Este trabajo es parte de una larga investigación sobre el homicidio calificado y la violación y violación y homicidio que dio lugar a una serie de artículos sobre el tema. En este caso particular buscamos las razones que llevan a las mujeres a matar. Las entrevistas fueron realizadas en los Centros Penitenciarios del Estado de Sonora (México). Como todos sabemos, es la página roja de los periódicos la que suele mencionar estos datos, a menos que el o los crímenes sean tan espantosos que ameriten ser referidos como artículos extensos en las secciones frontales o principales de los diarios y, desde luego, no se analiza ni se reflexiona sobre el fenómeno de que, si bien es verdad que el colectivo masculino es el que comete más homicidios, los asesinatos cometidos por mujeres han tenido un incremento más que notorio.
Ce travail s'inscrit dans le cadre d'une longue enquête sur l'homicide aggravé et le viol et le viol et l'homicide qui a donné lieu à une série d'articles sur le sujet. Dans ce cas particulier, nous cherchons les raisons qui poussent les femmes à tuer. Les entretiens ont été menés dans les centres pénitentiaires de l'État de Sonora (Mexique). Comme nous le savons tous, ces faits font généralement les gros titres des journaux mais seuls les crimes les plus horribles font l’objet d'articles détaillés et, bien sûr, il n'y a pas d'analyse ou de réflexion sur un phénomène qui montre que s'il est vrai que les hommes sont ceux qui commettent le plus d'homicides, les meurtres commis par des femmes ont augmenté de manière plus que notoire.
Este trabalho é parte de uma longa investigação sobre homicídio qualificado e estupro e estupro e homicídio que resultou em uma série de artigos sobre o tema. Neste caso em particular, procuramos as razões que levam as mulheres a matar. As entrevistas foram realizadas nos Centros Penitenciários do Estado de Sonora (México). Como todos sabemos, é a página vermelha dos jornais que costuma mencionar esses fatos, a não ser que o(s) crime(s) seja(m) tão horrível que mereça ser mencionado como extenso artigo na frente ou nas principais seções dos jornais e, claro, não haja análise ou reflexão sobre o fenômeno que, embora seja verdade que os homens são os que mais cometem homicídios, os assassinatos cometidos por mulheres aumentaram mais do que notoriamente.
This article is part of a long research about murder and rape, and rape and homicide that gave rise to a series of articles on this issue, in this particular case we researched reasons that lead women to kill. The interviews were done in jails in the State of Sonora México. As we all know, is the red page in newspapers the one that mentions these events, unless the crimes are so gruesome, that deserve to be mentioned in extensive articles in the front pages of newspapers, without analyzing nor reflecting on the phenomenon, that although is true is the masculine collective the one that commits more homicides, homicides perpetrated by women they have had a more than noticeable increase.
22 Entonces, ¿qué gana la gente con tanto esfuerzo y preocupación en esta vida?
23 Sus días de trabajo están llenos de dolor y angustia, ni siquiera de noche pueden descansar la mente. Nada tiene sentido.
24 Entonces llegué a la conclusión de que no hay nada mejor que disfrutar de la comida y la bebida, y encontrar satisfacción en el trabajo. Luego me di cuenta de que esos placeres provienen de la mano de Dios.
25 Pues, ¿quién puede comer o disfrutar de algo separado de él?
26 Dios da sabiduría, conocimiento y alegría a quienes son de su agrado; pero si un pecador se enriquece, Dios le quita las riquezas y se las da a quienes lo agradan. Eso tampoco tiene sentido, es como perseguir el viento.
Eclesiastés: 2: 22-26 Biblia NTV
¿Por qué matan algunas mujeres? ¿Qué es lo que las lleva a terminar con la vida de sus hijos, por ejemplo, o del hombre al que eligieron como compañero, o bien, de su propia madre? ¿Cuál es el camino que las lleva por esta situación de ser consideradas y, por tanto, condenadas como homicidas? ¿Las mujeres matan porque simplemente no encontraron otra salida a su problemática? o ¿es la ira, un ataque de cólera el que las conduce con los pasos contados a matar? o ¿quizá lo que ocurre es que ha hecho a un lado todo lo que establece la familia, la iglesia, la escuela, la familia, sobre su docilidad, suavidad, ternura…?
Las mujeres somos educadas, desde la hora de nuestro nacimiento, para que veamos las ventajas de la dulzura, del trato afable, delicado; se nos dice, desde que tenemos conciencia, que debemos prepararnos para el matrimonio a futuro, para la venida de los hijos, para ser esas maravillosas compañeras, fuerza callada, dulzura de acero vestida de sedas siempre al servicio de los que amamos… “Mujer virtuosa, ¿quién la hallará? Porque su estima sobrepasa largamente a la de las piedras preciosas” (Prov. 31:10).
Las mujeres, y es necesario decirlo, son producto de la sociedad en la que viven; responden a lo que la sociedad les pide, les exige o las insta a hacer y/o tener. ¿Qué ha tenido qué suceder para que alguna, algunas mujeres tomen la decisión de matar? Las mujeres homicidas están lejos de ser enfermas mentales, de ser desadaptadas. Cabe pensar que son mujeres que se atrevieron, que decidieron tomar las cosas en sus manos y arreglar o desarreglar lo que les tocó vivir. Por tal razón, creemos que es muy importante saber cómo se ven a sí mismas las homicidas, cómo explican ante sí mismas y ante otros, sus actos, sus razonamientos, todo lo que las llevó a ser sentenciadas por homicidio calificado. Ese camino que debieron recorrer al cometer el crimen del que son acusadas.
Sin dejar de lado, porque conviene tenerlo presente, que todo fenómeno social, y el crimen es un fenómeno social, es, en una de sus dimensiones constitutivas, un proceso de producción de sentido ya que está diciéndonos algo. Por tanto, intentemos comprender las razones, las decisiones que llevaron a estas mujeres a ser acusadas, procesadas y sentenciadas por el delito de homicidio calificado en los penales del Estado de Sonora.
Hace algún tiempo vi la conveniencia de reflexionar, junto a dos de mis compañeros, en la investigación que inicié hace diecinueve años. La Psicóloga Clínica Lidia Martínez Valdéz, joven pero profunda, experimentada e intensa y con enorme empatía y sentido común, y el Doctorando en Derecho Penal, Leonardo Mendívil Cháves, quien, antes de iniciar el Doctorado tuvo la fantástica oportunidad de trabajar como comandante en un penal para varones durante varios años, oportunidad ésta que le dio un conocimiento particularmente profundo sobre la vida en prisión y sus habitantes - situación que hemos compartido.
En cuanto a la mujer homicida, son muchos los “otros”, semejantes a ella, quienes intervienen en esa construcción. Pero a la hora de analizar lo que las homicidas dicen, también interviene la propia conceptualización del que investiga, con su propio coro de voces y lecturas que forman parte de lo que el investigador o la investigadora considera como construcción de una realidad subjetiva que deviene forma de vida del entrevistado. De aquí surge la necesidad de que el investigador y la investigadora se reconozcan como sujetos que viven inmersos en un complejo conjunto de relaciones que - quiéranlo o no -, ejercen sobre él/ella, una determinada influencia. La subjetividad del investigador, la subjetividad de la investigadora está ahí y es a través de ella que elige, analiza, escoge y decide ignorar aquello que no le interesa a él/ella por la razón misma de su subjetividad e interpreta su propia investigación.
El investigador/la investigadora no puede eliminar esas voces que forman ahora parte de su experiencia y que necesariamente habrá de remitir a intereses, reflexiones y expectativas que en el momento concreto de acercarse a la experiencia de un “otro”, dan pie a las maneras y alcances de la problematización, la crítica y la reflexión futura sobre el objeto del conocimiento. Parafraseando al gran pensador y filósofo español Ortega y Gasset, podría decirse: la investigadora es ella y sus circunstancias, su historia personal y sus guías - sustento teórico -, a la hora de acercarse al objeto de estudio.
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La objetividad involucra una actitud desinteresada -supuestamente-, racional, ajena a lo emocional, no valorativa del objeto de estudio. Estas características de la objetividad son las posibilidades del conocimiento y de la verdad. Durante mucho tiempo la objetivación y la objetividad así entendidas fueron los criterios utilizados para -una vez más supuestamente- producir conocimiento en las ciencias sociales, que se decían científicos pues se consideraban objetivos, radicados en el objeto que el sujeto analiza desde una razón que se pretende universal, neutra, no condicionada por la circunstancia social del sujeto pensante y actuante (Núñez, 2004).
Cabe pues la reflexión de que todo lo anterior apunta directo a la supuesta objetividad que se atribuye al sujeto que investiga1. Se da por hecho que el investigador/la investigadora ha de acercarse virgen de ideas preconcebidas, de referencias teóricas, de valores y de posiciones determinadas al objeto de estudio. Nadie puede hacer caso omiso de todo lo que es en cualquier circunstancia de su vida, incluida por supuesto, su capacidad como investigador/a. No es posible acercarse a la investigación al margen de vivencias personales. No es posible acercarse a un fenómeno de tal profundidad y dificultad y pretender que se es claramente objetivo.
