegerle, cuidarle, apoyarle y solidarizarse en los momento difíciles de la vida, lleva a que la pareja o las/os hijas/os experimenten una profunda sensación de abandono y traiciones que generan múltiplos duelos en las víctimas de violencia (con mayor razón si hay situaciones de uso de la sexualidad como instrumento de poder para degradar, humillar o someter a la víctima), llevan a lo que se llama un “trauma complejo” que a su vez tiene repercusiones complejas en muchos aspectos de la vida de las víctimas primarias o secundarias de estos hechos violentos.

Cuando la exposición a un evento horrible o violento no permite a una persona reanudar una vida ininterrumpida, o si el tipo de trauma es repetitivo y acumulativo, el resultado serán manifestaciones complejas persistentes que afectan los sistemas psicológicos, sociales y biológicos (Williams, 2006: 3221).

Los sistemas familiares en los que se da la violencia doméstica (y peor si hay agresiones sexuales) generan una profunda experiencia de traición, especialmente cuando éste se da en la cultura del incesto, con una gran asimetría de poder del adulto varón sobre una niña/o que es bien conocida por ese adulto para manipular y retorcer vínculos afectivos, vínculos de cuidado, vínculos educativos y vínculos de autoridad, entramparla y manipularla a su antojo. Quien parecía que iba a robustecerle su identidad y su capacidad para madurar en su forma de irse realineando para su vida adulta (a través de la amistad de oro ofrecida por el depredador con aparentes apegos seguros), súbitamente le resquebraja el núcleo o la esencia de su identidad, como ser relacional, entrampándole en una relación de terror. De tener una alta expectativa e ilusión con la posibilidad de disfrutar de un fuerte apego seguro, se ingresa a un mundo subterráneo de la traición, manipulación, desequilibrio y desorganización, y al mismo tiempo, sin esperanza de poder salir (indefensión aprendida).

Revictimización estatal y la cultura incestuosa

La cultura del incesto continúa transfiriéndose transgeneracionalmente e invisibiliza las violaciones incestuosas como también las múltiples formas de violencia que se ejercen en el “secreto de la vida privada de la familia” a través de una variedad de mitos que sustenta a esa cultura del incesto. Hay una variedad de mitos que activan resortes y mecanismo de protección a quienes supuestamente tienen ese derecho de apropiación sobre las ideas, las emociones, los sueños, los proyectos de vida de los otros miembros de la familia. Tanto la sociedad como el sistema judicial arrastran una variedad de mitos que invisibilizan el gran poder destructivo del uso de la violencia en el espacio familiar y normalizan la cultura del incesto.

Muchos de estos mitos están dirigidos a atribuir la supuesta culpabilización de las víctimas, y encima de todo esto, una vulnerabilidad de este sistema judicial para ser influenciado por familias que fueran poderosas económicamente. Este estado de indefensión ante un Estado incapaz de proteger a las víctimas y sus familias y a permitirles el acceso a la justicia, es otra causa de victimización secundaria incrementando gravemente el impacto destructivo en el sistema nervioso de las víctimas y de quienes les estén apoyando.

Una de las máximas expresiones de la violación de los derechos de las víctimas es arrebatarle su último derecho que le queda de tratar de buscar justicia y legitimar su denuncia a través del sistema judicial. Estos violentos atropellos de las familias incestuosas para garantizar su impunidad no pueden ser tolerados por el sistema judicial. El duelo del abandono del Estado, la última instancia al que las víctimas vulnerables pueden recurrir en este mundo, les deja en un estado profundo de indefensión y desesperanza con experiencias de muerte en vida muy grandes encima de las que ya sufrieron con el depredador sexual. Esto deja a las víctimas y a sus familias en un estado de profunda confusión causando un deseo de morirse. Esto también les hace altamente vulnerables a que este depredador y la familia que lo encubre cometan y sigan cometiendo múltiples actos de intimidación e intentos de destrozar lo que las víctimas hagan para abrirse camino en su proceso de sanidad y resiliencia.