Con una visión más propia de la literatura, más pensada y traducida a un lenguaje adecuado para el creador de mundos nuevos y mágicos, el acercamiento a las mujeres homicidas representa un reto difícil de precisar porque la lengua que se usa está función de lo que se es y ser objetivo y ser capaz de traducir a un lenguaje aséptico la realidad no es uno de los talentos que se poseen. La pretendida objetividad existe sólo en la imaginación del investigador/investigadora, lo que de alguna manera nos lleva a la reflexión de que la experiencia de la vida es demasiado rica como para que pretendamos colocar barreras infranqueables y decir que podemos ser objetivos. La Ciencia Social no es ajena a esa riqueza como no estará al margen de la imaginación, de la creatividad, del arte mismo. Quizá sea precisamente esta creatividad, este no estar al margen de la imaginación, lo que convierte a la Ciencia Social en un instrumento tan fino y valioso.
Es difícil aceptar que busca reconocer lo que sabe en los demás, que, desde la observación, la selección y los modos de construir, hasta el análisis está expresando su formación cultural y sus circunstancias personales y que es parte de una visión social propia. Resulta casi imposible establecer una relación que traduzca lo observado y lo escuchado con certeza de total objetividad, lo que nos lleva a seleccionar parte de esa realidad observada o escuchada para analizarla. Siguiendo de nuevo a Ortega y Gasset, podríamos decir que la realidad nada tiene que ver con lo efectivamente ocurrido, sino con lo que se vivió, con lo que se padeció, con lo que se sintió que se vivía, con las emociones objetivas o no que se tuvieron. Tener la pretensión de que lo escrito es puramente ciencia, al margen de la emoción, a un lado del sentimiento, sería como intentar escribir sin estar presente.
De este modo, esa selección que discrimina y connota, el registro que valora, el análisis que estructura y dota de sentido, son momentos en los que es muy poco probable que se prescinda de un cuerpo teórico y una posición cultural de parte de quien se acerca a una realidad tratando de investigarla. Así, estamos inmersos en una trama de voces que deberán integrarse para obtener de ese concierto un todo coherente, que podamos dotar de sentido que nos permita o al menos haga posible comprender el uso que hace la protagonista de su experiencia para elaborar su discurso. Un discurso que le permita, primero a ella misma y después a los otros, comprender su propia vivencia.
Se eligió el tema del porqué del crimen porque es ahí donde duele y lo vivido, lo sentido, lo recordado y experimentado como verdadero es lo que termina filtrándose en esa pretensión de objetividad, de esterilización. Así, esa selección que discrimina, ese registro que valora, surge de toda esa historia personal presente siempre a la hora de estructurar y dar sentido.
¿Cómo podemos evitar estas situaciones? Enfatizar que todos somos capaces de todo, que la violencia que ejercemos puede ser absoluta y brutal y que rompemos todo esquema sólo sirve para vender amarillismo, pero no alivia ni remedia nada.
En este estudio exploratorio cualitativo lo que se busca es el sentido propiamente subjetivo de las acciones realizadas, acciones quizá pensadas, pesadas, acciones tal vez meditadas, al menos en algunos de los casos, que devinieron el crimen cometido. Buscamos comprender más que explicar, buscamos la relación que se da y se dio entre la experiencia de nuestros sujetos de investigación y su discurso.
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El homicidio calificado es el que se comete después de haberlo pensado y planeado con calma buscando las mejores opciones para conseguir el objetivo y que nada acuse al que lo comete. Lo que también se busca es permanecer sin castigo.
Las preguntas que se hicieron a las internas no se refirieron sólo a las prácticas sino a las ideas y los discursos que surgen de esos comportamientos. Lo que tiene lugar en la vida diaria, lo que dicen las homicidas, lo que callan, lo que desean, lo que dicen que temen; lo que dicen desear y hacer, lo que dicen que en verdad desearían hacer. Además del recuento minucioso del dolor vivido, de la pena experimentada, sobre todo por el crimen que ahora consideran absurdo y demencial. Pensando siempre en la habilidad mínima que se requiere para la comunicación de emociones, sentimientos y temores sobre todo en un tema tan delicado y complejo como la vivencia de un crimen, se tomó la decisión de iniciar la investigación con mujeres acusadas de homicidio calificado2. Por otra parte, por la mentalidad patriarcal que rige nuestra sociedad, poco común es la reflexión que surge a raíz de los testimonios. ¿Qué induce a las mujeres a matar?
Adá o la reivindicación del deseo
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Esta entrevista fue en el Cereso Número 1 de Hermosillo, Sonora durante el año 2021.
Adá3 es una mujer joven, tiene 37 años de edad. Debe medir un metro cincuenta y tres centímetros. Es blanca, viste un pantalón de mezclilla azul y una blusa blanca con estampados de colores claros, pegada al cuerpo. Luce unas pestañas verdaderamente largas y el cabello de color caoba rojizo al parecer recientemente pintado. Es llenita y su apariencia es limpia. De ojos obscuros y facciones normales. Le pregunto:
Adá, lo que queremos hablar con usted es la razón por la que está aquí, de eso se trata la entrevista.
Ada: “Ah… pues yo estoy aquí por homicidio calificado con… alevosía, ventaja y traición…, yo estoy aquí porque maté a una mujer”.
Lo dice con sencillez, como algo normal, sin ninguna entonación especial en la voz.
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Mi compañera psicóloga clínica Lydia Martínez.
Lidia4: ¿Entonces sí acepta hablar con nosotros? pregunta Lidia.
Ada: “Sí… pero, ¿cómo supieron de mí?”.
Zonia: “Lo que sucedió”
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Abdías es un amigo que trabaja en el Cereso de Hermosillo, Sonora, da clases de música, guiarra, piano y otros instrumentos a la población penitenciaria.
me apresuro a responder, es que nosotros hicimos aquí mismo una investigación con varones homicidas. Estuvimos aquí mucho tiempo hablando con ellos, allá, en el área de varones, en la oficina de nuestro buen amigo Abdías5.
Adá mueve la cabeza afirmativamente y sonriendo cuando menciono el nombre Abdías. Fue un poco hablando con ellos, con mucha gente, que pudimos tener noticia de usted.
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Curiosamente Adá dice que ella y Siquén fueron novios durante tres años antes de la primera relación coital. Según la entrevista con él, el noviazgo duró difícilmente tres meses y las relaciones coitales iniciaron casi de inmediato.
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Adá ha mencionado día, mes y hora en la que tuvo relaciones coitales por primera vez con Siquén. Me sorprende que recuerde con tal precisión algo que sucedió hace muchísimos años. Sin embargo, cabe la posibilidad de que tenga el recuerdo fresco en la memoria porque fue en esa ocasión cuando tuvo su primera relación coital con su compañero y ésta –la primera relación coital- no deja de ser una situación importante, al menos según la consideración de algunas mujeres.
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El deseo coital masculino ha exigido que la única posible identidad femenina quede reducida a ser madres benévolas y ciertamente asexuadas, mujeres que han eliminado de su vida la ira, el poder y sin otro deseo que no sea el de ser madres, preferentemente de un hijo varón (González de Chávez, 1993).
- Note de bas de page 9 :
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Tráiler, un carro generalmente de carga que se ha acondicionado para usarlo como vivienda. O bien, en efecto un tráiler que es una casa móvil.
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‘Así que es cierto que vives’, dijo la víctima cuando comprueba que Siquén está con ella, o ella con él en el tráiler que era su casa habitación. Pero lo curioso es que esta mujer dice: ‘Así que es cierto que vives’ lo que implica que en realidad no es ésta la primera ocasión que Adá pisa el lugar, más bien parecería que había vivido ahí al menos por un tiempo, el suficiente para que la futura víctima vaya a buscarlos y a reclamarle a Siquén que vive con ella, no que está, sino que vive, ahí.
- Note de bas de page 11 :
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Los individuos suelen otorgar significado muy claro a la sexualidad, entre éstos, podríamos señalar la relación entre el valor de la virginidad y el género, además, claro, de la estrecha asociación entre la sexualidad vivida libremente, esto es, al margen de la orden religiosa, de las buenas costumbres, aplicables sobre todo a la mujer, y el mal, lo que nos lleva a pensar que ambos son en realidad regulados por códigos morales de enorme complejidad y agudamente contradictorios, (Amuchástegui, 1996).
- Note de bas de page 12 :
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‘Yo sí le di lo que ella no le dio’. Adá se refiere a la virginidad otorgada. La virginidad pues, sigue siendo motivo de gozo, de premio, de consagración. Según muchas mujeres, ésta se ofrenda, aunque la palabra ofrenda se refiera a situaciones ligadas con la divinidad, aquí muchas mujeres hablan de ofrendar su virginidad al hombre que es una especie de príncipe azul al que se espera en la vida. Adá hace desde luego uso de la prerrogativa que significa haberse entregado a Siquén siendo virgen, lo que le da un estatus diferente que la coloca al margen, superior desde luego, de la otra mujer que, según el discurso de Siquén, no era virgen cuando se entregó a él. Al no haberlo sido, esta mujer, la víctima, carece de valor aunque le haya dado un hijo. Y carece de valor porque la mujer, desde esta concepción, sería valiosa en cuanto que es virgen, en cuanto que su castidad habla de su honestidad, de su pureza.
“Ah… bueno, está bien”.
Zonia: Adá, ¿puede decirnos qué fue lo que sucedió?
Ada: “Yo vivía con mis papás allá en…, y me puse de novia con Siquén6; él trabajaba enfrente de mi casa. Cuando él me conoció íbamos caminando en la calle y él me vio, nos vio, y le dijo a mi mamá que yo era una chica muy bonita… estuvimos tres años de novios…
Entonces… yo… una noche [Adá menciona el día específico, el mes y la hora en que esto sucedió]7 me fui con él al hotel; yo era señorita… esa noche él me dijo que tenía un hijo, un niñito de dos años de edad, pero que la mujer… la mamá… de ella no sabía nada8, se habían separado cuando ella salió embarazada”.
¿Usted no sabía nada de ella? Pregunta Leonardo.
Ada: “No, yo a ella la conocí un día… después del hotel, al día siguiente, me fui a vivir con él a una traila9… y ese día tocaron a la puerta de la traila y yo abrí y había una mujer que me preguntó si estaba Siquén y yo dije que sí, entonces se asomó él y la mujer le dijo: ‘Así que es cierto que vives10 con esta piruja…’; y comenzó a decirme muchas cosas, palabras feas, muchos insultos11… entonces nos agarramos de las greñas y llegó él [Siquén] y le dijo que no me dijera nada, que yo sí era señorita, que yo sí le di lo que ella no le dio12; entonces él me jaló y me dijo que me metiera en la traila y yo me metí y ellos se quedaron afuera discutiendo”.
A lo largo de mis años como estudiosa del homicidio, en muchas de las investigaciones que llevé a cabo, ante una infidelidad comprobada como es este caso, la engañada culpa, agrede y ofende a la que ella supone causante de la infidelidad y no propiamente a quien le ha sido infiel. La víctima no acusa nunca a Siquén de ser infiel que, si de culpables se trata, él sería el verdadero culpable, sino que ataca a la otra mujer a quien considera responsable del abandono de su compañero. Esto obedece a que la mujer considera propio de lo masculino la búsqueda de muchas compañeras con quienes vivir su coitalidad, lo que deja de lado la responsabilidad del varón; entonces, ante la afrenta consumada, sólo queda atacar y culpar “a la otra”.
Con esta conducta, la mujer valida el desempeño masculino a quien se considera libre y con derechos absolutos en el campo de la sexualidad, incluso en detrimento de ella misma. Pero no sólo ni únicamente esto, pues, como se verá más adelante, las razones que llevan a la mujer a cometer el delito de homicidio, sobre todo el calificado, tienen que ver con todo aquello que la mujer ha planeado para sí misma, para su futuro ideal, y hará cuanto pueda para lograrlo, aunque ello signifique la posibilidad de matar.
La sexualidad y su práctica configuran la forma en que se vive y se experimenta el propio yo, al decir de algunos autores (Amuchástegui, 1996; Ruz, 1996; Vargas, 1996; Szasz, 1998; Figueroa, 2002; Corsi, 2002, Donmen 2004; Weeks, 1998, 2000). La sexualidad y la virginidad se viven con una enorme carga moral y religiosa que puede llegar a establecer o destruir uniones que pudieran haber sido constantes y plenas.
Si el varón se siente y se vive como el único dueño de la sexualidad de su compañera, es dable pensar que exigirá ser el único que inicie a ésta en la vida coital. Además, la no virginidad, con la carga de conocimiento previo de la mujer hacia esa parte supuestamente vedada de su realidad, puede ser atemorizante para algunos varones, quienes abiertamente declaran que son mujeres públicas las que no conservan su virginidad y, al serlo, carentes por completo de valor.
Siempre he pensado que esa actitud de rechazo hacia mujeres que han tomado en sus manos la posibilidad de vivir su sexualidad conforme a su propia voluntad, obedece también a ciertos temores que deberán enfrentar los varones en cuanto a su desempeño sexual ya que, si la mujer es virgen, su mismo desconocimiento de esa parte de la realidad permite que el varón se sienta seguro de su propio desempeño; pero, si la mujer conoce ya y ha tenido experiencias sexuales con al menos un compañero, cabe la posibilidad de que evalúe a su pareja actual, que lo valore en cuanto a su cometido sexual, lo que sometería al varón a una angustia más – no dejemos de lado sus por demás escasas certezas - de no ser mejor, o cuando menos similar a otro varón, cuyo desempeño sexual pudiera haber sido más satisfactorio, precisamente para esa mujer.
- Note de bas de page 13 :
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La virginidad femenina se considera sagrada y como símbolo de la pureza y el valor de la mujer (…) en este contexto, las relaciones sexuales prematrimoniales de la mujer, sin la consecuente bendición de la institución del matrimonio, se considera como una mancha que degrada el cuerpo femenino y destruye su valor como tal (Amuchástegui, 1996).
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Adá dice que Siquén debió golpearla con una cruceta, luego entonces no lo supone, vio que la golpeaba con la cruceta.
“Entonces yo le dije a él que mejor m’ib´ir con mi amá y me fui. Entonces me fui y mi amá, pobrecita mi amá, que en paz descanse, [Adá comienza a llorar en este momento, las lágrimas corren por su cara, le acerco unos klenex] mi amá así no [me dijo]… otro hombre no te va’ceptar así13… vete con él, con ese hombre’. Me regañó feo me dijo, me dijo: ‘Yo señorita sí te puedo aceptar pero así no…”.
Pobrecita mi mamacita… ella, pues ella me regañó como regañan las madres… me regañó fuerte, el caso es que en ese momento llegó Siquén por mí en un carro y me dijo: ‘Vente, súbete’. Y ya en el carro, él iba muy recio, muy recio… me dice, mira, y yo veo atrás, atrás venía esa mujer, la que era mujer d’él, venía como desmayada… yo pensé que la’bía [había] golpeado con una cruceta… [Extraño comentario, la mujer, según Adá, estaba desvanecida, no se veía golpeada, no sangraba, sin embargo ella supone que Siquén pudo haberla golpeado con una herramienta poco común, con una cruceta y, que si existe, por lo general no está dentro de una casa cualquiera, sino más bien dentro de los automóviles, lo que habría significado mucho daño a la víctima debido a la naturaleza del instrumento empleado para golpearla]14 la mujer no estaba amarrada, venía como como dormida, como desmayada. En el otro extremo venía su hijo, un niñito de dos años de edad, venía tranquilo comiéndose unos submarinos… creo… y un juguito… venía tranquilo. Y le digo ‘¿es tu niño? Sí, dijo él, cómo se parece a ti, le dije, es igualito a ti’.
Entonces ella como que se empezó a mover… a hacer ruido… entonces él me dijo: ‘Toma, agarra el volante, agárralo…’. Y él se fue par’atrás y la agarró del cuello. Adá nos dice cómo la sujetó del cuello, con el brazo, como si quisiera ahorcarla. Y entonces yo cogí el carro y manejé… entonces me acuerdo que vi un camino de tierra y le dije: ¿me meto por aquí? Y él me dijo, ‘sí, sí, por aquí’. No me acuerdo cuánto caminamos, no sé cuánto camino… no conté los kilómetros… pero me detuve y él se bajó del carro y la bajó a ella todavía agarrada del pescuezo en esto que ella corre y él me dice: ‘Anda, síguela, síguela…’. Pero qué, si iba bien ligera, entonces él fue el que arrancó por ella, si nomás volaba cruzando los matorrales, por allá la agarró y ella le decía: ‘Déjame ir, déjame ir… no te voy a molestar, te lo prometo, no te voy a molestar, déjame ir… no me mates… déjame ir… estoy embarazada, voy a tener un hijo, déjame ir’. Entonces él me gritó: ‘Traime un paño, está en la cajuelita [en la guantera] del carro, córrele, traime el paño’”.
“Él le dijo a la policía que yo lo había ayudado, que él agarró el paño de una punta y yo de la otra y que jalamos, ya lo tenía ella en el cuello… pero eso no es cierto, yo le traje el paño y él solito se lo amarró al cuello y comenzó a apretar… pero ella seguía respirando, entonces él me dijo: ‘Corre, córrele al carro y traime un galón de gasolina que traigo atrás’. Y yo fui por el galón de gasolina y yo se lo eché encima… y le prendí el fósforo”.
Adá cuenta sus actos sin la menor emoción; afirma haber sido ella la que bañó el cuerpo de la mujer con la gasolina y haber encendido el fósforo. Lo hace casualmente, no hay, en verdad, ninguna emoción ni en su voz ni en su cuerpo. Tiene la mirada muy vívida. Mientras habla me ve directo a los ojos y cuando cuenta lo sucedido ni siquiera parpadea, pero no sólo esto, no hay absolutamente ninguna reacción en su cuerpo, en su mirada, en su voz, en su respiración.
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Adá y Siquén fueron sentenciados por homicidio calificado con brutal ferocidad y sentenciados a cincuenta años de prisión.
Ada: “Yo le dije eso a la policía, yo le dije: ‘Yo le eché la gasolina y encendí el fósforo’. ¿Por qué le hice caso…? ¿Por qué fui por la gasolina…? ¿Por qué no lo dejé mejor que él cargara en su conciencia con eso…? ¿Por qué tuve qu’ir por la gasolina? si no le hubiera hecho caso…, si no le hubiera hecho caso…”.15
La sexualidad con toda su carga de represión, de culpabilidad, de ansias secretas y de vivencias generalmente difíciles para la mujer soltera, es una presencia real que puede devenir una forma particularmente violenta de agredir a un otro que, además, tampoco está muy seguro de que tiene derecho a vivir esa sexualidad como le plazca.