La cultura del incesto fundamentalmente se ha convertido en un asunto político y cultural que normaliza el abuso del poder de unos seres humanos sobre otros. Desafortunadamente la cultura del incesto va acompañada de una gran cantidad de mitos y normas sociales que obligan a mantener secreto y silencio sobre el verdadero significado de las actividades sexuales incestuosas dentro de la familia que hace que se continúe transfiriendo de generación en generación el supuesto derecho de los hombres adultos sobre la vida y genitales de esas niñas en el espacio familiar.

Parte de la conspiración del silencio del Estado y la sociedad con la cultura del incesto es hacer invisible a este delito, y en algunos casos, solo darle una categoría de agravante poniendo la pesada carga a la niña para que primero logre demostrar que se ha cometido un delito de violación para así tener acceso a la justicia por este horrible delito que desestructuró todo su proyecto de vida. Esto es mucho más grave ya que se cometió en el íntimo espacio de la familia, donde más debería estar protegida, en contraste a si este delito fuese cometido por un extraño. Similarmente el uso de argumentos jurídicos basados en la pseudociencia de la alienación parental es otra forma de silenciar a las víctimas y transferirle la culpabilidad.

Son incomprensibles las experiencias traumáticas para una niña o adolescente que experimenta las múltiples acciones de muerte causadas por el violador y quienes buscan encubrirle. A pesar de que la niña ya ha sido una víctima, el sistema familiar la convierte en una victimaria que no solamente pone en riesgo el bienestar del violador, sino el bienestar de los otros miembros de la familia. Los falsos complejos de culpabilidad como una supuesta terrible vergüenza que ella debe arrastrar ante la familia y la sociedad, hace mucho más difícil que la niña pueda procesar todo lo que ha perdido en sus sueños y proyecto de vida por las conductas del violador.

La conspiración del silencio

Ya llegaron los tiempos para acabar con esta conspiración de silencio y complicidad ante la cultura del incesto en las familias y claramente criminalizar a todo varón adulto que se aprovecha de estas relaciones asimétricas de poder para someter a la niña en el mundo del secreto y el silencio y convertirla en objeto de explotación sexual dentro del mismo espacio familiar.

Es crucial que esta niña o adolescente pueda conocer lo que la cultura del incesto es, y que cualquier interacción sexual cometida entre un adulto y un niño o niña que se encuentra en condiciones de vulnerabilidad por su dependencia económica, social, cultural, de necesidad de protección, o de afectos (que se dan en el seno de las familias) debe ser reconocida como un delito grave e intolerado por la sociedad y por el Estado.

Es crucial que las familias mismas puedan reflexionar sobre como ellas puedan estar entrampadas en una variedad de mitos que les impide tener conceptos claros de lo que es el incesto y por lo tanto NNAs entrampadas en el incesto difícilmente podrán comprender lo que está sucediendo.

La tarea fundamental del Estado es difundir ampliamente información apropiada que permita desmontar los mitos del incesto y sobre todo dar a conocer que el incesto entre personas adultas y niñas menores de edad dentro del espacio familiar es un delito que no va a ser tolerado por el Estado.

Es crucial difundir la información en la sociedad, acerca de cómo frecuentemente responden los familiares del agresor, como también los funcionarios y mucha gente en la sociedad buscando de diferentes formas excusar al adulto varón, a utilizar diferentes mitos que llevan a la desconfianza de las narrativas de las niñas, a minimizar el daño que posiblemente la víctima haya recibido, a argumentar la prioridad que supuestamente debe darse a la imagen social de la familia, y otra variedad de mecanismos que la cultura del incesto ha venido utilizando por generaciones.