Al decir de Córdova Plaza (2003), la cultura toda clasifica y define de cierta forma el deseo sexual y es en función de esa definición que va a estructurar un orden de sexualidad específico en el que el poder comunitario se comunica al sistema de valores para forjar a un determinado tipo de sujetos al señalarles con precisión lo que separa lo correcto de lo incorrecto, lo permitido de lo prohibido lo natural de lo antinatural.
Queda pues, bastante claro, que la sociedad hegemónica no tolera que la mujer tome en sus manos la posibilidad de una vida rica y variada dentro de la sexualidad porque ello conlleva el repudio de ese tipo de actitudes y se autoriza a los miembros de la sociedad a señalar a la pecadora como una mujer pública carente de toda valía. La convierte, así, en una mujer no sólo despreciable, sino desechable en el sentido estricto del término.
Todos los medios de comunicación señalan puntualmente cuál es el papel de la mujer: una vida de honorabilidad y recato al margen de cualquier actividad sexual si es soltera. Respeto irrestricto a lo que la sociedad valora: dulzura, ternura, estar siempre al servicio de los otros, sobre todo cuando esos otros son los miembros de la familia.. de ahí que, cuando esas directrices se rompen, den pie a que se exhiban sin que medie explicación ni comprensión de ningún tipo a lo sucedido. Lo que se busca es vender no entender, lapidar, no hacer justicia…
La sexualidad se constituye así en objeto de escrutinio ético que involucra de forma directa un código de valores específico puesto que queda muy claro cuál es la situación de lo femenino y de lo masculino; mirada ética ésta cuya función es la de establecer los comportamientos moralmente correctos, para canalizar a los individuos en determinada dirección, dependiendo de su género, edad y, por supuesto, estatus socioeconómico.
Así, existen múltiples factores articulados que inciden en los procesos de configuración de los patrones sexuales y los distintos grados y matices en la balanza de poder entre sociedades, entre sectores de una misma sociedad o entre géneros. Los estrechos nexos que mantiene la sexualidad con las diversas esferas de la vida social hacen suponer que las modificaciones que experimente un grupo implicarán algún tipo de repercusión en la forma en que se vive y se piensa el sexo” (Córdova Plaza 1998: 41).
Según Weeks “...la forma como marcha el sexo es un indicador de cómo marcha la sociedad” (Córdova Plaza (idem). Si la sexualidad es una forma de constituir la masculinidad propia, el dominio que se tiene sobre otros, principalmente sobre los más débiles, en este caso sobre la mujer, entonces la sexualidad, cabría pensarlo, se vive como forma, una más, de probar la identidad que se dice tener.
Tal como plantea Szasz (1998), no es el erotismo la expresión primera de la sexualidad como una de las formas más importantes de afirmación y reafirmación de lo masculino. Así, cabe decir que es a través de la sexualidad como se expresa y se mide el poder masculino y se reconocen sus límites, tal como dice Liendro (1995), citado por Szasz (1998). Por lo tanto, el varón, o al menos algunos varones, no pueden sufrir la posibilidad de ser puestos a prueba por una mujer que tiene conocimiento precisamente sobre uno de los terrenos que le permite a él constituirse como un hombre y al que se supone ella no tiene acceso si se considera una mujer virtuosa y elegible como posible madre de familia y compañera de un varón.
Todo lo que nos rodea fomenta precisamente esta idea reforzándola; los varones son dueños de una sexualidad autónoma vivida sin restriciones en la que parecería que lo único que cuenta es el desempeño óptimo del pene al margen de cualquier emoción o compromiso, mientras que para la mujer se exige una vida virtuosa de castidad y servicio a los otros..
Si vamos a creerle a los autores que han estudiado estos temas de masculinidad, sexualidad, entre ellos: (Figueroa, 2000, 2001; Fuller, 1997; Corsi, 1997, 2000, 2001,2003; De Keijzer,1997; Marquez,1991,1997; Rodríguez, 1997; Amuchástegui, 1997; Connell, 1995,1997; Viveros, 1997, 1998, 2003; Szasz, 1998 y un largo etcétera), mucha de la representación de la masculinidad descansa en el ejercicio de la sexualidad, una sexualidad castrante centrada en la penetración, en el buen desempeño de la erección, una coitalidad al margen del amor, que somete a los varones a un ejercicio invariable en ese sentido para demostrar, probar y comprobar que se es muy hombre. Al parecer y, según Liendro (1995), citado por Szasz (1998), existe una estrecha vinculación simbólica entre masculinidad, penetración y erección. Los genitales masculinos representan orgullo, prepotencia, fuerza, valor, bienestar e, incluso, podrían cobrar vida propia al margen del cuerpo al que pertenecen, según el concepto de varios de ellos quienes se dirigen a esa parte de su propio cuerpo como si fuera ajena a sus propios organismos y aún más, como si ésta tuviera voluntad propia.
Lía o el mito de la maternidad como satisfacción y plenitud
Tal como dirá Bauman (2001), la atención humana tiende a concentrarse solamente en la satisfacción que espera de las relaciones que ha establecido, precisamente porque no han resultado verdadera y plenamente satisfactorias; y si son satisfactorias, el precio de la satisfacción que producen suele considerarse excesivo e inaceptable. Lía quería una casa, un compañero y una familia. Necesitaba sentirse completa; quizá por eso aceptó irse a vivir con su compañero a la casa familiar de éste sin medir las consecuencias.
Lía: “Quería [Isacar, su compañero] irse a trabajar a los pueblos otra vez… yo sí me molesté porque ya empezamos a carecer otra vez de comida, ropa… y sí me molestaba pero pues ni modo, la casa que estábamos rentando la tuvimos que… nos fuimos a vivir a la casa de su mamá. Eso yo no quería, vivir en la casa de su familia no quería, porque en su casa son puros hombres; tiene puros hermanos hombres y entonces yo sabía que casi toda la responsabilidad iba’ser para mí, [la obligación de hacer la] comida, lavar… por eso después me sentía asfixiada, me levantaba súper temprano a’cer [para poder hacer las] tortillas, limpiar la casa, lavar ropa, todo el día, en todo el día yo no paraba”.
¿Necesitaba Lía sentir que su vida tenía un sentido? Por su conducta podemos entender que Lía no se define a sí misma como madre. Entonces ¿cómo se define? Szasz (1998) establece que el madereo, la capacidad para brindar cuidados maternales, es adquirido por las niñas cuando éstas se identifican con su madre y con las tareas que la madre desempeña; podríamos decir que es la capacidad de experimentarse a sí mismo en relación con otro y la consecuente satisfacción que de ello se derivaría. El sentido de sí mismo, dice, se define por la capacidad de relacionarse. Lo que nos llevaría a darnos cuenta de que Lía tiene conciencia de sí misma en cuanto que forma parte de una relación amorosa, es la compañera de un varón y al serlo forma parte de una familia; él encarna en sí mismo la familia que tanto ambiciona.
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La hija que tuvo de su primera relación amorosa. Unión que no duró, según Lía, porque el hombre no trabajaba y todo el día se drogaba. Lía se vio obligada a trabajar para poder mantenerse y a su hija, cosa que, según dijo, la tenía muy cansada.. la tenía harta.
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Cuando Lía dice: ‘Pero yo no ponía un alto, lo dejaba’. Lía está hablando de la subordinación a la que estaba sometida. El silencio puede ser una fuerza activa de la que sabemos en realidad poco, sobre todo cuando el silencio se da como parte de la vida cotidiana de las personas en la que éstas interactúan. Porque, ¿qué pudo callar a Lía, qué debió suceder para que Lía no exigiera a su compañero si no cariño, sí respeto para su propia hija? Tal como establece Etter-Lewis (1991), citado por West, Lazar y Kramarae (2001) es posible aprender acerca de las experiencias del sometimiento de las personas observando no sólo lo que dicen, sino sobre todo lo que callan.
“… me sentía muy mal, parte de esa frustración yo la desquitaba con la niña16… no la golpeaba… pero sí le gritaba, le… la regañaba por todo, le echaba la culpa a ella por las cosas que hacía; si tiraba un vaso con agua pues le gritaba horrible y todo lo quería descargar en ella, siendo que la niña no tenía la culpa… entonces… humm, como no era hija de él él todo el tiempo la hacía a un lado, no le daba mucha importancia, si la niña se enfermaba tampoco no, no le daba importancia… que no se enfermara la de él porque entonces sí, había problemas.. y, varias veces yo me daba cuenta de que también le gritaba a la niña, la amenazaba no la dejaba hacer muchas cosas y… pero yo no ponía un alto, lo dejaba…17”. Zonia: ¿Por qué, por qué permitía usted esa situación?
Lía: “Porque no se enojara conmigo”.
Zonia: ¿Qué sucedía si él se enojaba con usted?
Lía: “Dejaba de hablarme”. ¿Mucho tiempo? “A veces una semana… no me hablaba”.
Pregunto: ¿Y era muy doloroso? “Para mí sí, me sentía mal”.
La molestia que significaba Tamar la hija primogénita de Lía, el fastidio de su supuesto llanto continuo, quizá más bien su presencia, desataron en Isacar toda la furia que guardaba y sin pensarlo bien a bien, terminó por destruir a la criatura.