Esto es completamente entenebrecedor para las víctimas y quienes las quieran apoyar, pues no pueden entender cómo ante un hecho tan violento, la respuesta es tan incomprensible, viendo que hay miembros de la familia que prefieren no proteger a la víctima, sino que optan por proteger al adulto violador. Aun se hace más incomprensible cuando varios de esos miembros de la familia son mujeres que, a pesar de conocer o haber sufrido violencia sexual en sus vidas, optan por convertirse en “escuderas protectoras de violadores” para ganar su aprobación y protección buscando preservar a toda costa la continuidad de la cultura del incesto, del androcentrismo y adultocentrismo así ellas hayan sido víctimas de ese sistema.

Esta conspiración de complicidad con los hombres agresores sexuales es lo que lleva a sistemas familiares que han sido impregnados por la cultura del incesto a buscar continuamente silenciar a la víctima y a su madre por haberse atrevido a romper el silencio y denunciar, mostrando una vez más que en esta clase de delitos quienes frecuentemente intimidan y obstruyen los procesos judiciales son familiares de las víctimas.

Afortunadamente, ya en muchos países del mundo claramente se está reconociendo la gravedad de las implicaciones de la cultura del incesto para “normalizar” la violencia en la familia y sociedad, y por lo tanto ya no tolera a quienes encubran a cualquier costo las violaciones incestuosas. Ya cada día se rechaza más cualquier tipo de argumentación que trate de justificar, excusar o normalizar que varones adultos puedan tener ese supuesto derecho de tener coitos con las niñas o niños menores de edad dentro de la misma familia.

Múltiples investigaciones en diferentes países muestran la terrible vulnerabilidad en que viven niñas/os cuando se mantiene la conspiración del silencio y la conspiración de complicidad con los adultos en la familia, que manipulan astutamente los vínculos afectivos, los vínculos de protección, los vínculos de autoridad y los afectos para retorcerlos y entrampar a las víctimas y someterlas silenciosas a la explotación sexual no comercial en el mismo seno de la familia. Quienes no repudian esto, claramente desean continuar reproduciendo el incesto.

Hoy ya se entiende el rol que juega la reproducción del incesto de generación en generación a través de la transmisión de patrones culturales, estructuras de poder en la familia, creencias erróneas y mitos familiares que permiten normalizar un supuesto derecho de los adultos sobre la vida de las niñas/os menores de edad en la familia. Hoy ya se entiende mejor lo que son los mitos complementarios como la responsabilidad de todos de proteger al patriarca de la familia, no cuestionar sus mandatos ni conductas, exigencia de lealtad a la familia por encima de la ética o la justicia (los trapos sucios se lavan en casa), el rechazo a la educación sexual e información sobre las violaciones en las escuelas y colegios, la culpa de algo que sucedió mal la debe cargar quien es más débil, especialmente si quien se equivoca es la autoridad (sacrificio y culpa), etc.

Poco a poco ha ido calendo el velo de lo que realmente en las familias entrampadas en la cultura el incesto cuando sale a la luz un caso de violación incestuosa, activan una serie de mandatos y normas reproducidas por estos mitos disparando múltiple resortes para silenciar a la víctima, minimizando su credibilidad, poniendo en duda su estado de salud mental, desfigurando su pasado para intentar mostrar que las conductas sexuales de ella siempre han sido incorrectas o pervertidas, y otras estrategias para invisibilizar lo sucedido, minimizar su impacto y justificar que lo sucedido es porque ella se lo buscó. “Todo vale” para encubrir al adulto violador.

Estos y otros mitos son los que se han venido usando para mantener el secreto en la familia de generación, tras generación y así perpetuar la idea de que el incesto es aceptable, que las niñas en la familia son “accesibles sexualmente a los adultos” necesario o incluso beneficioso para la niña. Es por ello que se sigue transgeneracionalmente escondiendo o normalizando esta práctica.

Afortunadamente ya se entiende mejor el gran poder que los agresores tienen sobre los miembros de la familia que se atrevan de alguna forma intentar confrontar su poder y supuesto “dueñaje” sobre los miembros de la familia, y peor si se atreve a denunciarles. Hoy, ya se ve como “una respuesta normal” del patriarca de la familia el buscar instrumentalizar al mismo sistema judicial para intimidar con demandas y contrademandas hacia la víctima y su madre incluyendo el argumento de desbaratar toda la narrativa de las víctimas bajo el argumento de una agenda oculta de la madre y a lo que llaman “alienación parental’. Ya los operadores de justicia han ido comprendiendo cómo el temor a represalias es un factor que pone mucha presión a las víctimas de violaciones incestuosas que las puede entrampar en el silencio, o llevarlas a desistir de la búsqueda de acceso a la justicia al punto de que bastantes de ellas llegan a un punto en que se retractan de la historia que dio sobre los hechos sucedidos.

Las amenazas y manipulación en las que fue sometida la víctima por el agresor generan un ambiente de miedo y control que las mantuvieron atrapadas en el silencio durante meses o años, puede nuevamente ser reactivadas, si estas amenazas continúan especialmente si logran instrumentalizar al sistema judicial para iniciarles procesos por atreverse a desafiar al patriarca.

Es por ello que no es extraño que la víctima en varios casos prefiera hacer la retractación de la versión de los hechos que ha sufrido y retornar al silencio o la negación de lo que vivió ante una de las experiencias traumáticas más serias que puede sufrir. Esto le puede llevar a un trauma mucho más complejo por el hecho del abandono de ella misma al sentir que ya no tiene energía para luchar y que finalmente la narrativa de los hechos sufridos ha sido silenciada por el violento y quienes le apoyan.

Los avances en la jurisprudencia internacional ya reconocen la responsabilidad crítica del sistema judicial con respecto al cuidado y seguridad de la víctima como del sistema de protección de las víctimas para brindarles todo el apoyo que necesitan para evitar amenazas e intimidaciones y reducir el temor que se genera en romper silencios y asumir la búsqueda de la justicia. Hoy ya se reconoce que cualquier esfuerzo en erradicar la violencia de género será muy limitado, si primero no se erradican las múltiples formas en que las mujeres son subordinadas a través de la cultura del incesto que “normaliza” el falso derecho que unas personas tienen de apropiación sobre la vida de otras personas, y aún peor, las violaciones incestuosas por adultos en la familia, el lugar que debería ser más seguro y justo para NNAs.

Las familias y personas que minimizan la gravedad del incesto, o peor, que se prestan para el encubrimiento y complicidad con situaciones del incesto, quedan atrapadas en la cultura de apropiación de otros seres humanos. La peor esclavitud es aquella que entrampa a opresores y encubridores de opresores en un mundo que legitima la opresión. La peor opresión es la esclavitud sexual de una niña atrapada por un familiar que ostenta capacidad para manipular los vínculos de autoridad, de afecto y de protección para someterla en el secreto convirtiéndola en un objeto sexual y manifestar así su poder enfermizo de control y dueñaje y de la expresión de su misoginia en una niña o niño totalmente vulnerable.

Familias incestuosas siempre, imponen a los más débiles o vulnerables las condiciones de los términos en que se pueden dar las relaciones y estas personas no tienen ninguna otra opción que someterse silenciosa a los términos de esas relaciones, así éstas generen altos niveles de sufrimiento. La insensibilidad al sufrimiento de las otras personas de la familia y la carencia de empatía hacen que estas personas y el sistema no aprendan de sus errores o los daños que hacen y continuarán reproduciendo las mismas relaciones de dominancia-subordinación, dueñaje y otras formas de manipulación, sobre quienes son más vulnerables. El abuso es una transacción que requiere por lo menos a dos personas para completarlo. La única forma de hacerse libre del incesto es completamente escapar de la cultura incestuosa.

Dos factores descomponen a una sociedad: el silencio ante la comisión de delitos y la complicidad para que estos queden impunes arropados en redes de corrupción social y gubernamental. En ningún otro delito están tan presentes estos factores como en los delitos de las agresiones sexuales a niños, niñas y adolescentes y especialmente cuando estos delitos se cometen bajo el manto encubridor de la alienación de la sociedad con respecto al incesto.