¿Qué mataba Isacar en Tamar? ¿Por qué la golpeaba tan brutalmente? ¿Qué significaba para él esa molestia, en qué consistía la molestia? ¿Qué había en la niña que lo llevó a usar toda su fuerza para exterminar a una criatura de cuatro años de edad? ¿La golpeaba porque era hija de otro hombre y eso le recordaba que no había sido él el iniciador de la vida sexual de Lía? ¿La golpeaba porque al golpearla golpeaba a su rival, al hombre que preñó por primera vez a la que ahora era su mujer? ¿Su inseguridad personal de hombre lo llevó a afirmar en ella sus muy escasas certezas? Según el expediente de Isacar, no sólo golpeaba a la niña, se burlaba de ella; tanto él como Lía se mofaba de la criatura ofendiéndola groseramente aun a sabiendas de que la niña no podía comprender sus palabras. La última golpiza que Isacar propinó a Tamar le rompió el intestino, lo que le produjo la muerte, horas después, en el hospital.
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Según el expediente, Tamar murió a consecuencias de una golpiza más que le produjo un choque séptico y ruptura gástrica. Estaba politraumatizada.
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Los médicos dieron parte a las autoridades de que la niña presentaba el Síndrome del Niño Maltratado. Tenía huellas de varias golpizas previas, estaba tupida de moretones; además, había tenido fractura de tibia de la pierna derecha. En esa ocasión se le atendió en el hospital y la enyesaron, pero tiempo después diría la madre que, bañándola, el yeso se había remojado y hubo que quitárselo aunque la fractura no hubiera soldado aún. Los médicos que hicieron la autopsia señalaron que la niña tenía un alto grado de desnutrición. En el expediente se señala también que la familia a la que Tamar pertenecía tenía los medios económicos suficientes para darle a la criatura una alimentación adecuada; sin embargo, la niña padecía una desnutrición severa que tarde o temprano le habría acarreado la muerte.
La conceptualización de la mujer está asociada a la definición de mujer como el ser que es para otros, bajo la óptica de una feminidad que se constituye fundamentalmente a partir de ser y estar al servicio permanente, cotidiano, completo, absoluto para atender cualquier necesidad de los demás, obviando las propias, naturalmente. Lía estaba al servicio de Isacar, y estar a su servicio también significaba guardar silencio ante las golpizas y permitirlas, sobre todo18. Cuando Lía llegó al hospital con la niña inconsciente, de inmediato fue conducida al quirófano pero ya no fue posible salvarle la vida19.
Lía desatendía a su hija y permitía que Isacar la golpeara de manera constante sin oponerse a ello bajo ninguna circunstancia. Una vez detenidos y sentenciados a cincuenta años por homicidio calificado con brutal ferocidad, fueron recluidos en el penal de Hermosillo, Sonora. Lo primero que hizo Lía en esas circunstancias fue casarse por el civil con Isacar, me dijo que lo había hecho porque esperaba que la familia de él hiciera de todo para sacarlo y a ella, claro, por ser, ahora sí, su legítima esposa. Isacar buscó el amparo de la justicia federal pero la sentencia fue ratificada. Dos o tres años después se divorciaron. Isacar se ha casado con otras mujeres durante este tiempo de reclusión y ha engendrado varios hijos con diversas mujeres. Lía permanece soltera.
Tirsa y la santa muerte
De estatura promedio, quizá cercana al metro sesenta y dos centímetros, delgada, blanca, de cabello castaño claro, ondulado que le llega a los hombros, ojos color miel, facciones armónicas, agradable en términos generales, Tirsa viste un pantalón claro, sandalias, blusa azul claro. Le explico por qué estamos ahí y porqué queremos hablar con ella. Se sienta y le invito un café, dice que sí, que le gusta mucho el café y que el que dan en el penal es agua caliente pintada de color café pero no café. La Trabajadora Social me hace el favor de traernos cinco tazones hirvientes, azúcar, crema y un paquete de galletas de fresa. Tirsa pregunta si puede tomar galletas también y le digo que son suyas.
Espero a que beba algo de café que parece disfrutar en verdad. “Gracias, dice de pronto, no sabe las ganas que tenía de un buen café; aquí lo que dan es garbanzo tostado, asqueroso..”.
¿Cómo está, Tirsa?, le pregunto, ¿cómo se ha sentido, cómo la han tratado sus compañeras, cuánto hace que está aquí? “Hace… hace como… cuatro… sí, como cuatro meses, no… no, más, un poco más… estoy bien, la verdad es que nadien se mete conmigo, aquí si tú no te metes con nadien, nadien se mete contigo; yo respeto a todas y todas me respetan… claro que nadien me quiere, nadien quiere ser mi amiga, ni falta que me hace… pero en veces… en veces sí que se siente rete gacho la soledad”.
Se lleva el tazón a los labios y bebe lentamente, disfrutando el líquido.
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Miguel es uno de los hermanos varones de Tirsa, menor que ella, supuesto estudiante de bachillerato. Cuando detuvieron a los miembros de la familia, éste también fue detenido pero al ser interrogado dijo no saber nada de lo que hacían su madre, sus hermanas, el compañero de su madre, en fin, lo que resulta del todo increíble ya que vivían juntos en la misma casa, no obstante fue puesto en libertad de inmediato y nunca se le acusó de nada ni volvió a mencionársele durante la investigación.
Zonia: ¿Por qué dice que nadie la quiere, Tirsa?
Tirsa: “Pues… pues por eso, porque nadien me quiere… deben pensar que soy el demonio… ¿usté también lo cree? ¿Que soy el vivo demonio?”
Zonia: “No, Tirsa, pienso que algo debió suceder, algo muy grave que la llevó a hacer lo que hizo. Háblenos de usted, cuéntenos cómo fue su niñez.
Tirsa: “Yo nací en un pueblo de la sierra, fuimos los últimos hijos de mi amá; antes tuvo cinco, nací yo, luego el Miguel, la Súa, la Ela que es la más chiquita… mis hermanos grandes ya no vivían en la casa con nosotros, estaban en sus casas con sus mujeres y sus hijos. Nomás nosotros, aunque la Súa y yo ya nos bíamos [habíamos] juntado con los novios y vivíamos también dizque en nuestras casas pero, la mera verdá es que siempre estábamos con mi amá. Con mi amá no teníamos problemas, pero con el Lot, el hombre de mi amá sí, nos caía en los huevos… sobre todo a la Súa y a mí.. siempre estaba dándonos órdenes, como si también fuéramos sus viejas, nomás no se metía con el Miguel20 porque ese casi nunca estaba en la casa, nomás iba a tragar y luego se largaba… eso sí, mi amá no quería que no le tuviéramos la ropa limpia y planchadita al Miguel, como si el cabrón no tuviera manos pa’cerlo’él [para hacerlo él]. El otro problema era mi amá, el Lot trabajaba de lo que se podía y el poco dinero que llevaba a la casa lo compraban de cristal, así que mi amá se pasaba todo el día con un habladero con gente que nomás ella vía [veía]. Pero era un habladero, decía que en la casa bía [había] muchas personas que iban a visitarla y a platicar con ella. Cuando el Lot estaba ahí también le entraban al tequila”.
Zonia: Tengo entendido que su mamá y su familia eran adoradores de la Santa Muerte, ¿qué era lo que querían?
Tirsa: “Lo que pasa es que hacía tiempo que mi amá’bía [mamá había] comenzado a adorar a la Santa Muerte y estaba dale que dale con que tenía que ofrecerle almas puras pa’que la Santa Muerte le diera lo que ella le pedía… mi amá estaba terca que quería tener un hijo con el Lot; el doctor del Seguro le bía [había] dicho que ya no podría tener más hijos pero ella decía que si bía parido nueve entonces podía parir diez y estaba dale que dale con esa canción y terminó pidiéndole a la Santa Muerte que le hiciera el milagro y claro… que nos diera dinero pa’comprar comida y tragar hasta hartarnos.. pero sobre todo lo que quería era tener otro chamaco pa’que el Lot estuviera contento…”. Sonríe maliciosa y le pregunto por qué. Responde: “porque el chamaco que consiguió el Lot pa’que lo matáramos era hijo suyo, lo tuvo con una pobre mujer antes de meterse con mi amá..
Lidia: ¿Era el primer niño que mataban?
Tirsa: No.. mi hermanita Súa se llevó a un chamaco pal’monte; ese fue el primero, pero mi hermanita era una niña, tenía doce años.. o menos, así que me fui con ella, bueno, detrás de ella. la Súa le metió una puñalada y lo dejó ay… Estaba vivo, así que le rebané el pescuezo. Lo metí entre los matorrales pa’que los animales se lo comieran y sí… a la semana había unos cuantos huesos regados... nadien lo halló.
Zonia: Tirsa, dices que ya no vivías propiamente con tu mamá, ¿a qué atribuyes que te haya llamado para hacer el trabajo? ¿Por qué crees que tu mamá hacía eso? Ella sabía que estabas con tu novio, que todo estaba bien; le habías dicho que no querías vivir en ese pueblo, ¿a qué crees que se haya debido que insistiera tanto?
¿Todos en tu familia adoraban a la Santa Muerte? Pregunta mi equipo. Pero, quizá la única verdadera pregunta sea: ¿por qué Sama, la matriarca, no mató ella personalmente a los niños, por qué involucró a sus hijas? ¿Para qué? ¿Qué era lo que en verdad quería obtener, qué era lo que buscaba?
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Abner es hermano de Tirsa y Agar es la compañera sentimental de éste.
Leonardo: ¿Por qué no les pidió a Ela o a Súa que la ayudaran a matar a otro niño, porqué tú?
Tirsa: “Ya le dije que la Súa no sirve pa’maldita la cosa, esa de veras que no sirve pa’nada; la Ela no estaba en casa, se bía peleado con mi má y se bía ido dizque a buscar a su padre… el fulano vive creo que… creo que en Juárez, se bía ido dizque con él, no sé, el caso es que no estaba con mi má y tenía qu’ir yo pa’yudarla”.
Leonardo: ¿Ya tenían al niño que iban a matar, ya lo habían elegido, ya sabían cómo atraerlo para que nadie sospechara de tu familia, en fin, sabes cómo iban a hacerlo?
Tirsa: “El Abner21 y la Agar lo iban a llevar me dijo mi má. Parece que lo tenían visto… yo lo conocía, bueno, todos los conocíamos, era hijo de una mujer sola, vivía ay en el pueblo, trabajaba de lo que se pudiera y nomás tenía ese chamaco… era… era bonito el plebe, muy blanco, ojos color miel, cabello así, así como el mío, era muy agradable… pero… pues… ni modo, alguno tenía que ser y.. y pos… pos le tocó la de malas..”.
Zonia: Tirsa, explícanos por favor, ¿cómo es eso de que tu hermano Abner y su mujer, Agar, ¿iban a elegir al niño para llevarlo… te refieres que ellos iban a elegir al niño que ustedes matarían? ¿Ellos estarían ahí para ayudar a matarlo?
Tirsa: “No, claro que no... nomás lu’iban a llevar..”
Zonia: ¿Iban a llevarlo a casa de tu mamá para matarlo ahí, no es como, no era como muy arriesgado, después de todo mucha gente podía ver que el niño entraba en la casa?
Tirsa: “Bueno… no, en la casa de mi má no, ya no… mire, lo que pasa es que el gobierno iba a repartir terrenos… terrenos en las afueras del pueblo pa’qui’uno [para que uno] pudiera hacer su casa propia si no tenía, claro, y como yo no tenía nada; bueno, ni la Ela, ni la Súa… ni el Abner, nadien teníamos casa propia, nomás mi má y claro que el terreno era muy, muy grande, pero ni modo que todos fincáramos ay… no se podía… ton’s [entonces] mi má pidió un terreno pa’mi y que se lo van dando… ay [ahí], el Abner y la Agar levantaron un cuarto con colchones que hallaron tirados, con tablas, con ramas… dizque ay era mi casa… bueno, ay ib’ser …[iba a ser] mi casa… ay… fue ay donde llevaron al niño… lejos del pueblo… lo llevaron engañado, le dijeron que tenían que mover unos bultos grandes y que la Agar no podía cargarlos, que le iban a pagar cien pesos si los ayudaba, era cosa de moverlos de un cuarto al otro, pero eso sí, eran muchos… y el chamaco aceptó así que se fue con ellos al terreno…”.
Zonia: ¿Y qué sucedió cuando llegó el niño, aparte de ti, quién más estaba ahí?
Tirsa: “Tábamos [estábamos] mi má, la mensa de la Súa… el Abner, la Agar… mi niño de en medio, el que tiene cuatro años y mi niño menor, el de siete meses… nomás nosotros… pero, pero dentro del cuarto nomás estaba yo con el niño… afuera estaban los demás, claro que se veía todo por entre las tablas y los colchones viejos con los quhi’cieron el cuarto, era como si todos ’tuviéramos [estuviéramos] juntos…”.
Leonardo: ¿Qué sucedió entonces?
Tirsa: “Pues, el Rica [Ricardo] preguntó onde estaban los bultos que’bía que meniar… [dónde estaban los bultos que había que mover] y le dije que luego, que después… en eso entró en el cuarto mi má y me dio un hacha, no era un hacha grande, era chica, de mango chico, pero con la hoja muy afilada… me la dio y se salió prontito… yo me quedé ay pensando cómo hacerle…”.
Leonardo: ¿Pensando en cómo hacer qué? ¿Ya habían discutido tu madre y tú que lo iban a matar, qué era lo que tenía que pensar? Pregunta.
Tirsa: “Pos… pos’de’sas veces [pues de esas veces] que… que de pronto como que me sentí mal, a mí me caía bien el Rica, era lindo, pensé en su má, en que lo iba a buscar como loca… y no sé, me sentí mal… de veras mal”.
Lidia: ¿Por qué no te detuviste, por qué no te fuiste en ese momento? Dime algo, Tirsa, si pensaste en el niño y en su madre, en el dolor que iba a sentir, ¿por qué no lo sacaste de ahí, por qué no te lo llevaste e intentaste salvarlo?
Tirsa: “Porque le hice jurar a mi má que era la última vez que me llamaba pa’cer [para hacer] una barbaridad como esa… era la última, y me juró que sí, que ya no, que nunca más… ’tonces vi que el Rica como que se desesperó porque no vio claro, no vio ningún bulto y no sé qué pensaría, el caso es que como que ya’s’iba [ya se iba], ton’s lo cogí del brazo y le di con el hacha, pero no con el filo, con la otra parte, con la que no tiene filo, le di en el cuello, pero no le di tan fuerte… no tan fuerte… se me quedó viendo con unos ojotes de venado asustado y entonces le di otro fregazo pero con la misma parte del hacha, la que no tiene filo… y me pelaba los ojotes más grandotes… se me quiso arrancar, pero yo lo tenía bien agarrado, y comenzó a decir: “No, Tirsa chula, ya no me pegues… ya no, ya me voy a portar bien con mi mamá, ya le voy hacer caso, te prometo que ya no va tener queja… ya me voy a portar bien… no voy a volver a faltar a la escuela, te lo prometo… pero ya, ya no me pegues…” y siguió con un salivero… quesque ya s’iba [se iba] a portar bien con su mamá… le metí otros fregazos… pero siempre con la parte sin filo del hacha, no muy fuertes porque me daba mucha lástima, de veras, me daba mucha lástima, pior cuando comenzó con su salivero… y le daba un fregazo y luego otro, y luego otro… cuando lo solté se cayó al piso… comenzó a caminar en cuatro patas, quería salirse… apenas se movía, yo le bía dado fregazos por las dos partes del cuello… tenía como suelta la cabeza, como cáida [caída] y se movía muy despacito… ya no hablaba…”.
Zonia: No entiendo, cuando dices que le dabas golpes por todo el cuello ¿a qué te refieres, a que le dabas por la derecha, luego a la izquierda, por la nuca, por enfrente?
Tirsa: “No, nomás le daba, por ejemplo, como lo tenía bien agarrado del brazo derecho le daba en la derecha, luego en la izquierda… es decir, de ese lado del cuello… fue cuando lo solté que se cayó y comenzó a caminar en cuatro patas pero muy despacito… ya no hablaba… nomás se movía pero como muy lento… tenía la cabeza cáida p’al frente [para enfrente]… en eso volvió a entrar mi má y me dijo: “Apúrate, como te tardas, termina ya con eso… dale un buen chingazo, uno, pero bien dado, con toda el alma, ándale, dale con todo…” y se salió. Ton’s sí, levanté el hacha y le di con mucha fuerza sobre los huesos de la columna… pero ahora sí con el filo… no quería cortarle la cabeza, no se la corté, eso no, nomás quería que ya se muriera… y sí… se fue de hocico contra el piso y ya’staba [ya estaba] muerto”. Lo dice todo sin hacer pausas más allá de las normales, no titubea, no cambia el tono de voz, no hay ningún cambio en la expresión del rostro, no separa los ojos de los míos… termina de beber el café, se pasa la lengua sobre los labios y después toma una servilleta y parecería secarlos con suavidad. “Ton’s llamé a mi má y le dije que ya’staba muerto…”.
Si, según los autores, la firma es lo que revela lo más profundo del asesino y el porqué de sus crímenes, ¿qué es lo que motiva a Tirsa? ¿Ira, venganza, sadismo? Porque es evidente que disfruta de lo que hace. Es innegable que con su último asesinato, el de Ricardo, Tirsa juega al gato y al ratón, no lo mata de una vez, de un golpe… va matándolo lentamente, quizá porque eso deviene para ella en enorme placer..
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Tirsa y Súa fueron sentenciadas a sesenta años de reclusión por homicidio calificado con brutal ferocidad en número de tres. Sama, su madre, su hermano Abner y su mujer Agar, su compañero Lot y el padre anciano de Sama fueron sentenciados a cuarenta años de reclusión por homicidio calificado con brutal ferocidad en número de tres. Ela, menor de edad, ingresó al centro para delincuentes menores de edad donde permaneció hasta cumplir los dieciocho años.. salió en libertad pocos años después.
En este sentido, el amor no se restringe jamás a una sola persona. Si yo puedo amar únicamente a una persona, y a nadie más, mi amor por una persona me hace más ajeno y distante a mi prójimo, puedo estar vinculado a esa persona de muchas maneras, pero no amo. Si puedo decir "te amo", digo: "Amo en ti a toda la humanidad, a todo lo que vive; amo en ti también a mí mismo." En este sentido, el amor de sí mismo es lo contrario del egoísmo. Este último es, en realidad, un insaciable afecto que uno siente por sí mismo, que nace de la falta de amor verdadero de sí mismo y trata de compensarla. Paradójicamente, el amor me hace más independiente porque me hace más fuerte y más feliz; pero me hace uno con la persona amada hasta tal punto, que la individualidad parece extinguirse momentáneamente. Cuando amo, siento que "yo soy tú", tú, la persona amada, tú, el desconocido, tú, todo lo que vive. En el sentimiento del amor reside la única respuesta a la naturaleza humana, reside la salud. (Fromm 2014: 35).
Zonia: ¿Qué sucedió en ese momento? ¿Lo sepultaron… qué hora era… ya había atardecido, verdad, estaba ya obscuro?
Tirsa: “No pos… resulta qu’stábamos solas yo y mi má, el Abner y la Agar se bían ido pal pueblo. Ya era tarde y estaba requeteoscuro… mi terreno estaba cerca de un cerro así que la tierra ’staba bien dura, no pude escarbar y pos… pos ni modo de dejar ay el cuerpo… mi má no quiso que dejara el cuerpo solo, tenía miedo que vinieran los perros y lo sacaran… así que me tuve que quedar ay, en el cuarto con el cuerpo del Rica… mis niños y yo nos quedamos ay…”.
Lidia: ¿Estaban tus niños ahí, en ese lugar desde antes de la muerte de Ricardo?
Tirsa: “Sí, la Agar tenía a los niños de la Súa y los míos… los’taba [los estaba] entreteniendo para que no vieran nada… pero se fueron ella y el Abner. Cuando terminé se fueron mi má y la Súa y me quedé con mis niños… esa noche vinieron mi má y el Lot y me llevaron qué comiera, leche pa’mi niño y ay nos quedamos, también me llevaron dos cobijas y almohadas… taba requeteoscuro [estaba muy obscuro] pero pos… ay nos quedamos mis niñitos y yo”.
Zonia: ¿Y qué sucedió al día siguiente, fue por fin tu hermano para poder sepultar al niño muerto?
Tirsa: “No, yo no vi al Abner… no fue, no sé qué pasó, mi má dijo que no podía venir, ella era la que venía a verme, a traime [traerme] comida, pañales pa’mi niño… pa’traime nuevas… [noticias] andaban como locos buscando al Rica… mi má no quería que nadien se acercara a mi terreno, nadien, por eso nomás ella vino..”.
Leonardo: ¿Qué pasó… es decir, qué hiciste, cuántos días estuviste ahí con el cadáver del niño? ¿Dices que ahí dormían y comían tus niños y tú… qué hacías con el cadáver? porque supongo que comenzó a descomponerse de inmediato, y un cuerpo en descomposición es imposible de soportar, ¿cómo podías estar ahí con dos criaturas, dormir y comer?.
Tirsa: “Sí… olía requete feo… pero mi má me llevó tres galones de diésel… a la mañana siguiente llegó con los galones, el Abner bía llevado antes una caja gande, grandota, de madera… d’esas que les dicen… baúles… y me dijo mi má que metiera ay al Rica… así que cuando ya no aguantaba la peste lo sacaba, lo bañaba en diésel y lo volvía a meter en la caja…”.
Lidia: ¿Cuánto tiempo duró, eso, Tirsa, cuántos días estuviste ahí con el cadáver cuidándolo?
Tirsa: “Íjole… no pos, no sé… como… como… diez, no, no… como trece días… no me acuerdo, pero fueron muchos días… muchos días, yo le dije a mi má que ya m’ib’ir [me iba a ir] que ya no quería estar ay… que mandara mejor al Abner pa’cerse [para hacerse] cargo porque yo ya no aguantaba más… ya ni el diésel servía pa’que no jediera [para que no hediera] en eso ’stábamos cuando alguien se dio cuenta y fue la polecía a ver qué pasaba…- comienza a sonreír y le pregunto por qué ríe, me dice:- “porque fue cuando el Abner llegó pa’cer el hoyo y metimos ay al Rica… pero también llegó la polecía y vio como que bía un bordo y escarbaron y pos ay merito ’staba el Rica y lo sacaron…”.22
Éstos son los temas dominantes de los asesinos en serie: sexo, sadismo, poder y control. A esto podemos añadir la venganza, también una razón frecuente, aunque suele ir acompañando como motivación secundaria a las causas anteriores (Garrido: 150).
En la necesidad de trascendencia que tiene el hombre reside una de las raíces del amor, así como del arte, la religión y la producción material. Crear presupone actividad y solicitud. Presupone amor a lo que se crea. ¿Cómo, pues, resuelve el hombre el problema de trascenderse a sí mismo, si no es capaz de crear, si no puede amar? Hay otra manera de satisfacer esa necesidad de trascendencia: si no puedo crear vida, puedo destruirla. Destruir la vida también es trascenderla. Realmente, que el hombre pueda destruir la vida es cosa tan milagrosa como que pueda crearla, porque la vida es el milagro, lo inexplicable. En el acto de la destrucción, el hombre se pone por encima de la vida, se trasciende a sí mismo como criatura (Fromm, 1964:38).
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La única ocasión en que esto no se cumple es cuando la mujer da a luz ella sola y mata al hijo que acaba de parir; de hecho, se considera que ocultar el embarazo es un precursor del homicidio a futuro.
Quede pues, claro, que las mujeres pueden ejercer una violencia extrema, que son capaces de matar con la misma brutalidad perturbadora que lo hacen los varones. Una diferencia interesante que ha aparecido en cuanto a la forma en que matan hombres y mujeres es ésta: mientras que los hombres suelen matar estando solos - son ellos los que cometen el homicidio después de planearlo, pensarlo, meditarlo con calma y llevarlo a cabo -, las mujeres suelen matar acompañadas. Podrán pensar a solas el crimen; podrán planear el asesinato ellas solas, madurarlo, meditarlo, tomar la decisión estando solas pero, a la hora de ejecutar sus planes, por lo general23, estarán acompañadas.
Así, los crímenes cometidos por mujeres están más cerca de la emocionalidad, de la pasión, y no tienen nada que ver lo que amenaza su identidad de mujeres. Si los hombres matan lo que los amenaza y confronta en cuanto hombres en sí, las mujeres matan por otras razones. Por lo general, sus razones están más del lado de la emoción y del interés personal; de todo aquello que amenace sus relaciones más queridas, que ponga en riesgo aquello que ellas quieren, ya sea a sus hombres, sus hijos, sus formas de vida, sus objetos queridos.
Si los hombres matan lo que pone en riesgo su: yo soy; las mujeres matan lo que pone en riesgo su: lo que yo quiero, anhelo, espero, lo que necesito para vivir. Nuestro problema moral es la indiferencia del hombre consigo mismo. Radica en el hecho de que hemos perdido el sentido del significado y de la singularidad del individuo; que hemos hecho de nosotros mismos los instrumentos de propósitos ajenos a nosotros, que nos experimentamos y nos tratamos como mercancías y que nuestros propios poderes se han enajenado de nosotros. Nos hemos transformado en objetos y nuestros prójimos también se han transformado en objetos (Fromm, 2013: 294).
Entiendo por violencia compensadora la que es sustituída de la actividad productora en una persona impotente. Para que se entienda el término "impotencia" tal como se usa aquí, tenemos que pasar revista a algunas consideraciones preliminares. Aunque el hombre es el objeto de fuerzas naturales y sociales que lo gobiernan, al mismo tiempo no es sólo objeto de las circunstancias. Tiene voluntad, capacidad y libertad para transformar y cambiar el mundo, dentro de ciertos límites. Lo que aquí importa no es el ámbito o alcance de la voluntad y la libertad, sino el hecho de que el hombre no puede tolerar la pasividad absoluta. Se siente impulsado a dejar su huella en el mundo, a transformar y cambiar, y no sólo a ser transformado y cambiado (Fromm, 1985:20~21).
Las mujeres, suponemos que en general, pero muy especialmente las mujeres sentenciadas por homicidio calificado, tienen, de alguna manera, muy claro lo que esperan de la vida, lo que han idealizado para sí mismas; sienten que sin ello la existencia carecería de sentido; por tal razón, cabe pensar que dedicarán todo su esfuerzo en lograrlo.
Debido en gran medida a la sociedad hegemónica en la que vivimos y que establece que la función más importante de la mujer es la maternidad, aparte desde luego, de su relación primordial consigo misma y con los demás, de ser esposa, compañera, la mujer de… es posible pensar que la mujer se vive y orquesta todo su devenir con la idea de que ella, para lograr sus metas más acariciadas, deberá tener un marido y los hijos que convengan entre ellos, lo que además le reportará el respeto de la sociedad que no deja de ser importante en su visión.
Así, la mujer comienza por soñarse novia; funda gran parte de su éxito como persona en alcanzar ciertas metas, si todo lo que la rodea le dice que ella será madre un día, acariciará el sueño del noviazgo y más tarde el sueño del matrimonio vivido a ultranza. No importa qué suceda, ella debe ser esposa de o concubina de. Pero la realidad nos dice que las parejas se forman día a día y así como surgen desaparecen… las mujeres, entonces, estarían en una especie de terreno pantanoso donde permanecer firmes y… pagar el costo, cualquier cosa que ellas entiendan por “pagar el costo”.
Las relaciones que se crean entre los diferentes miembros del sistema familiar son relaciones íntimas basadas en el amor; esto nos hace pensar que las disfunciones en las relaciones familiares y su traducción psicopatológica estarían asentadas en el desamor, pudiendo ser esto último una explicación oportuna para la psicopatología. En este sentido, autores tan relevantes como Erich Fromm o John Bolwby vinculan estrechamente el amor y la salud mental. Así, para Fromm (1959) la solución plena para vencer la locura reside en el amor, en el logro de la unión interpersonal, la fusión con otra persona, convirtiéndose en el impulso más poderoso que existe en el hombre, en la fuerza que sostiene a la familia y a la sociedad, necesaria para superar la separatividad y abandonar la soledad, siendo esta última la base de la enajenación. Pero los varones están constantemente demostrando su pertenencia al colectivo masculino con toda la violencia, riesgo, alejamiento de las emociones que esto supone; y es justamente aquí, donde los medios de comunicación enfatizan precisamente la violencia, la separatividad en busca de sensacionalismo, pero jamás en búsqueda de entendimiento y análisis de una realidad que nos habla de una sociedad gravemente enferma.
Así, la elección definitiva para el hombre, en cuanto se siente impulsado a trascenderse, es crear o destruir, amar u odiar. El enorme poder de la voluntad de destruir que vemos en la historia del hombre, y que tan espantosamente hemos visto en nuestro propio tiempo, está enraizado en la naturaleza del hombre, lo mismo que la tendencia a crear. Decir que el hombre es capaz de desarrollar su potencialidad primaria para el amor y la razón no implica la creencia ingenua en su bondad.
La destructividad es una potencialidad secundaria, enraizada en la existencia misma del hombre, y tiene la misma intensidad y fuerza que puede tener cualquiera otra pasión. Pero - y éste es el punto esencial de nuestra argumentación - no es más que la alternativa de la creatividad. Creación y destrucción, amor y odio, no son dos instintos que existan independientemente. Los dos son soluciones de la misma necesidad de trascendencia y la voluntad de destruir surge cuando no puede satisfacerse la voluntad de crear. Pero, la satisfacción de la necesidad de crear conduce a la felicidad y la destructividad al sufrimiento, más que para nadie para el destructor mismo (Fromm, 1964:38-39). ¿Cómo pueden los medios dar visibilidad, de forma responsable y objetiva, a la violencia doméstica en nuestros países, a fin de que estas sociedades puedan empezar a responder al desafío de erradicar dicha violencia? He aquí el verdadero reto.
Estrechamente relacionado con la violencia compensadora está el impulso hacia el control completo y absoluto sobre un ser vivo, animal u hombre. Este impulso es la esencia del sadismo. En el sadismo, como dije en El miedo a la libertad, (Erich Fromm) el deseo de causar dolor a otros no es lo esencial. Todas las diferentes formas de sadismo que podemos observar se remontan a un impulso esencial, a saber, el de tener un dominio completo sobre otra persona, convertirla en un objeto desvalido de nuestra voluntad, ser su dios, hacer con ella lo que se quiera. Humillarla, esclavizarla, son medios para ese fin, y el propósito más radical es hacerla sufrir, ya que no hay dominio mayor sobre otra persona que obligarla a aguantar el sufrimiento sin que pueda defenderse. El placer del dominio completo sobre otra persona (o sobre otra criatura animada) es la esencia misma del impulso sádico. Otra manera de formular la misma idea es decir que el fin del sadismo es convertir un hombre en cosa, algo animado en algo inanimado, ya que mediante el control completo y absoluto el vivir pierde una cualidad esencial de la vida: la libertad (Erick Fromm,1985: 22).
En realidad, la persona perturbada es la que ha fracasado por completo en el establecimiento de alguna clase de unión y se siente prisionera, aunque no está detrás de ventanas enrejadas. La necesidad de vincularse con otros seres vivos, de relacionarse con ellos, es imperiosa y de su satisfacción depende la salud mental del hombre. Esta necesidad está detrás de todos los fenómenos que constituyen la gama de las relaciones humanas íntimas, de todas las pasiones que se llaman amor en el sentido más amplio de la palabra.
Hay diversas maneras de buscar y conseguir esa unión. El hombre puede intentar ligarse o unirse con el mundo mediante la sumisión a una persona, a un grupo, a una institución, a Dios. De ese modo, trasciende el aislamiento de su existencia individual convirtiéndose en parte de alguien o de algo más grande que él, y siente su identidad en relación con el poder a que se ha sometido (Fromm 1964: 33).
Para concluir..
La idea de que una persona sea el remedio para nuestra felicidad, la que nació
en el romanticismo, está llamada a desaparecer. El amor romántico parte de la premisa de que somos una parte y necesitamos encontrar nuestra otra mitad para sentirnos verdaderamente completos. Muchas veces ocurre hasta un proceso de despersonalización que, históricamente y ello de muchas maneras gracias al género y a la forma en que la mujer ha vivido su propia idea de lo que es propio de ella, de su vida a futuro, de sus anhelos. De ahí que ella abandona sus características para amalgamarse al proyecto del hombre que eligió para vivir con él. La teoría de la unión entre opuestos también viene de esta raíz: el otro tiene que hacer lo que yo no sé. Si soy manso, ella debe ser agresiva y así todo lo demás. La palabra de orden de este siglo es asociación.
Estamos cambiando el amor de necesidad por el amor de deseo; me gusta y deseo la compañía, pero no la necesito, lo que es muy diferente. Valdría la pena repensar los motivos del crimen y agregar aquello de que la mujer quiere y busca el poder que posee el varón; no quiere sufrir, no quiere batallar, no quiere padecer. Para ella, lo más importante es su ideal y finalmente está todo relacionado con la identidad. Si la mujer no sabe quién es y no lo sabrá si sus padres no se lo dicen, será aquello que más la impacte, la cimbre, aquello que cualquiera le dirá que es; por ejemplo, una mujer que nació para ser feliz si consigue lo que quiere al margen de ordenanzas morales… al margen de deberes y compromisos con el bien ajeno… una mujer con derechos que no pueden ser pisoteados por nadie ni por nada, una mujer que puede decir qué quiere y qué precio está dispuesta a pagar por eso que considera como esencial para su vida. La mujer que piense así y se convenza de que éste es su camino, al margen siempre del bienestar de los demás, habiendo pues renunciado a su deber moral entendido éste como su responsabilidad por el bien del otro, es una mujer que pudiera, en un momento dado en las circunstancias adecuadas, pensar en el homicidio como solución.
Sí… pero ¿cuánto de esta forma de ver su propia vida obedece de manera casi exclusiva a la sociedad hegemónica que la atenaza, en la que está acostumbrada a vivir y, cuánto surge de un temor creciente de sentirse incapaz de realizarse de otra manera porque esa otra manera exigiría talentos y compromisos que no se siente capaz de afrontar? ¿Es el creerse o, en el peor de los casos, saberse incapaz de realizarse de otra manera lo que lleva a la mujer a destruir todo lo que se oponga, todo lo que en mala hora se interpuso entre sus sueños y lo que anhela? ¿Explicaría esto la conducta de Tirsa, de Adá, incluso de Lía? ¿Qué es lo que lleva a las mujeres a pensar que su única salida es ser la esposa de, la mujer de, la amante de…?
Meler, con quien ciertamente coincidimos, plantea una muy interesante respuesta a estas preguntas:
Existen muchas mujeres jóvenes, especialmente aquellas que no provienen de sectores sofisticados, cuya preocupación pudiera ser la frigidez –planteada no tanto en función de una insatisfacción personal sino más bien en términos de que deben, ellas lo viven así, superar el síntoma para retener a sus compañeros- o el proyecto de conyugalidad y maternidad como organizador de una muy particular estrategia de vida (2001: 38).
Desde mi perspectiva, continúa Meler, las jóvenes buscan compulsivamente asociarse a un hombre a través del vínculo amoroso-erótico y ¿por qué no?, formar una familia en un intento de evitar la tarea vital de su propio crecimiento. Es precisamente ahora, durante estos años de juventud temprana, cuando las jóvenes deberán aprender a trabajar y a crear vínculos de unión social y emocional con otros adultos. Cabe pensar que lo que hacen es evitar estos desafíos existenciales ligándose a un varón que en muchos casos es tanto o más inmaduro que ellas pero en el cual, debido a la sociedad hegemónica, depositan la responsabilidad de la obligación de crecer y desarrollarse de sus propias vidas (2001: 41).
Así, se libran de la pregunta que debe atenazarlas y no poco, por el propio ser, ya que la pregunta fue eliminada mediante una seudo respuesta que cifra la identidad en la conservación de un determinado vínculo amoroso. De ahí que ese vínculo amoroso devenga razón de ser, de existir, y que se esté dispuesta a destruir todo lo que lo amenace. Porque amenazar el vínculo es amenazarla a ella particularmente ya que ha renunciado a ser ella misma para aceptar el proyecto de vida que pudiera ofrecerle, o al menos ella imagina, el compañero.
Y si lo que ahora cuenta es la realización personal y han quedado atrás multitud de ideas que tuvieron nuestros antecesores… cosas, al decir de los jóvenes, tan irreales y absurdas como el amor, el compromiso, los ideales que nos convierten en mujeres y hombres de bien… la puerta se ha abierto para que cada quien sea él y sus apetitos.